REVISTA EXTRA - AÑO IV - Nº 35 - JUNIO 1968
¿JORGE ANTONIO PIENSA COMO PERON?
Entrevista a Jorge Antonio
Acusado, jamás justificado, amarrado a la impiadosa etiqueta de la “inmoralidad económica”, criticado denodadamente aun “por los que recibieron favores de su mano”, Jorge Antonio sigue transformado en el “PRIMER HOMBRE DE PERON”. Pero ¿piensa como Perón? Son dos mentalidades distintas, dos edades diferentes, dos actitudes. Unidos sí, entrañablemente en una serie de razones, de ideas, de afectos. Desunidos acaso, en los procedimientos, en la elección de hombres, sin que esto afecte la propiedad privada de una amistad inalterable. Atrapado por la vida en Madrid, admitió Jorge Antonio entregarse al diálogo con EXTRA. A ratos, agresivo. Esto resultó:
Extra: ¿Qué le falta para ser feliz?
Jorge Antonio: Vivir en mi país.
Extra: ¿Cuál es o ha sido su peor enemigo?
Antonio: Lo ha sido y lo es, todo aquel que por cualquier causa haya cooperado a la entrega y estancamiento de mi país en lo político, en lo económico o en lo social.
Extra: ¿Cuál ha sido o es su mejor amigo?
Antonio: Señalar a uno sería injusto para con los demás.
Extra: ¿De qué está Ud. arrepentido en su vida?
Antonio: De nada. Ni siquiera de haber desoído a los que me aconsejaban invertir en el exterior o a los que me anticipaban lo que sucedería al presentarme espontáneamente a la justicia. Unos y otros acertaron en sus previsiones, pero no puedo estar arrepentido puesto que de repetirse las situaciones volvería a obrar de la misma manera. Un hombre puede tener algo más que sentido práctico.
Extra: ¿Qué fue lo que quiso ser y no pudo? ¿O lo que quiso hacer y no pudo?
Antonio: Quise ser médico y no pude. Esta es mi ambición hasta mis 24 y 25 años. Quise contribuir a la verdadera independencia de mi país y ésta aún no se ha logrado.
Extra: ¿Cuál fue el momento de su mayor tristeza o depresión?
Antonio: El día en que nos detuvieron en Río de Janeiro, al intentar llegar a la Argentina con el general Perón. Entonces comprobé una vez más la intervención extranjera en los asuntos internos de mi país, y la falta de grandeza de los gobernantes de ese momento.
Extra: ¿Y el de su mayor alegría?
Antonio: Al dejar a mis espaldas las prisiones de Ushuaia y Río Gallegos. Para mí supuso el triunfo de la verdad sobre la injusticia impuesta y mantenida sólo por los que no me entendieron o no les convino entenderme. Pretendíamos hacer un país nuevo, grande, libre y parece que eso aún está prohibido.
Extra: ¿Qué piensa hoy de Perón?
Antonio: Que la grandeza de su permanente actuación se ha visto verificada con el paso del tiempo, aunque en la Casa Rosada no se encuentre su busto, Perón es historia.
Extra: En una palabra califíqueme si puede “el exilio”.
Antonio: Es como estar enterrado vivo.
Extra: ¿Por qué teniendo 4 hijos Ud. adoptó 7 más?
Antonio: Tuve la ocasión de hacerlo y pude así conseguir para ellos lo que por una u otra razón el destino les había negado.
Extra: ¿Se siente Mecenas?
Antonio: No. Me siento humano.
Extra: ¿Cómo son los argentinos que viajan?
Antonio: Inquietos. Con ciertos complejos que tratan de esconder tras una apariencia de gente de mundo. Con cierto temor de hacer el ridículo. Todo ello debe considerarse más en su valor que en contra.
Extra: ¿Cree Ud. en la frase "la vida por Perón"?
Antonio: He visto a más de uno hacerla efectiva, pero creo que esos nunca la pronunciaron. Los que la proclaman ruidosamente es como "perro que ladra..."
Extra: ¿Qué le diría a los peronistas jóvenes que no conocieron el sistema?
Antonio: Que estudien, que se informen, que apliquen los principios de la lógica y de la razón, basados en la realidad y no en las anécdotas. De la comparación obtendrán conocimientos de cómo se quiere, se defiende y se vive por la Patria.
Extra: ¿Qué siente Ud. cuando alguno comenta que "Antonio se llevó la plata de la Argentina”?
Antonio: Simplemente desprecio. Los más que hacen este tipo de comentarios cuidan bien que sus capitales estén bien seguros en el exterior, a costa de mermar a la Argentina sus recursos productivos.
Extra: ¿Le gustaría ser presidente de la Argentina?
Antonio: No
Extra: Nombre 10 figuras mundiales que son sus amigos o sus fuertes conocidos.
Antonio: El nombrarlos sería una falsa jactancia.
Extra: ¿Ud. no es jactancioso...?
Antonio: Yo no. ¿Y Ud.?
Extra: Dígame, ¿de qué vive hoy...?
Antonio: Como siempre, de mi trabajo.
Extra: ¿Los argentinos que pasan por Madrid le vienen a pedir cosas?
Antonio: Algunos sí. La mayoría no.
Extra: ¿Cuáles fueron los tres errores esenciales del peronismo?
Antonio: Hay que considerar al peronismo como doctrina y como sistema. Si se refiere a los tres errores por los que el sistema no continúa en el poder, la falta de ideólogos y doctrinarios en las tareas de gobierno, haber ignorado a los enemigos del país que realizaban sus turbios manejos en el exterior ayudados por sus servidores en el interior y haber pensado que bastaba gobernar con el pueblo y para el pueblo para mantener el sistema.
Extra: ¿Le tiene miedo a la muerte?
Antonio: De ninguna manera. No es más que una etapa de la vida.
Extra: Si tuviera el poder en la Argentina, ¿a quién castigaría?
Antonio: A aquellos que de una u otra forma pusieron en peligro la integridad de la Patria. Sin embargo, yo soy más partidario del premio que del castigo, y premiaría a todo argentino que se destacara en actividades de tipo científico, técnico o artístico, contribuyendo de esa manera al engrandecimiento de la Argentina.
Extra: Deme sus juicios de valor sobre las siguientes personas: Frondizi, Frigerio.
Antonio: Mi opinión coincide con la del resto del país.
Extra: Illia.
Antonio: Un hombre sin ninguna grandeza al que el azar colocó en la presidencia. Declaraciones en el extranjero, como recientemente en EE.UU., lo demuestran.
Extra: Onganía.
Antonio: Un militar correcto, bien intencionado, mal asesorado. No se puede gobernar sin doctrina, sin planificación, sin el pueblo. En una palabra, lo que no debe hacer un gobernante es improvisar.
Extra: General López.
Antonio: Un correcto subalterno del general Onganía, y creo que el único que ha cumplido con él al pie de la letra todas sus instrucciones al menos hasta el presente.
Extra: Alvaro Alsogaray.
Antonio: Dios ha dado a nuestro país grandes y virtuosos hombres. El General San Martín, Moreno, Belgrano, el General Mosconi, Roca, Perón, dos premio Nobel; no debemos quejarnos de que nos castigue con algo.
Extra: Krieger.
Antonio: Es el artífice de la enagenación de nuestra Patria. ¿Cuál cree que puede ser mi opinión?
Extra: ¿Espera algo más de la vida?
Antonio: Poder darle a mi país todo lo productivo de ella. Esa es la forma de quedar conforme conmigo mismo.
Extra: El peronismo puede ser reivindicado política e históricamente. Pero el juicio sobre Ud. sigue incambiable. Duro. Terminante. ¿Por qué cree que es objeto de tanta reprobación ilevantable?
Antonio: Es necesario ubicarme en el contexto. Desde 1946 a 1955 la Argentina se empeño en romper su estructura colonial basada en la especialización internacional del trabajo, para encarar una industrialización acelerada. Se partía prácticamente de cero, pues no existían ni los capitales empresariales disponibles para la aventura del desarrollo, ni menos aún los empresarios. Pero las condiciones propicias creadas por el gobierno peronista -créditos industriales, cambios diferenciales y decidido proteccionismo- permitieron improvisar empresas y empresarios en vasta escala. Unos crearon una pequeña industria y se limitaron a conservarla. Otros, a disfrutar de los ingresos. Más de uno, a adquirir la extensión del campo exigida por la promoción social. Pero hubo en cambio quienes advirtieron que se podía ir más allá, que las condiciones propicias para las pequeñas empresas lo eran también para las grandes. Los primeros eran aspirantes a rentistas disfrazados de empresarios, los otros, verdaderos empresarios dispuestos a continuar trabajando quince horas por día, reinvirtieron las ganancias y asumiendo cada vez riesgos mayores. ¿Jugadores? ¿Visionarios? Como se les quiera llamar. Pueden perder todo o ganar mucho. Yo no me atrevo a afirmar que trabajando quince horas diarias haya sido el que más trabajó, ni que jugando siempre todo a un ambicioso proyecto, haya sido el más audaz, ni que el resultado haya dependido menos de la suerte que de la inteligencia empleada. Pero objetivamente, en ese proceso de transformación de las estructuras coloniales, concluí desempeñando un rol de protagonista principal. ¿Qué si conté con ayuda oficial? Por supuesto. ¿Pero cómo se podía negar aliento a quien proponía la instalación de la más moderna fábrica de camiones o de tractores o de motores o de material ferroviario, como empresas auténticamente nacionales y no como sucursales foráneas? Si se prestaba el apoyo oficial a la más insignificante manufactura, si se brindaba crédito, cambios preferenciales y protección absoluta a la fabricación de inodoros, ¿cómo no se iba a alentar la promoción de industrias básicas para el desarrollo nacional?
Extra: Con eso no contesta el fondo...
Antonio: Ya va... Los restos de las viejas estructuras se desquitaron en 1955. Y no fueron blandos, por que los viejos países practican los buenos modales en el interior, pero no son sentimentales cuando se trata de defender sus posiciones coloniales. Castigan duramente, no tanto para hacer daño, como para escarmentar al resto. De ahí los fusilamientos. Vivo, por la simple razón de que tenían reservado algo peor: la lenta podredumbre en la fría y húmeda ratonera de Ushuaia. Sería el ejemplo viviente para la reeducación de los argentinos. En contraste con ese buen ejemplo de los sumisos sirvientes del extranjero, que en lugar de crear empresas nacionales ayudan a transferir las ya existentes, nuevos arquetipos de la argentinidad laureados con los elogios de los banqueros de Wall Street, con la confianza de los patrones de la City, con el visto bueno de esos funcionarios de gruesas asentaderas que regentean los organismos internacionales dominados por las grandes potencias. ¿Qué prefieren los jóvenes argentinos? Un camino va hacia Ushuaia, el otro lleva al ministerio de Economía.
Extra: Así parece recitar Ud. una lección de anti-imperialismo...
Antonio: Puede ser. Agréguele el buen caldo de cultivo de una burguesía propensa al resentimiento. En Estados Unidos los grandes nombres coinciden con grandes fortunas hechas "desde abajo". El honor está en haber partido de la nada, en contar con ese antecedente de "chico de los mandados" que recuerda con orgullo más de un protagonista del colosal desarrollo económico norteamericano. En la Argentina todavía no ha sido superada una sociedad que tiene bien el parasitismo del rico heredero, que desprecia al que ha partido de nada y que llegado el caso disimula, como una lacra, un modesto origen. No era sin duda la que podía entristecerse por la persecución de que fui objeto.
Extra: Busquemos un culpable...
Antonio: La razón de ser de nuestro subdesarrollo está allí, en la mentalidad de una burguesía que se enriqueció sin esfuerzo y que impuso sus pautas a toda la sociedad. A ella debemos la frustración de ese destino de potencia mundial que se nos asignaba a fines del siglo pasado, tan en contraste con la triste condición colonial de hoy. Son los que en la educación de sus hijos ponen hoy todo el énfasis en el perfecto inglés. La niña podrá conchavarse como secretaria del último patán que una empresa internacional destinará a la más lejana de sus sucursales. El hijo aspirará a la asesoría, desde donde apuntará al ministerio de Economía, que es el cargo más alto que hoy puede dispensar la gran empresa internacional a sus dóciles servidores.
Extra: ¡Por favor...! Vamos a los hechos...
Antonio: ¿Por qué no iban a consentir lo que consintieron? Creo que estoy autorizado a referirme a las "interdicciones". En principio, debían caer sobre todas las grandes y medianas empresas creadas a partir de 1946, puesto que se trataba de demoler lo construido. Las pocas que eran extranjeras fueron salvadas por la intervención de embajadores y cónsules. Yo no contaba con embajador ni cónsul. Tuve propuestas de grandes abogados extranjeros, capaces de movilizar embajadores y cónsules y las rechacé. De la historia, lo que interesa es el resultado. Todas las empresas que había creado y en las que el extranjero sólo participaba minoritariamente y con aportes de capital definitivos, son ahora extranjeras. Los autores de esa traición al país se denominan "libertadores" y el procedimiento "recuperación patrimonial de la Nación". Es un hecho objetivo que cada argentino está en condiciones de juzgar. Si me hubiera limitado a ser comisionista de empresas extranjeras, nada hubiera sucedido ni a aquéllas ni a mí.
Extra: ¿Cuál es su posición frente al actual gobierno?
Antonio: No son los hombres, sino sus actos, los que interesa juzgar. Ni siquiera las intenciones, que aun siendo buenas pueden empedrar el camino de la desintegración nacional. Desde 1955 el país se ha estancado y los únicos progresos se anotan en el haber de un extranjero que ya comienza a actuar como dueño del país. Trece años de programas llamados de estabilización, basados en la asfixia financiera interna y en la devaluación externa, han servido para destruir el capital industrial auténticamente nacional y para forzar la transferencia de las empresas, en condiciones ruinosas, a favor del extranjero. Todo esto, acompañado de una letanía sobre la grandeza nacional permanentemente contradicha por los actos efectivos.
Extra: ¿Ud. es anticapital extranjero?
Antonio: No albergo xenofobia ni me opongo a toda inversión extranjera. Es una cuestión de límites, de dosificación, lo que convierte a un remedio en un veneno. Permítame una imagen. No es reprochable que un padre pretenda casar a su hija con un buen partido. Pero no es lo mismo obligarle a alquilarse por horas al mejor postor, con el pretexto de que al fin de cuentas se trata de la misma cosa. Esto es prostituir y la política de colonización a que ha sido sometido el país no es sino lo mismo. Admitir la útil cooperación extranjera no es brindarle el dominio de la economía nacional, ni competir a nuestras empresas tras el castigo de la asfixia financiera, de la contracción del mercado y de la devaluación a entregarse por nada al postor extranjero. Hay tratante de países, como hay tratantes de blancas. La única diferencia es que los primeros aspiran además a los honores públicos y a la gratitud nacional.
Extra: Si Ud. tuviera el poder, ¿qué haría?
Antonio: He entregado a la imprenta un libro en el que pretendo diferenciar lo que va de una política económica nacional, a una política de desnacionalización económica. Sé que tampoco se me perdonará esa insolencia, como no se me perdonó la del empresario afortunado. No me he licenciado ni en Cambridge ni en Oxford, ningún colegio norteamericano me ha brindado un título de master en economía, no he prestado servicios ni en CEPAL ni en el Banco Mundial, no he sido representante de ninguna gran empresa internacional. Carezco pues de cualquiera de los títulos que permiten actualmente alcanzar el prestigio de economista y la jerarquía de ministro del ramo. Pero es muy difícil programar, dar vida y dirigir una docena de grandes empresas sin aprender algo de desarrollo económico y sin advertir qué es lo que sirve a la grandeza nacional y qué a su vasallaje. Allí encontrará mi respuesta a su última pregunta. La de un simple argentino que creyó, en serio, en el gran destino nacional.
Acusado, jamás justificado, amarrado a la impiadosa etiqueta de la “inmoralidad económica”, criticado denodadamente aun “por los que recibieron favores de su mano”, Jorge Antonio sigue transformado en el “PRIMER HOMBRE DE PERON”. Pero ¿piensa como Perón? Son dos mentalidades distintas, dos edades diferentes, dos actitudes. Unidos sí, entrañablemente en una serie de razones, de ideas, de afectos. Desunidos acaso, en los procedimientos, en la elección de hombres, sin que esto afecte la propiedad privada de una amistad inalterable. Atrapado por la vida en Madrid, admitió Jorge Antonio entregarse al diálogo con EXTRA. A ratos, agresivo. Esto resultó:
Extra: ¿Qué le falta para ser feliz?
Jorge Antonio: Vivir en mi país.
Extra: ¿Cuál es o ha sido su peor enemigo?
Antonio: Lo ha sido y lo es, todo aquel que por cualquier causa haya cooperado a la entrega y estancamiento de mi país en lo político, en lo económico o en lo social.
Extra: ¿Cuál ha sido o es su mejor amigo?
Antonio: Señalar a uno sería injusto para con los demás.
Extra: ¿De qué está Ud. arrepentido en su vida?
Antonio: De nada. Ni siquiera de haber desoído a los que me aconsejaban invertir en el exterior o a los que me anticipaban lo que sucedería al presentarme espontáneamente a la justicia. Unos y otros acertaron en sus previsiones, pero no puedo estar arrepentido puesto que de repetirse las situaciones volvería a obrar de la misma manera. Un hombre puede tener algo más que sentido práctico.
Extra: ¿Qué fue lo que quiso ser y no pudo? ¿O lo que quiso hacer y no pudo?
Antonio: Quise ser médico y no pude. Esta es mi ambición hasta mis 24 y 25 años. Quise contribuir a la verdadera independencia de mi país y ésta aún no se ha logrado.
Extra: ¿Cuál fue el momento de su mayor tristeza o depresión?
Antonio: El día en que nos detuvieron en Río de Janeiro, al intentar llegar a la Argentina con el general Perón. Entonces comprobé una vez más la intervención extranjera en los asuntos internos de mi país, y la falta de grandeza de los gobernantes de ese momento.
Extra: ¿Y el de su mayor alegría?
Antonio: Al dejar a mis espaldas las prisiones de Ushuaia y Río Gallegos. Para mí supuso el triunfo de la verdad sobre la injusticia impuesta y mantenida sólo por los que no me entendieron o no les convino entenderme. Pretendíamos hacer un país nuevo, grande, libre y parece que eso aún está prohibido.
Extra: ¿Qué piensa hoy de Perón?
Antonio: Que la grandeza de su permanente actuación se ha visto verificada con el paso del tiempo, aunque en la Casa Rosada no se encuentre su busto, Perón es historia.
Extra: En una palabra califíqueme si puede “el exilio”.
Antonio: Es como estar enterrado vivo.
Extra: ¿Por qué teniendo 4 hijos Ud. adoptó 7 más?
Antonio: Tuve la ocasión de hacerlo y pude así conseguir para ellos lo que por una u otra razón el destino les había negado.
Extra: ¿Se siente Mecenas?
Antonio: No. Me siento humano.
Extra: ¿Cómo son los argentinos que viajan?
Antonio: Inquietos. Con ciertos complejos que tratan de esconder tras una apariencia de gente de mundo. Con cierto temor de hacer el ridículo. Todo ello debe considerarse más en su valor que en contra.
Extra: ¿Cree Ud. en la frase "la vida por Perón"?
Antonio: He visto a más de uno hacerla efectiva, pero creo que esos nunca la pronunciaron. Los que la proclaman ruidosamente es como "perro que ladra..."
Extra: ¿Qué le diría a los peronistas jóvenes que no conocieron el sistema?
Antonio: Que estudien, que se informen, que apliquen los principios de la lógica y de la razón, basados en la realidad y no en las anécdotas. De la comparación obtendrán conocimientos de cómo se quiere, se defiende y se vive por la Patria.
Extra: ¿Qué siente Ud. cuando alguno comenta que "Antonio se llevó la plata de la Argentina”?
Antonio: Simplemente desprecio. Los más que hacen este tipo de comentarios cuidan bien que sus capitales estén bien seguros en el exterior, a costa de mermar a la Argentina sus recursos productivos.
Extra: ¿Le gustaría ser presidente de la Argentina?
Antonio: No
Extra: Nombre 10 figuras mundiales que son sus amigos o sus fuertes conocidos.
Antonio: El nombrarlos sería una falsa jactancia.
Extra: ¿Ud. no es jactancioso...?
Antonio: Yo no. ¿Y Ud.?
Extra: Dígame, ¿de qué vive hoy...?
Antonio: Como siempre, de mi trabajo.
Extra: ¿Los argentinos que pasan por Madrid le vienen a pedir cosas?
Antonio: Algunos sí. La mayoría no.
Extra: ¿Cuáles fueron los tres errores esenciales del peronismo?
Antonio: Hay que considerar al peronismo como doctrina y como sistema. Si se refiere a los tres errores por los que el sistema no continúa en el poder, la falta de ideólogos y doctrinarios en las tareas de gobierno, haber ignorado a los enemigos del país que realizaban sus turbios manejos en el exterior ayudados por sus servidores en el interior y haber pensado que bastaba gobernar con el pueblo y para el pueblo para mantener el sistema.
Extra: ¿Le tiene miedo a la muerte?
Antonio: De ninguna manera. No es más que una etapa de la vida.
Extra: Si tuviera el poder en la Argentina, ¿a quién castigaría?
Antonio: A aquellos que de una u otra forma pusieron en peligro la integridad de la Patria. Sin embargo, yo soy más partidario del premio que del castigo, y premiaría a todo argentino que se destacara en actividades de tipo científico, técnico o artístico, contribuyendo de esa manera al engrandecimiento de la Argentina.
Extra: Deme sus juicios de valor sobre las siguientes personas: Frondizi, Frigerio.
Antonio: Mi opinión coincide con la del resto del país.
Extra: Illia.
Antonio: Un hombre sin ninguna grandeza al que el azar colocó en la presidencia. Declaraciones en el extranjero, como recientemente en EE.UU., lo demuestran.
Extra: Onganía.
Antonio: Un militar correcto, bien intencionado, mal asesorado. No se puede gobernar sin doctrina, sin planificación, sin el pueblo. En una palabra, lo que no debe hacer un gobernante es improvisar.
Extra: General López.
Antonio: Un correcto subalterno del general Onganía, y creo que el único que ha cumplido con él al pie de la letra todas sus instrucciones al menos hasta el presente.
Extra: Alvaro Alsogaray.
Antonio: Dios ha dado a nuestro país grandes y virtuosos hombres. El General San Martín, Moreno, Belgrano, el General Mosconi, Roca, Perón, dos premio Nobel; no debemos quejarnos de que nos castigue con algo.
Extra: Krieger.
Antonio: Es el artífice de la enagenación de nuestra Patria. ¿Cuál cree que puede ser mi opinión?
Extra: ¿Espera algo más de la vida?
Antonio: Poder darle a mi país todo lo productivo de ella. Esa es la forma de quedar conforme conmigo mismo.
Extra: El peronismo puede ser reivindicado política e históricamente. Pero el juicio sobre Ud. sigue incambiable. Duro. Terminante. ¿Por qué cree que es objeto de tanta reprobación ilevantable?
Antonio: Es necesario ubicarme en el contexto. Desde 1946 a 1955 la Argentina se empeño en romper su estructura colonial basada en la especialización internacional del trabajo, para encarar una industrialización acelerada. Se partía prácticamente de cero, pues no existían ni los capitales empresariales disponibles para la aventura del desarrollo, ni menos aún los empresarios. Pero las condiciones propicias creadas por el gobierno peronista -créditos industriales, cambios diferenciales y decidido proteccionismo- permitieron improvisar empresas y empresarios en vasta escala. Unos crearon una pequeña industria y se limitaron a conservarla. Otros, a disfrutar de los ingresos. Más de uno, a adquirir la extensión del campo exigida por la promoción social. Pero hubo en cambio quienes advirtieron que se podía ir más allá, que las condiciones propicias para las pequeñas empresas lo eran también para las grandes. Los primeros eran aspirantes a rentistas disfrazados de empresarios, los otros, verdaderos empresarios dispuestos a continuar trabajando quince horas por día, reinvirtieron las ganancias y asumiendo cada vez riesgos mayores. ¿Jugadores? ¿Visionarios? Como se les quiera llamar. Pueden perder todo o ganar mucho. Yo no me atrevo a afirmar que trabajando quince horas diarias haya sido el que más trabajó, ni que jugando siempre todo a un ambicioso proyecto, haya sido el más audaz, ni que el resultado haya dependido menos de la suerte que de la inteligencia empleada. Pero objetivamente, en ese proceso de transformación de las estructuras coloniales, concluí desempeñando un rol de protagonista principal. ¿Qué si conté con ayuda oficial? Por supuesto. ¿Pero cómo se podía negar aliento a quien proponía la instalación de la más moderna fábrica de camiones o de tractores o de motores o de material ferroviario, como empresas auténticamente nacionales y no como sucursales foráneas? Si se prestaba el apoyo oficial a la más insignificante manufactura, si se brindaba crédito, cambios preferenciales y protección absoluta a la fabricación de inodoros, ¿cómo no se iba a alentar la promoción de industrias básicas para el desarrollo nacional?
Extra: Con eso no contesta el fondo...
Antonio: Ya va... Los restos de las viejas estructuras se desquitaron en 1955. Y no fueron blandos, por que los viejos países practican los buenos modales en el interior, pero no son sentimentales cuando se trata de defender sus posiciones coloniales. Castigan duramente, no tanto para hacer daño, como para escarmentar al resto. De ahí los fusilamientos. Vivo, por la simple razón de que tenían reservado algo peor: la lenta podredumbre en la fría y húmeda ratonera de Ushuaia. Sería el ejemplo viviente para la reeducación de los argentinos. En contraste con ese buen ejemplo de los sumisos sirvientes del extranjero, que en lugar de crear empresas nacionales ayudan a transferir las ya existentes, nuevos arquetipos de la argentinidad laureados con los elogios de los banqueros de Wall Street, con la confianza de los patrones de la City, con el visto bueno de esos funcionarios de gruesas asentaderas que regentean los organismos internacionales dominados por las grandes potencias. ¿Qué prefieren los jóvenes argentinos? Un camino va hacia Ushuaia, el otro lleva al ministerio de Economía.
Extra: Así parece recitar Ud. una lección de anti-imperialismo...
Antonio: Puede ser. Agréguele el buen caldo de cultivo de una burguesía propensa al resentimiento. En Estados Unidos los grandes nombres coinciden con grandes fortunas hechas "desde abajo". El honor está en haber partido de la nada, en contar con ese antecedente de "chico de los mandados" que recuerda con orgullo más de un protagonista del colosal desarrollo económico norteamericano. En la Argentina todavía no ha sido superada una sociedad que tiene bien el parasitismo del rico heredero, que desprecia al que ha partido de nada y que llegado el caso disimula, como una lacra, un modesto origen. No era sin duda la que podía entristecerse por la persecución de que fui objeto.
Extra: Busquemos un culpable...
Antonio: La razón de ser de nuestro subdesarrollo está allí, en la mentalidad de una burguesía que se enriqueció sin esfuerzo y que impuso sus pautas a toda la sociedad. A ella debemos la frustración de ese destino de potencia mundial que se nos asignaba a fines del siglo pasado, tan en contraste con la triste condición colonial de hoy. Son los que en la educación de sus hijos ponen hoy todo el énfasis en el perfecto inglés. La niña podrá conchavarse como secretaria del último patán que una empresa internacional destinará a la más lejana de sus sucursales. El hijo aspirará a la asesoría, desde donde apuntará al ministerio de Economía, que es el cargo más alto que hoy puede dispensar la gran empresa internacional a sus dóciles servidores.
Extra: ¡Por favor...! Vamos a los hechos...
Antonio: ¿Por qué no iban a consentir lo que consintieron? Creo que estoy autorizado a referirme a las "interdicciones". En principio, debían caer sobre todas las grandes y medianas empresas creadas a partir de 1946, puesto que se trataba de demoler lo construido. Las pocas que eran extranjeras fueron salvadas por la intervención de embajadores y cónsules. Yo no contaba con embajador ni cónsul. Tuve propuestas de grandes abogados extranjeros, capaces de movilizar embajadores y cónsules y las rechacé. De la historia, lo que interesa es el resultado. Todas las empresas que había creado y en las que el extranjero sólo participaba minoritariamente y con aportes de capital definitivos, son ahora extranjeras. Los autores de esa traición al país se denominan "libertadores" y el procedimiento "recuperación patrimonial de la Nación". Es un hecho objetivo que cada argentino está en condiciones de juzgar. Si me hubiera limitado a ser comisionista de empresas extranjeras, nada hubiera sucedido ni a aquéllas ni a mí.
Extra: ¿Cuál es su posición frente al actual gobierno?
Antonio: No son los hombres, sino sus actos, los que interesa juzgar. Ni siquiera las intenciones, que aun siendo buenas pueden empedrar el camino de la desintegración nacional. Desde 1955 el país se ha estancado y los únicos progresos se anotan en el haber de un extranjero que ya comienza a actuar como dueño del país. Trece años de programas llamados de estabilización, basados en la asfixia financiera interna y en la devaluación externa, han servido para destruir el capital industrial auténticamente nacional y para forzar la transferencia de las empresas, en condiciones ruinosas, a favor del extranjero. Todo esto, acompañado de una letanía sobre la grandeza nacional permanentemente contradicha por los actos efectivos.
Extra: ¿Ud. es anticapital extranjero?
Antonio: No albergo xenofobia ni me opongo a toda inversión extranjera. Es una cuestión de límites, de dosificación, lo que convierte a un remedio en un veneno. Permítame una imagen. No es reprochable que un padre pretenda casar a su hija con un buen partido. Pero no es lo mismo obligarle a alquilarse por horas al mejor postor, con el pretexto de que al fin de cuentas se trata de la misma cosa. Esto es prostituir y la política de colonización a que ha sido sometido el país no es sino lo mismo. Admitir la útil cooperación extranjera no es brindarle el dominio de la economía nacional, ni competir a nuestras empresas tras el castigo de la asfixia financiera, de la contracción del mercado y de la devaluación a entregarse por nada al postor extranjero. Hay tratante de países, como hay tratantes de blancas. La única diferencia es que los primeros aspiran además a los honores públicos y a la gratitud nacional.
Extra: Si Ud. tuviera el poder, ¿qué haría?
Antonio: He entregado a la imprenta un libro en el que pretendo diferenciar lo que va de una política económica nacional, a una política de desnacionalización económica. Sé que tampoco se me perdonará esa insolencia, como no se me perdonó la del empresario afortunado. No me he licenciado ni en Cambridge ni en Oxford, ningún colegio norteamericano me ha brindado un título de master en economía, no he prestado servicios ni en CEPAL ni en el Banco Mundial, no he sido representante de ninguna gran empresa internacional. Carezco pues de cualquiera de los títulos que permiten actualmente alcanzar el prestigio de economista y la jerarquía de ministro del ramo. Pero es muy difícil programar, dar vida y dirigir una docena de grandes empresas sin aprender algo de desarrollo económico y sin advertir qué es lo que sirve a la grandeza nacional y qué a su vasallaje. Allí encontrará mi respuesta a su última pregunta. La de un simple argentino que creyó, en serio, en el gran destino nacional.
Bernardo Neustadt
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Si desea enviar un mensaje a Bernardo Neustadt puede hacerlo escribiendo a bernardo.neustadt@gmail.com
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