REVISTA EXTRA - AÑO I - Nº 4 - OCTUBRE 1969
BONAVENA: ¿MIEDO O CHIFLADURA?
Entrevista a Oscar “Ringo” Bonavena
Confesiones de un Señor Exito: Era la "mancha negra" del deporte argentino. Lo boicotearon "los que mueven los piolines". En la Argentina fue declarado inepto para boxear. En Estados Unidos venció rotundamente, hasta que en la última pelea pareció "un conejito asustado".
Oscar "Ringo" Bonavena: A mí nadie me dio nada..., ¿me entiende...? ¡Nada, viejo, nada...! Los mismos que hoy me vienen a palmotear, en su gran mayoría, son los que me odiaron... ¡Qué risa...! ¿Quiere que le cuente una historia...? Yo vine de San Pablo (Juegos Panamericanos de 1963) y era poco menos que un delincuente. ¡Había mordido a un rival...!
Extra: ¿Por qué lo hizo?
Bonavena: ¡Qué sé yo por qué lo hice...! Impotencia, rabia, desesperación, chifladura... ¡qué sé yo! No viene al caso. Es lo otro lo que importa. Me la dieron por la cabeza. Yo era la "mancha negra" del deporte argentino. Me quitaron la licencia. No podía boxear más como amateur en la Argentina... Me dejaron poco menos que en la vía... Sí, no se asombre..., ¡en la vía! ¿O usted se cree que yo peleaba gratis...? Yo era amateur, pero no subía a un ring por menos de cinco o seis mil pesos... Dos peleítas por mes. Un sueldo. Los "señores" de la Federación decretaron mi defunción. Me quise hacer profesional. Pensé que en alguna gauchada..., ¿sabe lo qué pasó...? Movieron los piolines para seguir dándomela por la cabeza... Cuando fui a la revisación médica en la Comisión Municipal... ¡me declararon incordinado...! No apto para boxear. Primero me dio bronca..., después me causó gracia. Me fui a los EE.UU. Sin la palanca de nadie, por las mías, a jugármela solo. Los resultados los conoce... Pero yo me pregunto, le pregunto a ustedes, a todos... Allá me revisaron y no fui incordinado, vine a Buenos Aires después de una campaña que nadie esperaba... y tampoco me prohibieron boxear... ¿Por qué antes no y ahora sí...?
Hubo un rictus como de rabia. Se aferró más fuerte al volante del Valiant. Nos quedamos en silencio. Un silencio un poco cómplice, pesado, inquietante. Lo miramos como buscando en su cara la contestación a muchas preguntas que en ese momento nos bailaban en la cabeza. En esa cara cuadrada, cortada con una guadaña, apareció su sonrisa pedante, sobradora. Pero no habló. Miraba fijo el asfalto, metido en el vértigo de la velocidad. Observamos el tablero: 100 kilómetros. Y llegamos a una conclusión: Bonavena es un tipo que tiene permanentemente abierto el escape por el que brota su índole rebelde, virulenta, y eso, sin embargo, lo pone de mal humor. No sabe lo que quiere. Y lo quiere todo. Aunque diga que no, vive en un permanente plan de agresividad, de venganza. Nadie sabe cómo puede reaccionar. Es la incógnita de una personalidad conformada en el sobresalto, en la duda. Duda de todo, de él mismo en especial. Es de aquellos que creen tener el mundo bajo sus puños y de pronto vacilan, buscan la protección. Y así fue de pibe. Por eso, después de gritar su violencia publicitaria a los cuatro vientos, llora. Como lloró en la pelea con Rodolfo Díaz. Como lloró la noche de Peralta. Nunca mide el alcance de sus actitudes, de sus palabras. Muchas veces él mismo se sorprende de lo que hace y dice. No tiene medida para nada.
Mamá, siempre mamá
"Usted no se imagina cómo era de chico... Nos tenía a los saltos a todos...".
El recuerdo de Dominga Grillo de Bonavena (su madre) puede ser el punto de partida para encontrarle razón a una personalidad como la de Oscar Bonavena. Se crió un poco en la independencia de su temperamento rebelde, cobijado en su potencia física, que le hacía creer la gran mentira de ser hombre.
“Mordí a un rival por impotencia, rabia, desesperación”
Vivió apurado, insatisfecho de todo, sin pensar nunca, imponiendo siempre. Se hizo en la calle, pero la calle no lo meduló. Ayudó a forjar esa personalidad de sobresalto. Acrecentó su necesidad de conocer todo y no analizar nada. Lo único que valía era su yo. "Esto lo quiero y esto lo consigo. Como sea, pero lo consigo..."
Nunca pudieron lograr sus padres ni sus hermanos la estabilidad mental y espiritual que le permitiera alejarse del arrebato. Muchas veces volvió buscando el calor del regazo de su madre. Casi siempre ocurría cuando la derrota era culminación de alguno de esos arrebatos. Porque no le gusta la derrota, le teme. Y ahí está la gran verdad de su sonada publicidad. No quiere perder, y el temor a ello le hace fabricar una auto-confianza. La auto-defensa pregonada a voz en cuello para que todos la crean, transformada en explosiva demostración de fe, de seguridad en sí mismo. De la misma manera que lo conmueve la victoria por el simple hecho de haber vencido su gran temor; de saberse ganador cuando en su fondo temía la derrota.
Quizá, o mejor dicho, seguramente ahí está la explicación de aquel mordisco en San Pablo a Lee Carr o su medrosa actitud ante Zora Folley, cuando seguro de ganar se encontró con la sorpresa de no poder. De verse impotente, superado.
No hace mucho, Charles Jhonston nos decía: "Subió al ring con una seguridad que impresionó a todos y más que a nadie a Zora Folley. Bastaron dos rounds y se desinfló. Se dio cuenta que no podía con las zorrerías de Zora. Yo creo que si esa noche el "viejo" se tiene un poco más de confianza, "Ringo" las hubiera pasado muy, pero muy mal. Terminó dando la impresión de un conejito asustado..."
Y sin embargo, uno duda cuando lo escucha hablar. "Que me lo traigan a ese negro. Si Tito Lectoure no lo trae yo lo voy a buscar a EE.UU..." Se pone serio, como para convencer a los demás..., y quizá tratando de convencer a sus propias dudas. Y hasta ahora es ganador. Antes odiaba incógnita. Hoy resistida realidad. "No se haga problemas... ¿La gente no me quiere...? Tranquilo, ya se van a dar cuenta. ¿Vió lo que pasó en la pelea con Peralta...? Silbidos al principio, una ovación al final... Yo voy a ser ídolo... Sí..., ídolo. Más ídolo que Gatica, que Peralta, que Firpo... Idolo..."
Y aquí aparece de nuevo el que no ofrece dudas. El que arrebata, el que hace planes y números con la risita jovial del chiquilín agrandado. Ya el Valiant no corre a 100 kilómetros. Se cerró el escape, desapareció la rabia. Es la cara y cruz de este Bonavena que conmocionó a todo un país derrumbando un ídolo que rebalsó los límites del pequeño mundillo del boxeo. Porque Peralta era ídolo de todos y no de unos pocos.
Ahora habla de su Adrianita, de Dora, de mamá Minga, de sus hermanos. Del contrato con un teatro de revistas. "Para cantar, ¿sabe...? Un millón de pesos por un mes. Me padrina Dino Ramos... Yo agarro. Ahora están todos conmigo y les saco el jugo..."
Extra: ¿Y el boxeo...?
Bonavena: Eso siempre..., eso es lo mío. Pero esto no me impide nada. No hay problemas. Es la "bolada" útil para agarrar un buen fajo. Pero el entrenamiento no lo descuido. Hay muchos proyectos por delante... quizá una gira a Europa, la pelea por el título sudamericano... Tito Lectoure también me dijo que traía para noviembre no sé si un americano o un europeo... Me da lo mismo, yo peleo con cualquiera..."
Pensamos en lo que dice. Pensamos en su historia de boxeador porque no podía tener otro destino...
"Nació para eso"
Otra vez el recuerdo de unas palabras de su madre: "Qué quiere que le diga..., yo a veces pienso que nació para esto... Para ser boxeador... Yo no sé nada de boxeo. Lo único que me interesa es que no me lo lastimen... El siempre me decía: ya vas a ver, mamá, voy a ser campeón. Voy a ser famoso con el boxeo. Fue uno de sus tantos caprichos y lo consiguió..."
Desde chico asombró a todos. Por su potencia física, por su contextura. Cuando Gene Tuney, el ex campeón del mundo, lo vio en un gimnasio de EE.UU. se maravilló. "Tiene el físico ideal para un peso pesado... Lástima esos pies..." Es el gran problema de Oscar "Ringo" Bonavena. Sus pies terriblemente planos, que le imposibilitan agilizar los movimientos. Se habló de una operación pero él no quiere saber nada.
Bonavena: No..., no. Yo le tengo miedo hasta a las inyecciones... No se ría, en serio se lo digo. ¿Sabe qué pasa...? No tengo defensa contra eso... Y si hay una cosa que no me gusta es no poder defenderme...
El futuro de Bonavena es una incógnita en el orden internacional. Nadie puede predecir dónde llegará. Fundamental será su condición espiritual anímica. Que pueda superar los momentos desfavorables. Pero quizá lo más importante es su maduración como hombre, factor decisivo para lograr una ubicación que hoy aún no tiene. Sigue siendo en muchas cosas el chico inseguro. Aunque el casamiento, la responsabilidad de ser padre le han forjado la necesidad de pensar con más seriedad. Todavía el mucho dinero que ganó (mucho teniendo en cuenta lo muy corto de su carrera profesional), no le luce. No se efectiviza en algo realmente positivo, salvo el mejoramiento integral de su nivel de vida. Dentro de sus saltos temperamentales, de sus dudas, de sus escapes violentos, hay algo que ha comprendido y que valora en su real dimensión. Se cuida, no tiene vicios y posee espíritu de sacrificio.Ya es campeón. Logró lo que quería. Y quizá paradójicamente se transforme de odiado en ídolo. La gente es exitista. Se maneja con hechos rotundos. Lo de Bonavena es rotundo. Le ganó a todos los que no creían en él. Fue la victoria más sorpresiva y posiblemente más odiada de los últimos tiempos. Sí, les ganó a todos. Más que a nadie quizá a él mismo. Porque ahí puede estar el gran secreto del triunfo de Bonavena. Ganar por el temor a la derrota.
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