martes, 1 de diciembre de 1987

ENTREVISTA AL JEFE DE LA POLÍCIA FEDERAL JUAN PIRKER - 1987

REVISTA EXTRA - AÑO XXIII - Nº 270 - DICIEMBRE 1987
"LOS POLICIAS JUGAMOS DE MARCADORES DE PUNTA"
Entrevista al Jefe de la Policía Federal Juan Pirker

Llega fin de año y la tentación periodística de elegir a las figuras más destacadas del año es irresistible. Pero 1987 ofrece una perspectiva diferente. Después de casi cuatro décadas, un gobierno constitucional alcanza la "marca" de los cuatro años de continuidad. Y en este marco infrecuente también puede aparecer figuras infrecuentes. Creemos que Juan Pirker ha sido una de las grandes figuras del '87. La democracia es el único sistema que puede permitirse este lujo.
Por méritos profesionales y humanos, por su coraje y su franqueza, el jefe de la Policía Federal se transformó en protagonista de la democracia que los argentinos nos estamos ganando, día a día, golpe a golpe.

Extra: Es indudable que, bajo su gestión, la relación con el periodismo es de una fluidez hasta ahora desconocida. ¿Qué lo llevó a adoptar esta actitud? ¿Se siente "amigo de la prensa?

Juan Pirker: El término amigo es demasiado para lo que yo he procurado hacer que es determinar que, en lo institucional, se observe lo que debe existir en el orden personal. Y en este sentido, el periodista tiene una importancia fundamental porque además de informar también forma opinión. Allí radica la posibilidad de que la población tome un exacto conocimiento de la institución policial. Muchas veces, el desconocimiento es producto de una falencia propia. Pero, ojo, el jefe de la Policía no sale a decir "aquí estoy yo con mi institución". Nosotros trabajamos permanentemente. En ese trabajo incesante está la inquietud de ustedes, los periodistas, de venir a preguntar. En nuestra respuesta está la posibilidad de hacer conocer cada vez más a la institución. Pero la respuesta no tiene por qué abarcar sólo lo positivo. También está la requisitoria sobre los aspectos negativos.

Extra: ¿Y cómo se lucha contra ese aspecto negativo desde la misma institución?

Pirker: A ese aspecto, cuando más rápido y mejor se lo muestre producirá menos efecto contrario. El hecho malo hay que darlo a conocer íntegramente y de inmediato. Es la única forma de parar la pelota. Si se trata de esconderlos, minimizarlos o restarles importancia se deja la pelota picando. Y en cualquier momento nos meten un gol.

Extra: ¿Qué siente un policía cuando debe juzgar a otro policía?

Pirker: Es algo muy duro pero necesario. El concepto de disciplina de nuestra institución no puede ser modificado. Debe permanecer presente en todos los que de alguna manera cumplimos una misión directriz.

Extra: Nuestro país pasó por épocas muy dolorosas y cambiantes. La policía también. Durante la década del '70 un policía no podía estar tranquilo porque sufría constantes atentados. Luego, la policía actuó con las deformaciones propias de un gobierno militar. Hoy parecen estar "explotando" las consecuencias. ¿La instalación de la democracia obliga a la institución a dar nuevas respuestas a sus pautas de acción y comportamiento?

Pirker: En los años '70 se mataba a un policía nada más que para robarle su arma porque significaba una prueba de capacidad para incorporarse a ciertos sectores de la subversión. En la etapa del proceso militar, hubo policías que trabajaron mucho y bien. No podemos hablar de una deformación general ni olvidar nuestros 150 muertos. Yo tuve a mi cargo dos hombres que fueron muertos a cambio de un televisor y una radio a transistores. Eso fue lo que cobró quien lo entregó. Y ellos, el único crimen que habían cometido era ser policías. No nos podemos olvidar de estas cosas. Las debemos superar todos juntos mirando hacia atrás para buscar la experiencia. La institución no ha encarado nuevas pautas. Son las mismas que yo conocía antes de ingresar en la Policía Federal. Son las que determinaron mi inclinación hacia esta institución. Eso que repito permanentemente de una policía coherente, eficaz, consciente y con un total desapego hacia la soberbia es lo que me enseñaron cuando ingresé. El trato correcto al público era la exigencia cuando llegué a una oficina de guardia. Es la misma que hoy le transmitimos a los oficiales jóvenes. Debe ser una policía sensible, humana y fuerte pero con la fuerza de la ley y no con la ley de la fuerza.

Extra: ¿Se puede hablar de etapas en las que estas premisas hayan sido respetadas en mayor medida?

Pirker: Esto está en el éxito de quien la conduce y logra transmitirlas con mayor o menor posibilidad de llegar a lograrlo. Si yo pudiera conscientizar a todos y a cada uno de los hombres de nuestra institución con estas premisa sería la persona más feliz de la tierra. Que usted cada vez que concurra a una comisaría encuentre una correcta atención. Que salga satisfecho de cómo lo atendieron los oficiales en su carácter de ciudadano.

Extra: ¿Y cómo observa usted hoy la relación entre la policía y los ciudadanos?

Pirker: Buena y con posibilidades de mejorar día a día. Pero también la institución debe ser respetada en el real rol que cumple. Un policía amable, afectuoso y, fundamentalmente, sensible está muy lejos de ser un débil. Nuestra sociedad también desea que el policía demuestre dureza cuando es necesario.

Extra: Quizá alguno de los policías involucrados en el caso Sivak o en algún otro delito, en su trato al público eran amables o afectuosos. ¿Cómo diferenciar entonces?

Pirker: No me consta que sea así. Además hay muchas profesiones en las que, cuando surge la negatividad todos mirándose sorprendidos dicen "pero quien lo hubiera creído". El ser humano, dentro de sus grandes falencias, muestra siempre la faz más positiva de su personalidad y oculta la negativa. Siempre mostramos lo mejor. Pero cuando queremos saber de alguien buscamos la opinión de los de abajo. Un policía, cuando quiere saber de un comisario, no le pregunta al comisario inspector, sino al sargento.

Extra: Y en ese sentido, ¿se puede hablar de una nueva generación de policías?

Pirker: La policía ha sido siempre la misma. Podrá, de acuerdo a las épocas, tener material humano más potable, inteligente, mejor perfeccionado. Durante toda mi carrera tuve la suerte de contar con superiores que me fueron transmitiendo esa gran sabiduría policial. Eran muy severos y trabajadores. Pero dejaron huellas indelebles en mí. Algún día me gustaría enterarme que alguien recibió la transmisión de mis ideas. Eso me dará la pauta de que he llegado a esa persona. Y no se llega con retórica sino con pequeños hechos. El sacrificio en el trabajo, llegar temprano, asumir responsabilidades, irse cuando todos ya lo hicieron. Si usted quiere que una empresa funcione correctamente es necesario el capital y el esfuerzo. En nuestra institución el capital ya está volcado. Es el policía. Tenemos 32.800 hombres. Vea si hay capital. Y para mantenerlo y acrecentarlo hay que trabajar. Hoy estamos mostrando a la Policía Federal Argentina como realmente es. Somos así, con defectos. Pero también queremos enunciar nuestras pequeñas virtudes.

Extra: Muchas veces, en todos los ámbitos de la vida de un país los malos ejemplos son los que sobresalen. Esto, en alguna medida, también le ha sucedido a la Policía Federal...

Pirker: Los malos ejemplos son los que cunden. Usted tiene razón, pero recuerde que la última impresión es la que perdura. Una institución como la nuestra que combate a sus malos ejemplos y los muestra públicamente, le está ofreciendo a la juventud sus verdaderos valores.

Extra: ¿Y cuál es el contexto salarial de un policía hoy?

Pirker: Los sueldos del policía hoy son bajos. Pero no tanto como hace un tiempo. Cobra un sueldo inicial de bolsillo de 546 australes. Es insuficiente. No llega a 20 australes por día. Pero las exigencias del servicio son muchas y la necesidad de hombres policías son mayores. Debemos brindar más policías y servicios, lo que hacemos a través del servicio de policía adicional. Y es en ese contexto donde se ha logrado una lógica reubicación del aspecto remunerativo. Este servicio está en el orden de los 30 australes cada cuatro horas. Así se ha obtenido una buena recomposición salarial. Con esfuerzo, porque lo brinda en hora franca, durante el mes puede hacer de diez a quince servicios. De esta forma, está cobrando 600 australes más que, sumados a su sueldo, le dan 1146 australes. Mediante el aporte del sacrificio el policía ve la posibilidad de un resarcimiento económico. No le sobra nada pero permite ir superando esta época en la que todos estamos en un contexto salarial estrecho e insuficiente. Nosotros no somos la excepción.

Extra: Como jefe de la Policía Federal, ¿el caso Sivak fue el más complejo que le ha tocado investigar?

Pirker: Este caso, por sus connotaciones, por el escepticismo total que tenía nuestra sociedad, por esa idea de impunidad de sus autores, fue el más complejo.

Extra: ¿Y cuáles son los delitos más comunes con que debe enfrentarse?

Pirker: Son aquellos que están motivando esa idea de inseguridad. No son graves. Pero son delitos mortificantes para quienes los sufren. Algunos de los más comunes son el arrebato, el robo de autopartes, las inversiones incorrectas. Todos conocemos a alguien que le haya entregado sus ahorros a Juan, José o Pedro porque le aseguraban una rentabilidad mayor a la de las entidades habilitadas con las garantías respectivas. El problema se presenta cuando quieren recuperar el capital. Recurren a la policía y si ven que no hay respuesta dicen "estamos viviendo dentro de un total y absoluto dominio del delito". Pero cuando se quisieron beneficiar más allá de lo que se puede, no tuvieron en cuenta la lógica prudencia. No reconocen su culpa sino que se la echan al sistema democrático.

Extra: Pero también hay una frase muy común en la sociedad. Los delincuentes entran por una puerta y salen por otra, se afirma. ¿Es un mito o una realidad?

Pirker: No es un mito. Y en ciertos delitos es una realidad. Pero es una frase que también termina por cuestionar al sistema democrático, aunque dicen los que saben que la democracia es el camino más difícil que nos lleva a la libertad. Hay que convencerse que esto es cierto. Nosotros somos "bebés de pecho". Todavía no nos hemos acostumbrado a transitar por ese camino. Pero sí podemos estar satisfechos de que no hay limitaciones para nadie. Hay manifestaciones, huelgas. Y todas son acompañadas por la institución policial en una verdadera tarea de encauzamiento de esas expresiones tratando de que se desarrollen dentro de la mejor manera posible. Pero volviendo al tema de que entran por una puerta y salen por otra, le agrego que todo se irá asentando. Y se modificarán las pautas legales que sean necesarias porque para eso está el Poder Legislativo y las instituciones con posibilidades de elevar proyectos.

Extra: En ese sentido, las actuales reglamentaciones, ¿son suficientes para enfrentar la nueva modalidad de delitos?

Pirker: Todo puede ser perfeccionado. Y cada vez tendremos más oportunidades de obtener mejor servicio, prevención y quizás hasta mejor represión cuando se concreta un procedimiento.

Extra: Represión es una palabra muy ligada a los años "oscuros" de la Policía Federal.

Pirker: Es una palabra que quizá golpea muy fuerte. Pero le explico que hay dos aspectos. Uno preventivo para que el delito no se concrete y otro represivo que es cuando se debe intervenir. Nada que ver con el otro sentido de la palabra. Es la represión como aspecto formal. El accionar policial se desarrolla dentro de una efectividad siempre mejorable. Nosotros necesitamos que haya menos conductas delictivas. Es difícil. Al delito no lo vamos a eliminar totalmente de nuestra sociedad porque es la esencia de nuestra existencia. La policía existe porque es una necesidad de la sociedad. Yo siempre digo que jugamos de marcadores de punta, que marcamos al wing. Cuando el puntero se escapa, el marcador lo corre y si es necesario le hace foul. Y la policía hace lo mismo. Tenemos que correr a los delincuentes. Y el foul es la intervención policial porque, si no, se escapa.

Extra: ¿Sabe que mucha gente piensa que usted es el "hombre del año"?

Pirker: Si me señalaren como el hombre del año, sería una frustración porque nuestra sociedad está llena de valores distintos de los que puede dar Pirker como jefe de policía. Yo lo que pretendo es llevar a conocimiento de la sociedad cuál es la Policía Federal Argentina, cómo tienen que confiar en nosotros, cómo se deben sentir respaldados por el accionar policial. Pero Pirker no es nada más que un policía que ingresa a trabajar a las 7.45 y que no tiene hora de salida.


Agenda Personal

"Desde pequeño siempre tuve la idea de ser policía. En mi familia nadie lo fue ni había vinculación alguna con la institución. Fue una profesión que me llamó la atención desde chico. Por eso es muy importante lo que reciba la juventud sobre las instituciones porque así se forman las adhesiones sinceras. Lo único que nos pide la institución es voluntad de servicio."

"Nunca soñé con llegar a ser jefe de la Policía Federal Argentina. Al Departamento Central vine una vez, el 8 de marzo de 1953 citado por el jefe de entonces. Eramos un grupo de 36 policías a quienes nos aseguró que íbamos a ser comisarios. Luego llegué a comisario general que es la máxima ambición de un policía. Esto fue el 31 de diciembre de 1985. Y el 16 de junio de 1986 me hice cargo de la jefatura."

"Nunca me voy a cansar de agradecerle a Dios toda la ayuda que me brindó. Yo digo que Dios es policía. Pero una persona me abrió los ojos. Me dijo que "Dios es argentino". Y con esa idea cómo no vamos a salir adelante."

"No doy consejos. Transmito exigencias. Pero sin dureza, como una conversación amable. Yo siempre le digo al policía que cualquiera sea su grado dentro de la escala, debe ser el mejor. El más claro, trabajador, dedicado, capaz, etc. Así, volcando ese deseo de serlo posibilitará que su tarea emerja con mucha fuerza. En el esfuerzo de sus hombres radica la base para la grandeza de las instituciones."

"El insulto al policía en una cancha de fútbol es igual que el grito de gol cuando éste se produce. Es un hecho folklórico. Ya no le llama la atención a nadie. Si ingresa alguien a la cancha que no se le ocurra a un policía tratar de sujetarlo porque se gana el grito hostil de todos los espectadores. Hay un carterista que es detenido. Nadie pregunta qué hizo. Todos están en contra del policía. Ahora, cuando alguien dice "detuvieron a un carterista", todos aplauden. Es la realidad con la que nos encontramos a diario."

"Soy hincha de Boca y voy a la cancha desde los nueve años. Hoy estamos tristes pero para que existan las alegrías deben existir tristezas. Y detrás de una tristeza llegará una alegría. Y luego una gran alegría."

"El policía nunca se saca el uniforme. Aún cuando vaya por la playa caminando en short sigue siendo policía. Y está permanentemente dispuesto a intervenir cuando haga falta. Se podrá despojar del uniforme pero nunca de la idea de que es policía."

"Mi vida es muy metódica. Estoy poco en mi casa. Mis gustos son limitados. Toda mi vida fui un pibe de barrio. Y gracias a Dios me sigo reuniendo con mis amigos del Nacional, de Flores, con los que he compartido una infancia, quizá muy carenciada, pero intensamente vivida."

"Nunca le tuve miedo a la muerte. Sí a la de mis seres queridos. El policía jamás piensa en la muerte. El día que lo haga, no podrá ser más policía, porque aún sin darse cuenta se brinda con su propia vida permanentemente."


Las otras figuras

Marta Oyhanarte de Sivak

El 18 de octubre del '85 produjo, en Tiempo Nuevo, una noche estremecedora. No sabía ese día que su súplica a los secuestradores de su marido sería vana. Osvaldo ya había sido asesinado. Dos años más tarde el caso Sivak parece cerrarse, aunque se haya transformado desde el principio en un escándalo político-policial. Las revelaciones sobre su secuestro no constituyen otra cosa que la manifestación de una estructura de poder enferma, que se había instalado en el país desde hace más de una década. El funcionamiento de la democracia tuvo la virtud de exhibirlas a la opinión pública. Marta Oyhanarte eligió el camino del coraje. Se convirtió en el símbolo de una sociedad que se rebela contra las formas de la ilegalidad y la violencia. Desde el dolor fue transformándose en lúcido fiscal de la más bochornosa marginalidad. Fue más allá de su dramática realidad personal. En cada aparición suya el mensaje fue claro: lo que le pasa a un solo miembro de la sociedad, en realidad le pasa a todos, la solidaridad sobre la indiferencia. La dignidad de Marta Oyhanarte increíblemente le dio sentido profundo a una tragedia inútil.

Antonio Cafiero

El triunfo justicialista del 6 de septiembre fue uno de los acontecimientos más importantes del año. Y si bien esa victoria resultó de una interrelación de factores, es indudable que Antonio Cafiero se convirtió en protagonista de esa transformación electoral. Porque derrotó a un notable del radicalismo, como lo es, sin duda, Juan Manuel Casella, porque recuperó para su partido una provincia clave, porque lució en un debate televisivo que conmovió al país, porque desde la renovación reconquistó a un peronismo deteriorado por experiencias no muy lejanas y porque tuvo, en los últimos años, y mostró una excepcional capacidad de lucha. Sus esfuerzos por democratizar un partido con rasgos autoritarios y su moderación frente a las tentaciones fáciles, que el éxito suele desparramar, constituyen otros pilares de su sólida imagen actual. Ganó las elecciones, viajó a Europa para explicar el justicialismo '87, ha empezado a gobernar una provincia tan apasionante como compleja y, seguramente, librará su propia batalla interna por alcanzar la futura candidatura presidencial. Hincha de Boca, elegante, con mucho de vehemencia a la italiana, con estallidos de enojos y buen humor y "titular" de una encantadora familia, Antonio Cafiero jugó su destino en el '87 y ganó, La siguiente cita es 1989.

Bernardo Neustadt

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domingo, 1 de febrero de 1987

Encuentro entre Marco Denevi y Osvaldo Soriano - 1987

REVISTA EXTRA - AÑO XXII - Nº 260 - FEBRERO 1987
EL EXTRAÑO EJERCICIO DE PENSAR
Encuentro entre Marco Denevi y Osvaldo Soriano

¿Están los intelectuales comprometidos con el país? ¿Es posible pensar en un mundo mejor? ¿Se puede ser escritor sin talento? A lo largo de este reportaje paralelo, éstos y otros interrogantes van encontrando sus respuestas en las opiniones de dos escritores importantes: Marco Denevi y Osvaldo Soriano. Autores, cada uno, de dos recientes éxitos literarios -"Enciclopedia secreta de una familia argentina" y "A sus plantas rendido un león", respectivamente-, reflexionan en este diálogo con Extra sobre la soberanía, el anarquismo, la literatura, el autoritarismo, las ilusiones, los argentinos..., pero, sobre todas las cosas, logran la mejor de las propuestas: hacer pensar.

Extra: ¿Cómo surgieron los temas para sus últimos libros?

Marco Denevi: ¿Cómo surge, en uno, el amor, por ejemplo? Es un asunto complicado. En el momento de amar, uno ama y punto. Las teorías sobre el amor en general, los razonamientos sobre cada amor en particular no los hace el amante mientras ama, sino otro, aunque lleve su mismo nombre y apellido. Y de lo que habla no es del amor, sino de la memoria del amor. No hay que hacerle mucho caso. La memoria fantasea.

Osvaldo Soriano: Por lo que recuerdo, la idea del último libro surgió una noche, a altas horas de la madrugada, mientras conversaba con un amigo mío, José María Pasquini Durán. El me contó que en uno de sus viajes conoció a un cónsul argentino varado en Guyana, durante la guerra de Malvinas. Este funcionario no estaba en tan malas condiciones, como el personaje de mi novela, pero se sentía desesperado porque no tenía ningún contacto con el país y no sabía realmente lo que pasaba. Mientras José María me contaba su historia se me presentó la imagen de un cónsul argentino perdido en algún lugar del planeta. Ese lugar después se convirtió en un pequeño país africano imaginario.

Extra: ¿Qué cosas pensaban obtener siendo escritores y qué cosas de sus profesiones los reconfortan? ¿Hay alguna relación entre ellas?

Denevi: Lo único que espero de la vida es vivir el mayor tiempo posible y que nadie, empezando por los médicos, me impida vivir como yo quiero, claro que bajo la condición de no perjudicar al prójimo. Todo lo demás son añadiduras. Entre esas añadiduras está mi obra literaria, con la que no creo que le cause daño a nadie.

Soriano: Siempre hay diferencias entre la ambición y el resultado. En mi caso, nunca me he propuesto grandes metas. No soy de hacer demasiados planteos. Cuando empecé a escribir mi primera novela pensaba cuántas novelas sería capaz de escribir. Soy muy perezoso y en lugar de trabajar prefiero ir al cine o pasear. En aquel entonces pensé que si llegaba a escribir cuatro novelas estaba hecho. En la actualidad llevo escritas cuatro novelas y espero escribir alguna más si la salud y el tabaco me lo permiten. Quizás lo único que me propongo al escribir es quitarle cierta solemnidad que tiene la literatura. Divertirme escribiendo y abrir un mundo que mezcle la aventura con una especie de parábola política del humor. Hasta ahora lo he conseguido en alguna medida, pero me gustaría ir más lejos si pudiera. Al menos lo voy a intentar.

Extra: ¿Ser escritor es una cuestión de talento natural o de voluntad?

Denevi: Yo agregaría la buena suerte. Talento, voluntad y buena suerte son las patas de un trípode. Elimine una y el trípode se va al suelo.

Soriano: Para mí es una cuestión de voluntad seria. Más allá de mi pereza, cuando me pongo a escribir y paso de la página treinta sé que termino el libro. El problema es llegar a esa página. En cuanto al talento, se necesita una cuota importante. Algunos escritores norteamericanos la suelen situar en el 10%.

Extra: ¿Cómo se definirían como escritores?

Denevi: ¡Pobre de mí si pudiera definirme una vez y para siempre! Felizmente cambio mucho.

Soriano: Nunca me puse a pensar en eso. En todo caso, mi originalidad, si hay alguna, pasa por el humor, por la ironía. Desde mi punto de vista, la única manera válida de escribir una novela, hoy en día, pasa por lograr cierta ironía frente a lo que se está haciendo.

Extra: Sus últimos libros hablan, en cierta forma, del país. ¿Puede el autor aislarse de su contexto?

Denevi: Creo que ni los autores de cuentos de hadas lo pueden. Escribir un cuento de hadas constituye una forma -que sea buena o mala es otra cosa- de reaccionar frente al mundo que nos rodea.

Soriano: Personalmente necesito basarme sobre algún hecho concreto. Puede ser que algún elemento que en un primer momento no me llama la atención después le dé importancia. El autor no se puede aislar de su contexto. Quizás alguien lo haya hecho, pero no creo. En mi caso trato de ayudarme con elementos del entorno no sólo real, sino también fantástico. Por ejemplo, hubiese sido más fácil hablar de la guerra de Malvinas desde el país. Hacerlo desde un lugar perdido en el mapa me sirvió para que el personaje exteriorizara su parte patriotera como, también, la realmente patriótica. Por menos nacionalista que uno sea, molesta bastante que los ingleses hayan extendido la zona de exclusión prácticamente hasta Tierra del Fuego.

Extra: ¿Cuáles son los nombres clave de la literatura argentina?

Denevi: Mi "Enciclopedia secreta de una familia argentina" está atribuida -por mí- a "Marco Denevi y otros". En rigor, es lo que deberíamos hacer con todos nuestros libros, porque cualquier obra humana procede a la vez de un hombre y de una sociedad. Los "nombres clave" son una manera de ignorar el secreto tejido de las influencias, de las correspondencias, de los antecedentes, de los celos, de los reflejos, también de los robos a mansalva, todo ese vasto metabolismo que aquí se llama "Martín Fierro" y un poco más allá se llama "La gloria de Don Ramiro", para dar dos ejemplos que parecen provenir el uno de las antípodas del otro.

Soriano: Los nombres clave de la literatura argentina son los que todos compartimos. Desde Roberto Arlt para adelante hay una sucesión que pasa por Marechal, Cortázar, Borges, Bioy Casares y muchos otros. Es la línea obvia de la literatura. Mi gran obsesión cuando era joven e intentaba escribir mis primeras líneas, fue Horacio Quiroga.

Extra: Si pudieran elegir llevar al cine una de sus obras, ¿cuál elegirían? ¿Qué director, guionista, actores y actrices contratarían?

Denevi: "Asesinos de los días de fiesta". Como director y guionista a Federico Fellini. El elenco estaría integrado por Dominique Sanda, Norma Aleandro, Valentina Cortese, Marcelo Mastroiani, Peter Ustinov y Pablito Rago, como miembros de la familia. Eddie Murphy como la víctima.

Soriano: Yo elegiría "Triste, solitario y final", aunque mi última novela, "A sus plantas rendido un león", tiene elementos más cinematográficos, pero sólo podría ser filmable si se pudieran hacer creíbles ciertas escenas. Por ese motivo el director ideal sería Federico Fellini. Pero si me tengo que referir a un director argentino lo elijo a Leonardo Favio. Es un profesional que se ha acercado a un cine conmovedor, con un gran sentido del humor popular. Como guionista me parece que Roberto Cossa es el mejor del país. En cuanto a la parte actoral, sin duda, elijo a Héctor Alterio.

Extra: Y usted, Soriano, ¿qué opina del escritor Marco Denevi?

Soriano: Me parece un escritor considerable. No leí su último libro todavía, pero tengo en mi mente aquel Denevi de "Rosaura a las diez", por ejemplo, que de algún modo me ayudó a escribir. Lamentablemente -me pasa con Denevi como con tantos otros- tengo un bache de diez años con muchos autores que ni siquiera sé qué han publicado. Pero sin ninguna duda, Marco Denevi forma parte de un tronco muy grande que es la literatura argentina y que muchos críticos se empeñan en negar.

Extra: Octavio Paz ha señalado que en general los intelectuales de los países de América Latina se relacionan con la política a través de propuestas utópicas de izquierda. ¿Cuál es el papel que han cumplido los intelectuales en esta parte del continente y en particular en Argentina?

Denevi: Como el intelectual es frente a "los hombres de acción" -políticos y militares- un cero a la izquierda se desentiende de la realidad y se dedica a la utopía de los ideales, utopía que, como cuestiona a esa sociedad donde el intelectual no corta ni pincha, suele llamarse izquierdista.

Soriano: Lo que dice Octavio Paz lo desmiente él mismo con su propia militancia a favor de la política de los Estados Unidos para el resto del continente y del mundo. Se podría generalizar diciendo que lo cultural, sobre todo hasta los años setenta, estaba muy cerca de la izquierda, en la medida en la izquierda representaba la vieja idea del socialismo utópico. En la actualidad, luego de las sucesivas derrotas de la izquierda, se produjo una mutación hacia un centrismo acomodaticio.

Extra: ¿Por dónde pasan sus convicciones políticas?

Denevi: Por el anarquismo. Claro que no por el anarquismo de los atentados con bombas. Si la historia hubiese corrido en la buena dirección, cada vez tendríamos menos necesidad de gobiernos, ese mal todavía es necesario. Habríamos llegado a prescindir del Estado, vale decir, a la anarquía en su sentido original. Por desgracia cada día los poderes del Poder aumentan. Ya casi no queda zona de nuestra vida donde no meta las narices. Y si no, que lo digan los servicios llamados irónicamente de inteligencia.

Soriano: Soy de izquierda independiente. Nunca estuve en ningún partido, no simpaticé con algún partido u organización que me pudieran ofrecer algún tipo de cargo. Además hice todo lo posible para que no me ofrecieran.

Extra: Hay un fenómeno en Argentina que no se manifiesta en otros países: identificar la palabra "patria" con el poder de turno. En determinado momento la patria debía ser "peronista", "socialista" o "metalúrgica". Esto revelaría, entre otras cosas, la esencia autoritaria de la sociedad argentina. ¿Estamos enfermos de ideologismo?

Denevi: Yo diría que abundamos de maniqueísmo simplista, a menudo deliberado y doloso. En muchos casos, y no sólo en política, ignoramos los matices. Por pereza intelectual o, no sé, por otras razones menos inocentes, pegamos en los frascos de caramelos unas grandes etiquetas que dicen "caramelos de chocolate" o "caramelos de limón". Ninguna que diga "caramelos surtidos", que son los únicos caramelos que fabrica la realidad.

Soriano: Es una cuestión de autoritarismo. La patria es uno y no el otro. La patria es lo que yo pienso que debe ser. En síntesis, toda patria sectorial es siempre elitista y autoritaria.

Extra: Les damos la chance de elegir cinco adjetivos. Defínanme con ellos a los argentinos.

Denevi: Perdóneme, pero no recojo el guante. Me resulta imposible aplicar cinco adjetivos a treinta millones de seres humanos, y que los cinco valgan para todos.

Soriano: Ambiciosos, negadores, leales, algo que es muy argentino como chantas y, pese a todo, talentosos. Se ha logrado destruir un país sin destruir al argentino.

Extra: ¿Hay liderazgos políticos en Argentina?

Denevi: En la República Argentina no hay política si no hay liderazgos. Y puesto que hay política, hay líderes. La calidad de los liderazgos -y de los políticos- es harina de otro costal.

Soriano: La sociedad argentina siempre ha necesitado líderes. Esto no quiere decir que sea bueno, pero es real. Todo intento de los partidos políticos de zafarse de su propio líder fracasa. Los intransigentes, por ejemplo, se pasaron un año diciendo que Alende no se iba a presentar a nada y ahora lo van a buscar a la casa.

Extra: ¿Se sienten cómodos en el primer, segundo o tercer mundo? ¿En cuál de estos espacios insertarían el mapa geográfico del país?

Denevi: Todo esto del primero, segundo o tercer mundo me tiene sin cuidado. Lo que me interesa es saber cómo vive la gente, si es feliz o desdichada. Digo gente, personas con nombre y apellido, y no datos abstractos como el volumen de las exportaciones o esa cosa misteriosa que se llama producto bruto interno. No estoy lejos de pensar que un piel roja en sus praderas es mucho más feliz que un ejecutivo neurótico en Manhattan.

Soriano: Entre la miseria espantosa de Guatemala y la situación económica de Argentina hay una diferencia enorme, pero los dos países están dependiendo del cordón que los ata al Fondo Monetario Internacional. Esto hace que estemos en el tercer mundo, pero el argentino, inconscientemente, se siente relegado de un primer mundo al que debería pertenecer.

Extra: ¿Los seduce alguna hazaña militar contemporánea o que hayan leído en los libros de historia?

Denevi: Los armisticios.

Soriano: Más que las hazañas, me atraen los personajes. Como todo buen argentino, tengo cariño por los frustrados, los derrotados. Por eso me gusta más Belgrano que San Martín. Belgrano tenía una buena cuota de locura y a través de la historia queda la imagen de un tipo con contradicciones, capaz de ser mujeriego, capaz de ser una persona normal. Al no ser un militar de carrera, no tenía metida en la cabeza la idea de la defensa profesional. Por lo tanto ir a luchar al Norte hace más de cien años tiene un valor diferente. Yo pienso que Belgrano tenía una propuesta, un proyecto, que, por supuesto, San Martín no tenía. Tengo la sensación de que tanto Belgrano como Moreno soñaban con algo grande.

Extra: ¿Cómo ven el país?

Denevi: Lo veo como a un niño al que lo tuvieron atado a la pata de una mesa durante años, sin dejarle leer más que historietas. Ahora lo soltaron, pero todavía le falta mucho para que aprenda qué hacer con su liberación.

Soriano: En cuanto a la conquista de la democracia, en su sentido más formal, estamos todos de acuerdo. Los tres poderes funcionan, formalmente, de manera independiente y las libertades públicas, formalmente están garantizadas. Sin embargo, existen todavía rasgos autoritarios en toda la sociedad, empezando por el Gobierno. Un presidente que llama a los diputados de su partido para decirles cómo tienen que votar es un rasgo autoritario. Mientras haya un diputado que insulte por radio la democracia no va a avanzar. Y lo peor de todo es que ese diputado logra, con su aptitud, que lo inviten a todos los programas del país. En materia económica, si las cosas no van cada vez peor estamos estancados y no se ve otra salida más allá de las que quiere ver el equipo económico. Por todo esto creo que el radicalismo no es un buen gobierno, el problema es que no hay alternativa.

Extra: ¿Qué significa para ustedes la palabra soberanía?

Denevi: Nada, salvo si pienso en Luis XIV. Pero la soberanía del pueblo es uno de los tantos mitos modernos. Dura un día, sirve para las elecciones en que la mayoría vota sin saber a quién ni por qué, y después pasa a ser una frase.

Soriano: La soberanía es algo que se ha declamado mucho y se practica poco aunque signifique muchas cosas. Si hablamos de nosotros, Argentina es un país que ejerce su soberanía política a medias. Somos unos de los pocos países de América que tiene territorio en disputa con un país extracontinental. En cuanto a la soberanía económica, sin duda somos dependientes.

Extra: Si tuvieran el poder para hacerlo, ¿qué cambiarían del mundo actual?

Denevi: O cambiaría todo, lo cual es imposible, o no cambiaría nada, lo cual es una cobardía. Por lo general nos decidimos por la hipocresía de cambiar algunas piezas, con lo que no se consigue que el juego de la historia cambie.

Soriano: Como soy de izquierda, cambiaría la relación entre la producción y las fuerzas sociales. Una sociedad sin clases y con igualdad de oportunidades para todos. Pero, sobre todo, una sociedad que se reconozca a sí misma como solidaria. Una sociedad que no permita que sus hijos se mueran de hambre. Cuando hablamos de los países que se dicen socialistas, a casi todos nosotros, aun a la gente de izquierda, se nos hace muy fácil denostarlos. Tienen tantas cosas en contra que no necesitan que les agreguemos más. Pero lo que es cierto también es que algunos problemas de solidaridad de base han sido resueltos. Allá no hay mendigos que mueran en las calles.

Extra: ¿Qué ilusiones perdieron a lo largo de sus vidas?

Denevi: ¿Usted dice ilusiones? En el orden personal, y mientras esté vivo, ninguna. Después no sé.

Soriano: En lo personal no muchas. Quería escribir una cierta cantidad de novelas que fuesen dignas y lo he conseguido. Perdí ilusiones menores, como ser el centroforward de San Lorenzo. En cuanto ilusiones compartidas, perdí algunas mayores, como poder ver una sociedad socialista. A los veinte años pensaba que iba a alcanzar a verla, y ahora, con la edad que tengo y lo que fumo, me parece que no llego. Esto no quiere decir que no sea posible. Me queda la esperanza, antes de morirme, de ver una sociedad, que sea la mía, democrática y libre.

Extra: ¿Les gustó este reportaje?

Denevi: ¿Cómo lo envidio? ¡Qué joven es usted!

Soriano: Sí, me gustó. Lo que sucede es que no estoy acostumbrado al ping pong que proponen los reportajes. Si pudiera evitar las entrevistas las evitaría, pero no sé decir no. Después que las acepté me arrepiento. Me da miedo someterme a una serie de preguntas de las cuales todas las respuestas van a ser presuntuosas. Además, por una deformación profesional, al escritor que ha sido periodista le cuesta mucho estar del otro lado.
Bernardo Neustadt

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