lunes, 1 de mayo de 1972

ENTREVISTA A RICARDO BALBIN VERSUS RAUL ALFONSIN - 1972

REVISTA EXTRA - AÑO VII - Nº 82 - MAYO 1972
RICARDO BALBIN VERSUS RAUL ALFONSIN
Reportaje paralelo a los líderes de una ejemplar pugna electoral


1. ¿Cuál es la diferencia entre La Hora del Pueblo y el Frente Cívico de Liberación Nacional?

Ricardo Balbín: No pueden marcarse diferencias entre dos cosas que no pueden compararse. La Hora del Pueblo es una coincidencia al servicio de lograr la institucionalización y define pautas económicas-sociales y educacionales de suma utilidad para marcar rutas de futuro y demostrar que se puede, sobre la base de ideas esenciales, dar seguridad al reclamo de una democracia social y vivir en ámbitos de sana convivencia y mutua colaboración. Reitero que nunca en su seno se trataron aspectos vinculados al proceso electoral. El Frente Cívico al que alude la pregunta, hasta hoy aparece como un enunciado, definido de muy distintas maneras, de ahí que no sea posible hacer comparaciones.

Raúl Alfonsín: La Hora del Pueblo nació como una coincidencia de partidos políticos para lograr objetivos comunes, referidos fundamentalmente a unir los esfuerzos populares para obtener un rápido retorno a la normalidad institucional. Las distintas agrupaciones, asimismo, han acordado puntos mínimos programáticos que se comprometen a respetar y apoyar, ya sea desde posiciones de gobierno o de oposición. Estas coincidencias no afectan en absoluto la individualidad de cada uno de los partidos. Sobre el llamado Frente Cívico de Liberación Nacional es poco lo que se sabe; en realidad, no pasa mucho más allá de un confuso enunciado. Presencias como las de Frondizi y Frigerio en su gestación permiten, por otra parte, abrigar serias dudas sobre sus verdaderas motivaciones.

2. ¿Alguna de ellas es la continuación del Gran Acuerdo Nacional?

Balbín: La Hora del Pueblo no es ni principio ni continuación de lo que se ha dado en llamar Acuerdo Nacional. Acuerdo Nacional es una expresión oficial, supongo que es un llamado a la responsabilidad y madurez del conjunto nacional, que termina en la "urna" respetada, a la cual el pueblo que decide debe llegar rodeado de garantías y libre de acondicionamientos, seguro de que su voluntad será respetada.

Alfonsín: Con el GAN ocurre algo similar a lo que se acaba de señalar para el denominado Frente Cívico: no pasa mucho más allá de ser un confuso enunciado. Si simplemente se tratase de lograr coincidencias mínimas para asegurar un futuro de normalidad institucional, sin segundas intenciones, lo que La Hora del Pueblo ha hecho en este sentido es mucho y muy positivo.

3. ¿Cómo ve el radicalismo las negociaciones entre el Gobierno y Juan Domingo Perón?

Balbín: Aquí es necesario hacer un distingo. Todo cuanto esté relacionado con hechos, circunstancias y problemas relativos a actos de gobierno con relación a la persona del señor Perón, considero lógico que se resuelvan. Pero si existen, cosa que ignoro y no supongo, negociaciones vinculadas a resolver cuestiones electorales, se afectaría la claridad con que deseamos se cumpla y realice la consulta al pueblo.

Alfonsín: Al radicalismo no le molesta que se hagan esfuerzos en todos los niveles para asegurar la real vigencia de la democracia para todos los sectores de la vida nacional. Si en cambio se realiza algún tipo de tratativas -sean cuales fueren sus protagonistas- tendientes a llegar a acuerdos o pactos a espaldas de la ciudadanía y para burlar o distorsionar la voluntad popular, el radicalismo habrá de denunciarlas y luchará contra ellas.

4. ¿Qué significa que el próximo gobierno sea de transición y consolidación?

Balbín: El próximo gobierno será la consecuencia de la voluntad ciudadana y cumplirá su ciclo de acuerdo a las ideas y soluciones propuestas al país. Tendrá o será el "tránsito" entre lo que está y lo que viene. Creo sí, que si comprende al país y sabe de sus angustias, inseguridades y de los múltiples interrogantes abiertos ávidos de respuesta, será de consolidación, de la necesaria consolidación, que no sólo dependerá de él, sino del conjunto nacional. De ahí que el haber predicado la necesidad de convivir, coincidir o disentir al amparo de la idea central de asegurar la vida de las instituciones y de los cambios en paz, ayuda y mucho para afrontar la gran tarea que reclama el país.

Alfonsín: La pregunta debe estar dirigida hacia quien haya expresado tales intenciones. Para nosotros el futuro gobierno debe ser la expresión de la libre voluntad ciudadana.

5. ¿Cree usted en las próximas elecciones?

Balbín: Con absoluta seguridad. Así lo quiere y lo entiende el país y, dentro de él, todas las instituciones que lo integran. Incluyendo naturalmente a las Fuerzas Armadas. Por lo demás no queda otro camino. Quien intente frustrarlo juega con fuego y no es aventurado afirmar que perecerá en la hoguera.

Alfonsín: Por supuesto que sí. Las futuras elecciones son el triunfo de la permanente lucha popular mantenida durante casi seis años contra todo tipo de opresión o totalitarismo.

6. ¿Cómo se debe presentar el radicalismo a esas elecciones?

Balbín: Con fe y seguridad. Claramente definido y dando respuesta a las inquietudes de la época. Es decir, mostrando su capacidad de realización y su decidido y permanente deseo de servir al hombre y prestigiar las instituciones que lo prestigian y lo protegen. En cuanto a candidaturas, si es que a ello también alude la pregunta, y todo cuanto a ello se relacione, será la consecuencia de sus propias determinaciones.

Alfonsín: El radicalismo debe concurrir al acto comicial como lo mandan su tradición y sus principios, es decir, con su propio programa y sus candidatos, elegidos por el voto directo de sus afiliados.

7. ¿Cómo calificaría usted estos seis años de Revolución Argentina?

Balbín: Llegó arbitrariamente, sin razón y por la fuerza. No resultó de realizaciones sino de retroceso. Introdujo la inseguridad, alteró la economía y la inquietud social. Su balance, espero que sirva de experiencia para el futuro argentino. Esos son caminos que no debemos recorrer nunca más.

Alfonsín: Han sido nefastos para el país, para sus instituciones y para sus habitantes. Pocas veces la historia mundial ha mostrado tanto daño -político, económico, social, educativo, moral, etc.- cometido en tan poquísimo tiempo.

8. ¿Qué papel deben jugar las FF.AA. en el próximo gobierno?

Balbín: El que le asigna la Constitución Nacional y las leyes que rigen la institución. Deben participar del Gobierno e integrar el Gabinete en las condiciones y con las facultades inherentes al cargo, tal como lo indican nuestras reglas constitucionales.

Alfonsín: Atender sus funciones específicas, subordinadas a las que manden los poderes establecidos por la Constitución.

9. ¿Cuál es el panorama interno de la Unión Cívica Radical?

Balbín: Auspicioso. Practicando en este momento su democracia interna para constituir sus nuevas autoridades en todo el país y preparándose para elaborar un programa de realizaciones. Evidenciará que está actualizado en el tiempo con vistas al futuro. Será agresivamente afirmativo.

Alfonsín: El de la UCR es un panorama de vitalidad. La clave de la larga y lozana historia de este partido está en que nunca se ha cristalizado, que nunca se cerró a las nuevas ideas, que siempre supo marchar al ritmo que los tiempos exigían. Así lo vuelve a hacer ahora, en un proceso de debate interno que bien puede ser calificado de ejemplar.

10. a) ¿Qué opina usted del Dr. Alfonsín, con respecto a la pugna electoral que se ha dado entre ustedes?

Balbín: Respondo a las preguntas 10 y 11 juntas. Tenía y tengo del Dr. Alfonsín el mejor de los conceptos. La pugna en la que estamos empeñados no altera mi personal apreciación. He dicho antes de ahora, respondiendo a preguntas similares, que con el doctor Alfonsín durante estos últimos años y muchos anteriores hemos trabajado juntos sin haber mediado diferencias en las ideas. Explico entonces esta lucha como el deseo de cada uno de hacer lo mejor para adelante, ya que nada nos separó en lo que hicimos.

10. b) ¿Qué opina usted del Dr. Balbín, con respecto a la pugna electoral que se ha dado entre ustedes?

Alfonsín: El doctor Balbín tiene una vieja y meritoria militancia radical, que ha culminado con la docena de años que lleva como presidente del Comité Nacional. Pensamos que, sin desconocer tales antecedentes, ha llegado el momento de renovar la conducción, de ampliar las responsabilidades, de agilitar la acción partidaria y de profundizar las definiciones.

11. ¿Cuáles son las causas que los separan en este momento?

Alfonsín: No existen causas que nos separen en este momento. El doctor Balbín decidió aceptar la reelección para la que comenzaron a postularlo, desde fines de noviembre pasado, el señor Julián Sancerni Jiménez y otros grupos de parecidas características al que encabeza el dirigente capitalino, pertenecientes a distintos puntos del país, y aun mismo de la provincia de Buenos Aires. Nosotros, en cambio, creemos en la renovación.

12. ¿Qué factores pueden impedir las elecciones en marzo del 73?

Balbín: Los del resentimiento de algunos o las especulaciones antidemocráticas de los pocos que auspician conducciones de corte totalitario. Sin descontar intereses monopolistas o de penetración exterior.

Alfonsín: El pueblo, que ha logrado la convocatoria electoral, no debe bajar la guardia. Es evidente que existen poderosos intereses, fundamentalmente el imperialismo y sus servidores internos, que buscan impedir la culminación de un proceso que sin duda llevará a las funciones de gobierno -nacionales y provinciales, de oficialismo y de oposición- a las grandes mayorías populares. El proceso de liberación quedará así abierto y los privilegios que serán afectados lo saben; por eso pueden intentar obstaculizar la normalidad de la salida. Pero no tendrán éxito, porque los argentinos no admiten ya más frustraciones ni intentos reaccionarios.

13. ¿Cuáles son las causas de tanta violencia y muerte?

Balbín: Mucho se ha dicho y explicado a este respecto. Se han analizado matices. Se han explicado algunos y se han condenado otros. Pero la causa fundamental radica en la no representación y participación del pueblo en las decisiones que le pertenecen. De ahí que la recuperación en la Ley, mediante el logro de las instituciones de la República, terminarán con la "violencia protesta" y ubicará en su pequeño límite a la "subversiva", que no termina con la institucionalización, ya que actúa en otras partes de Latinoamérica y del mundo, pero le impedirá engordar en el río revuelto.

Alfonsín: No por repetida debe dejarse de lado la referencia a la violencia de arriba y a la violencia de abajo. Lamentablemente, la subversión comenzó el 28 de junio de 1966, cuando fue derrocado el gobierno constitucional. A partir de allí se desató una violencia que enfrentó a los defensores del statu quo con los grupúsculos mencionados en la respuesta anterior. El pueblo argentino permaneció ajeno a esos enfrentamientos, que significaron muerte, secuestro, tortura y otros atropellos a la dignidad humana. Precisamente el respeto de los derechos humanos y ciudadanos, el retorno a la normalidad de la ley sin represiones injustas y la libertad de expresión para todas las opiniones e ideas constituyen ahora fundamento indispensable para la desaparición de la violencia y el imperio de la paz. El pueblo podrá así defender sus derechos y hacerse oír, sin necesidad de tener que acudir -como legítimamente lo han venido haciendo- a la protesta masiva y callejera frente a los muchos atropellos de que, en lo político, económico-social y educacional, ha sido víctima.

14. ¿Qué le pediría hoy al presidente Lanusse?

Balbín: Nada más que el cumplimiento del deber que se ha impuesto en su nombre y en el de las Fuerzas Armadas, cual es el de convocar al país y realizar la tarea con limpieza y sin limitaciones, respetando la voluntad soberana del pueblo.

Alfonsín: A Lanusse y a las Fuerzas Armadas les pediría, simplemente, que cumplan el compromiso adquirido de devolver al pueblo, sin proscripciones ni condicionamientos, el ejercicio de su soberanía.
Bernardo Neustadt

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Si desea enviar un mensaje a Bernardo Neustadt puede hacerlo escribiendo a bernardo.neustadt@gmail.com

ENTREVISTA A ROBERTO LEVINGSTON - 1972

REVISTA EXTRA - AÑO VII - Nº 82 - MAYO 1972
GENERAL LEVINGSTON: DIGA LO QUE PIENSA
Entrevista a Roberto Levingston

Extra: ¿Cree que hubiera sido útil la autoproscripción de Lanusse?

Roberto Levingston: El teniente general Lanusse asumió, en su condición de comandante en jefe del Ejército, la grave responsabilidad de modificar las prioridades de la Revolución Argentina, al reemplazar los objetivos de transformación por una instancia que debía ser la resultante del proceso revolucionario. Me refiero a la institucionalización de la República. En consecuencia, el teniente general Lanusse es el responsable fundamental de la crítica es el responsable fundamental de la crítica situación económica, social y política en que ha sido colocada la Nación luego del 23 de marzo de 1971. No es, pues, un ciudadano más, sino el hombre que gobierna en nombre de las Fuerzas Armadas y cuyos actos deben juzgarse como los de un soldado en actitud de servicio. Hablar entonces de su presunta candidatura es no sólo dañino para la investidura presidencial, sino que resulta indecoroso para las Fuerzas Armadas, en cuyo nombre ha prometido al Pueblo argentino elecciones limpias.


Perón candidato

Extra: En relación con lo anterior, ¿qué opina de la anunciada candidatura de Perón?

Levingston: En primer lugar, no veo dónde reside el punto de comparación con la supuesta candidatura del teniente general Lanusse. Desde el momento en que se abre la instancia electoral, es necesario admitir la acción de los líderes políticos y de los ciudadanos argentinos sin otro condicionamientos que los impuestos por las leyes de la República. En el caso específico del ex presidente Perón, entiendo que han sido eliminadas -por la vía legal correspondiente- algunas situaciones pendientes. Pero aún subsiste el fallo del Tribunal de Honor Militar, cuya vigencia es incompatible con el ejercicio de la presidencia de la Nación, ya que, según nuestra Constitución, el primer magistrado es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas.


El diálogo con Madrid

Extra: ¿Admite el diálogo entre el presidente Lanusse y Juan Perón, con miras a un entendimiento entre el Ejército y un líder político mayoritario?

Levingston: El diálogo es una expresión de convivencia en toda sociedad organizada. Pero luego de las revelaciones del propio representante diplomático argentino en España, han tomado estado público negociaciones cuyos alcances exceden -a todas luces- un simple diálogo. Es evidente que se ha tratado de subordinar al ex presidente Perón a una empresa política -el llamado Gran Acuerdo Nacional- cuya naturaleza y objetivos hemos denunciado desde hace un año. Aparentemente, esa subordinación no se ha logrado. El conocimiento de este intento negociador, afecta, lamentablemente, la imagen de prescindencia y claridad que debe exhibir un gobierno representativo de las Fuerzas Armadas. Por eso, hoy más que nunca es necesario que el Gobierno defina cuáles serán las "reglas de juego" para llegar al comicio y, a partir de allí, se convierta en el árbitro y custodio de la legitimidad y limpieza del proceso.


¿Elección o revolución?

Extra: Hasta el fallido intento de Azul y Olavarría, usted sostenía la necesidad de "profundizar la Revolución" como paso previo al llamado a elecciones. Ahora aparece apoyando la formación de un Movimiento Nacional y reclamando elecciones limpias... ¿No hay una contradicción entre ambas posturas?

Levingston: En absoluto. He sostenido y sostengo que en la Argentina hay una empresa revolucionaria pendiente, uno de cuyos objetivos fundamentales es consolidar en el poder político a esa constante histórica que llamamos el Movimiento Nacional y que no es otra cosa que la revitalización de la alianza cívico-militar que hizo posible la emancipación de la patria y que, a través de nuestra historia, ha levantado siempre las banderas de la soberanía nacional frente a la acción de los intereses antinacionales. El elemento aglutinante del Movimiento Nacional puede ser, en algunos casos, un hecho de fuerza, cuyas medidas de gobierno encuentren eco en las mayorías. En otras ocasiones, la vía para que el Movimiento Nacional se encuentre está en las urnas. Pero está vía debe ser absolutamente limpia. Cuando yo llegué al gobierno existía una situación de fuerza, cuya legitimación dependía -fundamentalmente- de que las Fuerzas Armadas cumplieran con el compromiso revolucionario que habían asumido ante el pueblo argentino. Por eso, hacer o profundizar la Revolución, con medidas concretas, permitiría crear las condiciones para que el Movimiento Nacional surgiera como una respuesta espontánea y favorable de las mayorías frente al proceso revolucionario. Las Fuerzas Armadas habrían merecido el reconocimiento de su pueblo y conquistado la adhesión de los auténticos líderes políticos sin necesidad de componendas, negociaciones oscuras o sometimientos indignos. No hay pues contradicción. El objetivo es siempre el mismo: concretar la empresa revolucionaria pendiente. El instrumento político es siempre el mismo: el Movimiento Nacional cuyas características acabo de describir. Lo único que hemos modificado es la táctica, adaptándola a las circunstancias que nosotros no hemos creado ni deseado, pero que están vigentes.


La economía... esa clave

Extra: El movimiento Nacional aparece como una figura un tanto difusa. Para algunos, por ejemplo, sería el Frente de Liberación propuesto por Perón. Concretamente, ¿cómo definiría usted la acción del Movimiento Nacional en un área vital como la economía?

Levingston: Respecto del Frente de Liberación, no descarto que pueda ser -en esta eventualidad- un elemento aglutinante de los sectores definidos a favor del Movimiento Nacional. Pero eso se verá cuando queden claramente establecidos los objetivos, los alcances y los modos de acción de dicho Frente. En cuanto a la acción del Movimiento Nacional, su objetivo inmediato es desalojar a la contrarrevolución que está en el poder. A partir de ahí, ejecutar el Proyecto nacional, es decir ese nuevo modelo de Argentina a cuyas exigencias deberán someterse los diversos sectores que actúan en el escenario nacional. No se trata de una agresión, sino de una adecuación de los intereses sectoriales al superior interés de la Nación. Ese era el camino que habíamos emprendido aceleradamente durante la corta gestión de mi gobierno, pese a los inconvenientes que todo el país conoce. Se tomaron, entre otras, medidas en sectores clave de nuestra economía para recuperar el control del Estado sobre el ahorro y el crédito, sobre la comercialización de los hidrocarburos, la industria frigorífica, etc. Además, se completaba el cuadro con nuevas realizaciones en materia de energía, siderurgia, aluminio, hidroelectricidad, papel de diario, grandes obras de infraestructura, etc., que contaban con estudiada financiación en un contexto de equilibrio económico-financiero. Además, el Plan Nacional de Desarrollo y Seguridad definía, sin eufemismos, el rumbo que debía tomar nuestra economía, como así el papel del Estado en la actividad privada, de los sectores, de las regiones y del capital extranjero, para terminar con distorsiones y privilegios en el uso del ahorro de los argentinos. La "argentinización de la economía" no fue una proclama partidista de las que abundan en el país, sino un conjunto de medidas concretas, cuya aplicación habíamos comenzado rápidamente. El egoísmo, la miopía de algunos intereses -acostumbrados a imponerle a la Nación su ley de acción- hicieron que la contrarrevolución acelerara sus planes y frustrara nuestra empresa. Aquí no se trata, pues, de decir que haremos esto o aquello. Está a la vista de todos los argentinos una acción de gobierno y un conjunto de medidas concretas que se tomaron entre el 18 de julio de 1970 y el 22 de marzo de 1971. Como iniciación de un proceso de cambio que resulta impostergable y que la mayoría del país reclama.


¿Oposición o resentimiento?

Extra: ¿Cuáles son los motivos de su cerrada oposición al gobierno de Lanusse? ¿Acaso uno es el resentimiento personal?

Levingston: Mi conducta en los episodios del 22 o 23 de marzo ya fue juzgada por el Superior Tribunal de Honor de las Fuerzas Armadas, que me absolvió de culpa y cargo por unanimidad. Pienso que llegará el momento en que los demás protagonistas tendrán que rendir cuenta de sus actos como yo lo hice. Por eso, personalmente estoy ampliamente compensado ante mi conciencia, ante mis pares y ante mis compatriotas, ya que la verdad sale o luz tarde o temprano. Pero como militar, como ciudadano y mucho más como ex presidente de la Nación no puedo guardar silencio ante lo que considero una etapa desgraciada para el país. Por lo que ya ha ocurrido y por las consecuencias que todos deberemos pagar en el futuro. Una semana después de mi destitución califiqué de "contrarrevolución" al gobierno del teniente general Lanusse; denuncié que detrás del Gran Acuerdo Nacional, publicitado con "bombos y platillos", se escondían designios personales y anticipé que por ese camino llegaríamos -a corto plazo- a los umbrales de un enfrentamiento cívico-militar. Ojalá que, por el bien de la República y de su pueblo, me hubiera equivocado. Pero no fue así. Lo que muy pocos creyeron hace un año, hoy es el tema cotidiano de conversación y de honda preocupación de todos los habitantes del país. Objetivamente, los hechos: dijimos que la "contrarrevolución" paralizaría nuestro intento de "profundizar la revolución". Y así fue. El Plan de Desarrollo ha quedado prácticamente desvirtuado y las previsiones financieras deben modificarse cada sesenta días. Las medidas para reorientar el crédito y fortalecer a la banca nacional quedaron abandonadas y los resortes fundamentales del sistema financiero fueron remitidos a los personeros de los centros de poder económico. han sido inútiles todas las manifestaciones de buena voluntad de los llamados sectores nacionales. En un año han transitado varias veces los despachos oficiales, incluyendo el del presidente de la Nación. Y hasta hoy sólo arrancado promesas de un cambio económico, que nunca se concreta, y que en realidad exige una concepción y coordinación global. La devaluación monetaria, el déficit del presupuesto, la taza de inflación, el endeudamiento exterior, los índices de desocupación, la caída del salario real y la reciente recesión económica exhiben en el último año los "récords" más tristes y elocuentes del Gobierno. Los consumidores agredidos toman el camino de la protesta callejera. Y no obstante semejante costo económico-financiero y social, los voceros de los sectores antinacionales -que por mucho menos se desgarraban las vestiduras en épocas pasadas- guardan prudente silencio o se suman al coro de quienes tratan de distraer a los argentinos de sus problemas de fondo. Está es la "contrarrevolución" que denunciamos. Dijimos, también, que el llamado Gran Acuerdo Nacional escondía un designio personal. Hoy la supuesta candidatura presidencial del comandante en jefe del Ejército es un tema de diaria conversación, que parece no asombrar a nadie. Hasta el punto que en algunos niveles de las Fuerzas Armadas se lo analiza como asunto probable y como término de negociación. Más aún: a quienes se oponen a ello se los señala maliciosamente como supuestos golpistas. Pienso que una situación semejante sólo puede darse en el clima de tremenda confusión que estamos viviendo, donde a diario se subvierten valores que hasta ayer creíamos sagrados. Dijimos que en el horizonte de la "contrarrevolución" aparecían los síntomas de graves enfrentamientos cívico-militares. Es muy alto, ya, el tributo de sangre que la Nación está pagando... desde el obrero caído en Mendoza hasta el general de la Nación asesinado en Rosario. Estoy muy lejos de sentirme satisfecho, porque los hechos corroboran, finalmente, mis denuncias y prevenciones. Todo lo contrario. A medida que pasan los días crece mi indignación ante lo que hoy sucede. ¡Parece mentira, en medio de este cuadro que todavía haya quienes pretenden imponerle al país una empresa personal! ¡Es inconcebible que hombres con tremendas responsabilidades se entretengan en discusiones bizantinas sobre utópicos acuerdos o gasten talento en trasnochadas concepciones políticas! Finalmente, resulta inaudito observar, a diario cómo se despilfarran los dineros públicos y se malgastan torrentes de tinta y papel o kilómetros de celuloide para tratar de convencer a los argentinos de que estamos en "el mejor de los mundos" y que nuestros problemas se arreglarán con gestos y buenas palabras. La contrarrevolución ha ganado parcialmente está batalla y el pueblo argentino deberá pagar por ello un costo inmerecido e injusto. Ojalá, sobre los escombros de está derrota, los argentinos no equivoquemos nunca más nuestra trinchera. Entonces, entonces la causa nacional será invencible.
Bernardo Neustadt

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