jueves, 1 de julio de 1976

ENTREVISTA A JORGE LUIS BORGES - 1976

REVISTA EXTRA - AÑO XII - N° 133 - JULIO 1976
SE LLAMA BORGES: SE LE PERDONA TODO... HASTA SU RACISMO
Entrevista a Jorge Luis Borges en Tiempo Nuevo


Muchas de las cosas que surgen de los labios de Jorge Luis Borges horrorizarían si no fueran de Jorge Luis Borges. Su particular racismo contra los negros -olvidando quizás que alguna cultura egipcia empezó en la negrura o que aquí tuvimos al sargento Falucho y tantos negros que pelearon por nuestra libertad o por la libertad del mundo en los ejércitos norteamericanos de la segunda guerra mundial-, su fobia contra los indios, su odio contra los políticos -tal vez porque confunde políticos con demagogos- y su negación de la democracia y de la religión sólo pueden ser consumidos por una sociedad como la nuestra cuando su “dueño” es el “dueño” del talento. Y Borges, con quien no podemos compartir ni el 60% de sus “ocurrencias” o sinceridades, es realmente un “fuera de serie”. Sabe que por hablar mal de los negros corre el riesgo de no recibir jamás el premio Nobel, porque los negros cantan y votan en el mundo. Pero no le importa, la sinceridad ante todo. Y contra todo. Su sinceridad. No la verdad. Las otras noches en Tiempo Nuevo batió records de audiencia, de admiraciones, de adhesiones y de rechazos. Por si usted no lo vió ni lo escuchó, reproducimos respuestas fundamentales.

Bernardo Neustadt: ¿Cómo quiere que lo llame: Borges, maestro, Jorge Luis?

Jorge Luis Borges: Borges, a secas, porque ése es mi nombre. Maestro no soy de nadie.

Neustadt: Usted ha dicho que el mundo sin negros no pierde nada. ¿Porqué piensa esto?

Borges: Vamos a imaginarnos el mundo sin vascos -yo tengo bastante sangre vasco-, vamos a imaginarnos el mundo sin negros -que yo sepa, no tengo sangre negra-. Sería exactamente igual. Hay países que han dado mucho, entre los países modernos, desde luego. Es evidente que Italia, Inglaterra y Francia, mientras que es evidente que hay otros países que han dado menos, o casi nada. Eso es lo que yo he dicho, nada más.

Neustadt: ¿Qué pasa si por ahí se le descubre que tiene sangre negra?

Borges: Y, nada. Posiblemente la tenga. Pienso que no hay un individuo en el mundo de sangre pura. Puede haber algún esquimal, algún africano. Pero en general, las sangres están muy mezcladas.

Neustadt: Me decía hoy que usted encuentra al hombre americano solo. ¿Borges también es solo?

Borges: Sí, muchas veces me siento solo. Pero tengo amigos, pocos pero buenos; tengo gente que me quiere. Y tengo además un refugio que no todos tienen y es el hecho de que esencialmente soy un escritor. Mal escritor, buen escritor, eso no importa. Lo importante es poder refugiarme en la literatura, eso es lo que más me ayuda a escapar de la soledad.

Neustadt: Pero usted sabe que es un gran escritor.

Borges: No. Yo no creo ser un gran escritor. Sin salir de este país hay escritores muy superiores a mí. Yo me considero siempre un chapucero. Mal escritor, pero buen lector. He pasado la mayor parte de mi vida leyendo en diversos idiomas.

Neustadt: Le quiero hacer un pequeño test, muy breve. ¿Qué es para usted la democracia?

Borges: Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas, que por lo general son los políticos nacionales. Estos señores que van desparramando su retrato, haciendo promesas, a veces amenazas, sobornando, en suma. Para mí ser político es uno de los oficios más tristes del ser humano. Esto no lo digo contra ningún político en particular. Digo en general, que una persona que trate de hacerse popular a todos parece singularmente no tener vergüenza. El político en sí no me inspira ningún respeto. Como político.

Neustadt: Creo que hay casi una crueldad de su parte. El mundo está dirigido por políticos. Usted también es un político, es popular...

Borges: No. Yo no soy un hombre político. Si mañana me llamasen para ocupar un puesto político, porque me eligiesen o impusiesen, yo sé lo que haría: renunciaría inmediatamente. No entiendo de política, de igual modo que no entiendo de medicina, no entiendo de música, no entiendo de ingeniería, ni entiendo de cultura.

Neustadt: ¿Del amor entiende, Borges?

Borges: Sí. Desgraciadamente, sí.

Neustadt: ¿Cómo desgraciadamente?

Borges: Porque desgraciadamente pienso que trae más pesares que placeres. Ahora claro que la felicidad que da el amor es tan grande que más vale ser desdichado muchas veces para ser feliz algunas. ¡Es también una cuestión de estadística!

Neustadt: Vale la pena entonces ser desdichados muchas veces para ser felices un minuto?

Borges: Sí. Yo creo que sí. Yo creo que todos nosotros hemos sido muy felices con el amor alguna vez y también creo que todos hemos sido muy desdichados muchas veces. El amor le ofrece a uno esa incertidumbre, esa inseguridad del hecho de poder pasar de una felicidad absoluta a la desdicha; pero también de poder pasar de la desdicha a la brusca, a la inesperada felicidad. Pienso que es una experiencia y uno no debe rehusar experiencias.

Neustadt: Usted ha dicho en unos de sus libros: “Mis convicciones en materia política son harto conocidas. Me he afiliado al Partido Conservador”. Y más adelante agrega: “Creo que con el tiempo mereceremos que no haya más gobierno”. ¿Sigue pensando lo mismo?

Borges: Bueno, creo que por el momento necesitamos unos 200 años de dictadura, y después, desde luego, bastante más civilizados, prescindir del gobierno. Ser conservador es una forma de ser escéptico.

Neustadt: Dígame, ¿la libertad cuenta algo para usted?

Borges: No. Yo creo que se le ha dado demasiada importancia. Sobre todo, ya que la mayoría de la gente no sabe ejercerla. La ejercen de un modo bobo.

Neustadt: ¿Qué piensa del estudiantado argentino?

Borges: Pienso que no se diferencia en nada al del resto del mundo. Además creo que son mejores los métodos que se siguen aquí, que son los europeos, que en los Estados Unidos. Allí parece que todo se apoya en una de las facultades humanas que me parece deleznable, y es la memoria. Para un gran místico sueco, la principal facultad del cerebro era el olvido. La verdad es que recordamos demasiadas cosas.

Neustadt: ¿No será que lo mejor que tiene la memoria es la capacidad de olvido?

Borges: Sí, pero en ese caso podemos decir que el mayor defecto del olvido es que a veces incluye a la memoria.

Neustadt: ¿Ve en los jóvenes la posibilidad de algún cambio, a tantos errores que ya se han cometido?

Borges: Creo que los jóvenes como los adultos estamos totalmente a la deriva. Yo no sé qué puedo hacer para ayudar al país. Tengo la máxima voluntad y la mayor incapacidad.

Neustadt: ¿Usted en qué cree más: en el perdón o en la penitencia?

Borges: Por lo pronto, no creo en el perdón. Si yo obro mal, y me perdonan, el perdón es ajeno y no puede mejorarme a mí. De modo que ser perdonado no tiene importancia. Ser castigado, puede sí servirme. Puede ayudarme a pensar en lo mal que he obrado. Creo que hay un solo don que se aplicaría igualmente al perdón o a la venganza y es el olvido.

Neustadt: ¿Cómo se ve como argentino, como escritor, como ser humano?

Borges: Como argentino, tengo mi conciencia tranquila. Fui nombrado director de la Biblioteca Nacional por la Revolución Libertadora, porque sabían que no era peronista. Cuando volvió el gobierno de cuyo nombre prefiero no acordarme, renuncié. Como escritor, trato de escribir lo mejor posible, lo cual no es mucho. Como ser humano soy una especie de antología de contradicciones y errores. Pero tengo sentido ético. En fin, no espero ni castigos ni recompensas. El cielo y el infierno me quedan grandes.

Neustadt: ¿Lo espera el purgatorio entonces?

Borges: No, ninguna de las tres cosas. Espero desaparecer definitivamente. Y espero además no ser recordado. ¿De qué me sirve morir si van a seguir pensando en mí?

Neustadt: ¡Pero usted es un nihilista entonces!

Borges: Sí, desde luego, pero tranquila y burguesamente nihilista.

Neustadt: ¿Nunca juzga al fútbol?

Borges: Me parece una forma del tedio. Además al argentino no le gusta el fútbol. Le gusta ver ganar tal o cual cuadro. Fútbol así, no. Yo nunca he oído decir a la gente: “¡Caramba, yo soy de San Lorenzo de Almagro, pero qué bien ha ganado Boca! ¡Qué contento estoy!" Entonces el fútbol no les interesa.

Neustadt: ¿Para usted qué es ser amigo?

Borges: Es algo muy misterioso. Contar con una persona. Saber que esa persona puede contar con uno. Pero la amistad no significa la frecuentación.

Neustadt: ¿Es una forma de amor?

Borges: Yo no estoy tan seguro. Yo diría que el amor no puede prescindir de la amistad. Si el amor prescinde de la amistad es una forma de locura. Una especie de frenesí, un error en suma. Que en la amistad haya algún elemento del amor puede ser; pero son dos cosas diferentes. El amor exige pruebas sobrenaturales, uno querría que la persona que está enamorada o enamorado de uno le diera pruebas milagrosas de ese amor. En cambio la amistad no necesita de pruebas.

Neustadt: Si uno amó mucho y dejó de amar, ¿se puede ser amigo?

Borges: Sí, quizá eso mejore la amistad. Quizás después del amor quede siempre algo de amor, algo sentimental, algo especialmente grande.

Neustadt: Le voy a leer una frase suya...

Borges: ¡Y me arrepiento de ella de antemano!

Neustadt: En el “Informe de Brodie” usted dice: “Soy decididamente monótono”. ¿Sigue usted considerándose monótono?

Borges: Yo veo que estoy más o menos siempre escribiendo el mismo cuento. Tengo siempre tres o cuatro argumentos de cuentos y los voy sometiendo a tratamientos distintos. Los digo con una inflexión distinta, los sitúo en distintas épocas, distintas circunstancias, y ya son nuevos.

Neustadt: ¿Qué es un hombre inteligente?

Borges: Realmente, no sé. Muchas veces cuando uno dice que tal o cual persona es inteligente se refiere más a que es ocurrente, que tiene algo que decir de un tema inmediatamente. Esa persona puede no ser inteligente. La inteligencia puede ser lenta.

Neustadt: ¿Usted es inteligente?

Borges: Si me dan algunos años para pensar, soy inteligente. Si me hacen preguntas como las suyas, inmediatas, soy más bien estúpido.

Neustadt: Quisiéramos que nos hablase un poco de la honestidad.

Borges: La honestidad es tan rara que uno tiene pocas ocasiones de estudiarla. Pero creo que toda persona tiene algo de ejercicios honestos. Por ejemplo yo sé que mi vida ha sido una trama de errores. He pasado gran parte de ella comprobando que los demás tenían razón; sin embargo, he tratado de ser honesto, de no mentir más de lo necesario. Parece que no puede vivirse sin mentiras. No ignoro cínicamente, pero creo haber obrado bien. De modo que me considero una persona proba. He sido indiferente, he sido cruel, sí, pero por estupidez, por negligencia.

Neustadt: ¿Por qué los argentinos somos un fenómeno de a uno y un desastre en grupo? Lo tenemos a Borges, a Vilas...

Borges: Vilas es un hombre desconocido para mí, pero supongo que tiene méritos. Pero sí, es raro. Probablemente porque somos un país de individualistas, respondiendo a nuestra herencia española. Mi padre era un anarquista, individualista. Yo me crié bajo la misma línea.

Neustadt: ¿Qué es la patria?

Borges: La patria es algo que se siente, no puede definirse. Yo la siento muy profundamente. Si la definimos, estamos diluyéndola en palabras.

Neustadt: Borges, ¿cuántos idiomas habla?

Borges: Yo creo que uno, el español. Ahora, yo puedo expresarme en inglés, en alemán. Luego la suerte me dio dos idiomas más: el latín que estudié cinco años en la Universidad y el francés, ya que me eduqué en Ginebra. Sé italiano y portugués como lo saben todos aquellos que hablan el español. Cuando perdí la vista, en 1955, pensé que eso tenía que ser el principio de algo; recordé que yo llevaba en la sangre un idioma que ya se dejó de hablar hace siglos, el Old English o inglés antiguo. Entonces estudié este idioma sajón. Ahora he pasado al estudio de islandés, afín al anglosajón, pero con una literatura más compleja.

Neustadt: ¿Por qué le gusta tanto Islandia?

Borges: Me gusta su literatura: es una de las más complejas y también de las más desconocidas. Además Islandia es un país admirable. Yo estuve dos veces y creo que me sentiría feliz viviendo allí.

Neustadt: Pero quédese aquí...

Borges: Sí, por el momento estoy aquí, pero soy islandés honorario o trato de serlo. En Islandia tuve una gran satisfacción: salió una noticia en los diarios donde se me nombraba como ”el gran trovador escandinavo”. Confieso que me llenó de orgullo.

Neustadt: ¿Le gusta ser trovador, no?

Borges: ¡Sí, pero además trovador escandinavo!

Neustadt: Esta pregunta puede parecer cruel, pero no lo es, y es cristiana. El día que usted pueda volver a ver bien, ¿qué es lo que le gustaría volver a ver?

Borges: Vacilo entre dos contestaciones: algunas caras, algunos libros. Quiero leer poesía, en alemán.

Neustadt: Las caras ¿le gustaría que fueran de mujer o de hombre?, ¿jóvenes o maduras?

Borges: ¡Por raro que parezca yo diría de mujeres, de mujeres jóvenes! (Y agregó en voz baja: si llego a decir que quisiera ver a un hombre ¿sabe lo que dirían de mí...?)
Bernardo Neustadt

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ENTREVISTA A TATO BORES - 1976

REVISTA EXTRA - AÑO XII - N° 133 - JULIO 1976
“CLASE MEDIA NUNCA MAS DESCANSA EN PAZ, POR SIEMPRE JAMAS”
Entrevista a Tato Bores



Tato, como siempre, está apurado. Las palabras parecen salir a borbotones mientras ensaya incansable. En un costado del escenario se toman las medidas a las chicas que participarán en el show. Se necesitan trajes nuevos. Se escucha un piano repasar la misma partitura, una y otra vez. Tato la tararea contento entusiasmado. Las últimas indicaciones de la directora, Lía Yelín, parecen dar los toques finales a un espectáculo que sin duda será un éxito. Tato Bores estrena “Pobre Tato”. Un show distinto. EXTRA quiso saber todo. Por eso nos acercamos a él, dialogamos, preguntamos. Tato respondió. Sin miedos, sin tapujos. ¿Sus respuestas? Aquí están.

Extra: Cuénteme un poco, ¿cómo es el show?

Tato Bores: Bueno, este es un show que se llama “Pobre Tato”, o quizás, todavía no estoy seguro, “El gran Tato”, para no ser tan pesimista. En él toco la actualidad en lo que hace al hombre medio, de ahí el nombre de “pobre o gran Tato”. Es decir, hablo sobre todos los inconvenientes cotidianos con que debe enfrentarse la clase media. Este es además un tema que no es exclusivo mío, lo han tocado muchos antes, sólo depende de la gracia que cada uno le ponga, el enfoque que le dé. Las ideas son mías y de Jorge Schusshein. Yo hago cuatro monólogos largos y después tengo seis chicas que cantan y bailan. Creo que es lindo.

Extra: ¿Lo llamaron para hacer televisión?

Bores: No, televisión, no. Mientras trabajo con esto ni se me pasa por la cabeza. Ni a mí, ni a nadie.

Extra: ¿Algún problema?

Bores: En fin, se puede decir que hubo un problema, pero ya está superado. Me rajaron en 1974 y acá estoy. Trabajo en el teatro y con eso está bien. Me alcanza y me sobra en cuanto a trabajo se refiere; realmente no podría en este momento ocuparme de otra cosa. Hacer lo que hago y memorizar todas las semanas ese libreto infernal que yo memorizaba es casi imposible.

Extra: ¿Cree que el argentino de cualquier ideología que sea acepta el humor o ser tomado en broma?

Bores: Decididamente, no; la prueba está que me rajaron en el ’74. Pienso que no todos aceptan el humor. O tal vez me convenga decir que sí... ¿Quién sabe?

Extra: La gente que hoy nos gobierna, ¿acepta el humor?

Bores: No puedo saberlo porque nunca hice el experimento. Además, no estoy dedicado a eso en este momento. Habría que preguntárselo a quienes se dedican a eso ahora. Yo estoy haciendo un espectáculo de teatro y si bien hablo de política, no me intereso por la temática actual. Es decir, es como un recuento de lo que ha sucedido hasta el 24 de marzo de este año y también algunas cosas de este momento, pero que no tienen nada que ver con las autoridades.

Extra: ¿No habla por miedo a la censura?

Bores: No, ese no es el problema. Yo ya no tengo nada que ver con esto, lo tuve en el ’74 y ya no más. Lo que pasa es que yo no puedo hacer chistes de política mientras la política no existe. Por el momento la única política que existe es la oficial. Por esto no hay un juego abierto en el que yo le pueda hacer un chiste al Gobierno y otro a la oposición.

Extra: Y al país, ¿cómo lo ve?

Bores: Pienso que está enfermito un poco, ¿no? Pero ya saldremos, hay que tener paciencia nada más y esperar.

Extra: ¿Usted está fundido después de 2 años sin trabajar?

Bores: ¿Yo? No. No estoy fundido, pero lógicamente, tengo que trabajar, no me queda más remedio.

Extra: ¿Por qué no acepta la invitación de ir a Tiempo Nuevo?

Bores: ¿En televisión? Ocurre que mucho periodismo me encasilla dentro del humor político exclusivamente y yo ya me salí de eso el año pasado, de alguna manera, pese a tocar siempre algunas cosas. Además las preguntas que se me formularían en el programa serían cómo veo yo al país o cosas por el estilo. ¿Y quién soy yo para contestar? Soy sólo un ciudadano sin más autoridad para contestar que otro cualquiera. Hay en cambio otras personas que se han dedicado más a esto. Mi opinión es la misma que puede dar alguien en un negocio, en la calle...

Extra: ¿Cómo le gustaría ver a la Argentina de sus hijos?

Bores: Voy a caer en un lugar común. Quiero una Argentina próspera, pacífica, como era cuando yo era chico. Pero el mundo entero está convulsionado y eso influye. Además ahora ya no hay distancias como había antes. Europa parecía tan lejos, los medios de transporte y comunicación eran por supuesto más precarios. Con los adelantos el mundo parece achicarse. La Argentina no está sola, es un concierto de naciones y cada una toca su nota.
Bernardo Neustadt

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miércoles, 1 de octubre de 1975

ENTREVISTA A VICTOR MASSUH - 1975

TIEMPO NUEVO - CANAL 11 - OCTUBRE 1975
ENTREVISTA A VICTOR MASSUH

Se llama Víctor Massuh. Es doctor en filosofía, casado, una hija. Es profesor titular de filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Sus principales libros fueron “La libertad y la violencia”, “Sentido y fin de la historia”, “Nietzsche y el fin de la religión”. Actualmente tiene un libro en impresión: “Nihilismo y experiencia extrema”. ¿Cuál es la esencia de la crisis argentina? ¿Por qué estamos como estamos? De pronto, un día casi nos convencimos de que cuando la gente pudiera expresarse y el Poder tuviera representatividad no iba a existir la violencia y casi todos íbamos a ser felices. La violencia está y el desasosiego aumenta. Todo esto se charló la noche del 6 de octubre de 1975.

Víctor Massuh: Uno de los males argentinos sería la falta de memoria. Me parece que los argentinos -todos nosotros- no tenemos sentido histórico; somos un pueblo sin memoria, y cuando digo un pueblo sin memoria estoy señalando básicamente que no tenemos la idea de la continuidad de los hechos históricos en el tiempo. Más que en la continuidad nosotros los argentinos preferimos pensar en la ruptura. Al no tener sentido histórico y ser un pueblo sin memoria, quiere que estamos permanentemente comenzando. Al estar comenzando estamos viviendo al día, o sea que estamos en un eterno presente, y en este sentido nos encontramos con algunos fenómenos tales como el de un funcionario que al asumir su tarea recibe la expectativa de toda la comunidad que espera que realmente haga el milagro. Por supuesto a los quince días estamos decepcionados y estamos también nosotros pensando en la ruptura. Por otro lado, esta funcionario también cae en la trampa de la falta de sentido histórico y considera que él debe operar una modificación substancial. Se trata de un funcionario que también niega el pasado. Diría que el condicionamiento negativo de nosotros, cuando asumimos una función importante, es entrar a negar todo el pasado. No pensamos en términos de continuidad y, por supuesto, este funcionario se olvida que él es un transeúnte fugaz en su gestión y, sin embargo, insiste en modificaciones substanciales. O sea, cuanto más precario es el tiempo o la duración de sus funciones, mayor es la modificación que quiere operar en esta tarea. Ahora, si efectivamente nosotros decimos que los argentinos estamos permanentemente comenzando por la falta de sentido histórico, quiere decir que estamos también permanentemente repitiendo. Siempre estamos comenzando, siempre repitiendo, y en este sentido la imagen que damos del país es la de un sainete mal escrito, en el que de pronto desalojamos a un protagonista, como villano, por una puerta y luego, en la otra escena entra como héroe por la puerta siguiente. A quien desalojamos como villano sabemos que volverá luego como héroe, y entonces nos encontramos en una especie de eterno retorno, y el eterno retorno es sencillamente una movilidad que no es otra cosa que inmovilismo. Es lo que nos caracteriza a los argentinos.

Neustadt: Mire qué curioso: se van a cumplir 30 años del 17 de octubre de 1945. Hace treinta años, los argentinos divididos en peronistas y no peronistas decidía que Perón debía volver al Poder y otros que no debía volver. Y ahora ya estamos otra vez, treinta años después, con otro 17 de octubre planteándonos el tema de si la señora presidente debe volver o no debe volver. La situación es casi parecida. Sólo hay un cambio: los que discrepan si debe o no volver son los propios peronistas... Hablemos de otra cosa. Dígame, Massuh, ¿la inteligencia en la Argentina tiene algún valor?

Massuh: Desgraciadamente creo que no tiene ningún valor. En la Argentina nos hemos habituado al desprestigio de la inteligencia. La inteligencia es un organismo muy sensible, muy delicado, que cuando está operando en un medio rudo, o sea un medio caracterizado por la pasión, por la obediencia incondicional, por el predominio de la cantidad sobre la calidad, por la falta del espíritu de creatividad individual, en un medio así rudo la inteligencia se retrae, vegeta y, a veces, vuela hacia otras latitudes. Eso es lo que nos pasa a los argentinos. Ese hueco dejado por la inteligencia que, evidentemente, no cuenta con el prestigio comunitario, es llenado por una forma inferior de la inteligencia que es la viveza. La viveza argentina, que no es otra cosa que una mezcla de habilidad y de falta de escrúpulos, es una inteligencia inferior, una forma inferior de la inteligencia. Piense usted que la inteligencia, que no es otra cosa que razón metódica, se ejercita en el enfrentamiento de los problemas y, en cambio, la viveza se ejercita en el enfrentamiento de los problemas y, en cambio, la viveza se ejercita en eludir los problemas pero dando la impresión de haberlos enfrentado. Por otro lado usted advierte este otro fenómeno: la viveza, que incuestionablemente no enfrenta los problemas pero da la imagen de haberlos enfrentado, necesita ejercitarse en la simulación y la mentira. Cuando la viveza quiere resolver problemas, elabora reglamentaciones y normas que son un pandemoniun que nadie entiende. ¿Por qué? Porque como no tiene el hábito del enfrentamiento de los problemas se maneja con fórmulas, con ideologías, con slogans, y entonces usted se encuentra con curiosos testimonios que se dan cuando se alían la viveza con el dirigismo. Ahí ya se encuentra usted con una obra maestra del desastre o más bien de la inercia, de la confusión o del caos. En nuestro país, cuando usted observa períodos de gran caos, de gran desorden, de aplastamiento, usted encuentra que allí la viveza y el dirigismo han ejercitado una alianza total. La inteligencia es un ejercicio de la coherencia, la viveza es el ejercicio del efecto momentáneo, no le importa que su enunciado sea incoherente. De pronto usted se encuentra con testimonios tales como los que yo observo cuando estoy viendo televisión: un dirigente que señala que es indispensable aumentar la productividad global, pero a renglón seguido es el campeón de las normas permisivas, o incluso señala que efectivamente no hay que trabajar tanto; o cuando usted advierte esto otro: un dirigente se adhiere totalmente a la verticalidad. Entonces cuando usted pone el oído para saber cómo define verticalidad resulta ser la pura horizontalidad. O cuando de pronto usted advierte que un protagonista determinado se manifiesta entregado a una adhesión incondicional, pero a renglón seguido pone una condición... Yo no quiero darle contenido político a esta reflexión; solamente dar testimonio de lo que es una incoherencia mental, el ejercicio de la incoherencia, que viene del hecho de haber desprestigiado durante largos años la inteligencia.

Neustadt: A los argentinos les va bien todavía, al país no le va bien. Tenemos buenos futbolistas, no tenemos buen fútbol; tenemos buenos universitarios, no tenemos buena Universidad; ¿qué pasa?

Massuh: Pienso que el argentino es esencialmente individualista, y creo que cuando el argentino es fiel a esta modalidad da de sí lo mejor. En cambio, cuando abandona esta actitud de fidelidad a lo individual y se recuesta en una estructura colectiva indudablemente da de sí lo peor. Creo que el argentino individualmente es valioso pero colectivamente no lo es tanto. Si usted focaliza el comportamiento del argentino a solas, digamos individualmente, en el taller, en el lugar de trabajo, en el círculo amistoso, en el pequeño grupo, en la camaradería de los iguales, advierte un comportamiento que muestra incuestionables virtudes, las mismas que nos celebran todos, incluso cuando usted va al extranjero. De otro modo usted no entiende por qué las universidades extranjeras están taponadas de argentinos de valor. Eso se debe a que el argentino en la individualidad manifiesta cualidades que son muy valiosas: su ingenio, su tendencia hacia la tristeza sabia, su simpatía por el perseguido, su generosidad, la movilidad de su inteligencia, el hecho de no hacer del valor útil el valor más alto, son características del argentino y que han sido definidas así por Scalabrini Ortiz, Macedonio Fernández, Eduardo Mallea hasta Borges, en el sentido de destacar estas cualidades del argentino, individualmente considerado. Pero cuando se lo convoca a un comportamiento colectivo, a integrar la cantidad, se lo estimula directamente a recostarse en un comportamiento masivo o gregario, multitudinario, uniforme, y se desdibuja su contorno individual. Entonces el argentino se recuesta en la irresponsabilidad colectiva. Individualmente es responsable, pero colectivamente es irresponsable. Claro está, usted puede decir que esto no vino solo... Por supuesto, no vino solo porque desde hace varias décadas hay una pedagogía colectivista que está orientada en el sentido de señalar que el individualismo argentino es sinónimo de una actitud egolátrica aristocrática, y no es tal... no hay modo de pensar en la excelencia de la comunidad si es que no comienza a afirmarse el valor del individuo. Ahora bien, yo podría decirle que cuando el argentino manifestó fidelidad a sus virtudes cardinales, a su soledad, al espíritu de distinción, a una voluntad de estilo, a una especie de voluntad de selección cualitativa, es que el argentino hizo la grandeza del país. Pero cuando fue ganado por una pedagogía colectivista es donde al individuo le fue mal: se diluyó en el rebaño o en el estado de muchedumbre. En este caso, incuestionablemente, perdimos fuerza creadora. Y yo le podría decir que ni la medianía ni la cantidad son excelentes estimulantes del progreso humano.

Mariano Grondona: Doctor Massuh: entrando ya en un tramo político: el país está en crisis en todos sus aspectos y de algún modo el movimiento mayoritario también está en crisis. El populismo, el peronismo, está en crisis. No sé si lo saco un poco de su tema y si lo hago hablar demasiado de política, pero usted como hombre profundo, como filósofo, ¿cómo ve la crisis del peronismo?

Massuh: En este sentido tal vez yo intente una reflexión que no sea específicamente política, sino más bien una reflexión que puede hacerse en otro campo. Mi interpretación del peronismo es muy particular. Si partimos del caso Perón, pienso que Perón ha representado en la Argentina un fenómeno religioso; en otras palabras, creo que expresó la religiosidad que se permite un país que es indiferente a la religión, o, de otro modo, podemos decir que la apatía, que muchos argentinos manifiestan con respecto de la religión, fue la que indirectamente alimentó la fe multitudinaria y entusiasta que se cerró en torno a la figura de Perón. Es decir, fue una especie de sustituto. Por otra parte esto es lo que hizo de Perón no sólo el líder de un movimiento político sino el abanderado de una cruzada, un hacedor de milagros, un profeta de una religión vernácula, un ser sobrenatural... Esto es lo que por supuesto hizo que los adversarios de Perón la pasaran muy mal, porque los adversarios de Perón fueron solamente políticos. ¿Qué ocurre cuando este dios muere...? Se sabe que el carisma no se hereda. Eso lo dijo Max Weber hace cincuenta años y esto ahora lo comprobamos fehacientemente. En este sentido cunde el desconcierto en su movimiento, cunden los cismas, la lucha de los herederos sin carisma, la desintegración que hoy vemos. Frente a esta figura que falta, ¿cuál es el destino del peronismo en el país? Los emocionales, sin duda, asumirán la figura de Perón, le guardarán una lealtad interior y la purificarán. Eso me parece una actitud respetable. Lo convertirán en un acto de fe secreta. Por otro lado, los racionales, o sea aquellos que están asumiendo el peronismo en un plano de racionalidad, pasarán a la realización de la autocrítica. Eso en buena medida ya se hace y me parece muy bien que se haga. Pero me parece que esta autocrítica se queda a mitad de camino. Es necesario dar un paso más. La autocrítica debe tocar, incluso, a Perón mismo, porque pienso que existe un nexo causal entre la figura de Perón y muchos de los males actuales. No podemos tapar el cielo con las manos. Eso lo saben los peronistas y los que no lo son. Me parece que esta autocrítica, que debe incluir a Perón, es un ejercicio muy saludable para el peronismo. No lo hace el peronismo porque considera que se va a desintegrar, y a mí me parece que se va a fortalecer. Porque a partir de detectar en qué medida Perón aparece como el origen de muchos males actuales, es que el peronismo va a tocar ciertas fuentes, cierto sentimiento argentino que precedió a Perón; y en ese sentido logrará el peronismo ciertos puentes racionales de comunicación con el resto del país.

Neustadt: ¿Qué pasa con el terrorismo, con el extremismo? ¿Qué es? ¿El fin de una cultura? ¿Por qué esta sociedad está tan indefensa? ¿Qué es lo que pasa?

Massuh: Son algo que nos mueve al dolor, profundamente. Creo que son la expresión de una cultura enferma. Creo que el extremismo no es más que la expresión de la gran enfermedad de nuestro tiempo, el nihilismo. El nihilismo significa la exaltación de la destrucción como un fenómeno creador. Esto sea que el puro destruir es en sí mismo el ejercicio de crear. En segundo lugar, es la negación del sentido sagrado del hombre; mejor dicho, la negación de la sacralidad de las criaturas. Cuando un hombre exalta la destrucción como un absoluto y, por otro lado, pierde el sentido de lo humano como sacro, en ese sentido está en el ser del nihilismo. Ese nihilismo es el que genera, justamente, a estos movimientos que son evidentemente destructivos, cuyos cultores son los enamorados de las tinieblas, los místicos de las sombras, de la pura destrucción. Frente a ellos no hay otra salida que la de aquellos que toman partido por la vida o por el amor, y con intensidad, elevando a un nivel del heroísmo el tomar partido por la vida y no por la muerte, y en este sentido, sin duda, llegará un momento que las tinieblas y sus ángeles exterminadores se tendrán que batir en retirada.


La noche del 6 de octubre de 1975 no terminó allí. Las reflexiones de Víctor Massuh entusiasmaron al auditorio. Fue necesario un bis. El día 20 del mismo mes volvió a Tiempo Nuevo.

Neustadt: Por qué no da la imagen visible de nuestro país, es decir, su desorden, su sentido de la frustración, su gestión secreta... Todo esto que envuelve a los argentinos...

Massuh: El país da la imagen del caos. Huelgas, frustración, inflación, desaliento, aumentos en los precios... o sea que se da una imagen que no es otra que la de caos. A mí no me aterra el caos. Creo que el caos, en algunos momentos, es el desorden que precede a un orden. Muchas veces el caos no es otra cosa que una situación en la que se está gestando el orden nuevo. Por eso, a priori, no soy hostil a una situación de caos. En este sentido recuerdo una frase de Nietzsche que decía: “Que se haga el caos dentro de ti para que des a luz una estrella”. Desgraciadamente, en el caos argentino no estamos gestando ninguna estrella. Me parece que nuestro caos no es creador. Porque tiene casi la fisonomía de la esterilidad. Porque nos estamos acostumbrando al desorden. Y estamos asumiendo el desorden como un orden.

Neustadt: ¿No será que a nosotros, en el fondo, nos conviene el desorden?

Massuh: No creo que en lo substancial nos convenga. Podría decir que el argentino vive en un desorden real, pero también en un orden imaginario. Mejor dicho, en la realidad, el argentino está presionado por la desintegración; está en buena medida pobre, impotente, pero en el plano de la ficción hablamos de una Argentina Potencia. En el plano de la realidad no nos alcanzan los sueldos, falta trabajo, pero en la ficción nos engolosinamos con el hecho de tener la mejor legislación laboral del mundo... En el plano de la realidad los argentinos dirimimos nuestros problemas a tiros, pero en el término de la ficción hablamos de “comunidad organizada”. En la medida en que estemos encubriendo la realidad, por medio de la ficción, no podremos superar el caos. Por otro lado, cuando pienso en la administración pública, en esa administración actual, observo que, por lo general, no se siente responsable del caos. Ejercita una actitud escapista en virtud de lo cual está buscando las causas del caos en el siglo pasado, en el liberalismo, en las últimas décadas, en las influencias foráneas, etc.

Neustadt: ¿Asumir el desorden sería la manera de superarlo en cierta medida?

Massuh: Exactamente. Sería la manera de transfigurarlo. Y en ese sentido me parece adecuado que la administración actual asuma el caos (basta decir: “este desorden es mío, yo soy responsable de él”), sin intentar localizar culpas, es un paso en el sentido de resolverlo. Y para resolverlo necesita preguntarse si cuenta con los medios idóneos, con una técnica racional, con un equipo de expertos, mejor dicho, con una mínima clase dirigente como para poder salir del caos.

Neustadt: ¿De algún modo usted entiende que el Gobierno es responsable del caos que estamos viviendo?

Massuh: Absolutamente. Tiene la responsabilidad del destino de los argentinos y es, efectivamente, el responsable del desorden actual. Responsable, sencillamente, por no asumir las medidas adecuadas para conjurar ese caos.

Neustadt: Claro, y desde ahí hay que partir de la base de que si es que no se sabe o no se puede. ¿Por qué hace años que nos hamacamos en esta idea madre, que es casi excusa, de que no tenemos clase dirigente... que no tenemos, que no queremos tenerla...?

Massuh: Una clase dirigente se constituye mediante la intervención de tres factores: la constitución de un equipo político, una comunidad de intereses económicos y un centro de formación intelectual. O sea, una clase dirigente debe estar constituida por un grupo político que al mismo tiempo obedece a intereses económicos comunes y con ideales comunes. En este sentido podríamos decir que, por la presión del peronismo, todas las piezas del tablero se modifican. Cambia la estructura de una clase dirigente. Perón representa su eliminación porque sustituye a la clase dirigente por su propia voluntad personal. No la necesita porque él es el dirigente. Una persona de la excepcionalidad de Perón, aparece, sin duda, asumiendo un voluntarismo a partir del cual se constituye una clase dirigente sui géneris mediante una elección personal. Es Perón el que elige a Cámpora, elige a López Rega, elige a Gelbard, y aun cuando se trata de elementos heterogéneos es Perón el que los unifica. Es una voluntad que logra la constitución de una clase dirigente substitutiva. Por supuesto que cuando muere Perón desaparece también la estructura de la clase dirigente porque desaparece el elemento unificador. Al peronismo, en cuanto partido gobernante, le falta el elemento unificador; no se siente ayudado, incluso, por la Universidad, porque ésta no tiene prestigio comunitario. Esta situación de la Universidad se combina con la crisis de la inteligencia que tampoco tiene prestigio en nuestro país. Se sabe bien que la inteligencia no significa en buena medida obtener un título habilitante para ocupar un cargo espectable, ya que gente de muy escasa formación está ocupando cargos de mucha importancia.

Neustadt: Podríamos decir que aquí se vuelve a dar, a mi juicio, esa frase tan ajustada de que en la Argentina la viveza ha usurpado la inteligencia...

Massuh: Acaso la fuente de constitución de una clase dirigente, en nuestro país y dentro del sector del oficialismo, la puede dar la C.G.T. Pienso que la C.G.T. va a cobrar un papel importante en este sentido, porque es una organización muy poderosa que cuenta con medios económicos cuantiosos. Al mismo tiempo tiene una unidad de criterio político-económico y una escuela de capacitación donde se forma a sus dirigentes. No es extraño que la C.G.T. provea la clase dirigencial del peronismo y que nosotros, en el futuro, a través del peronismo, seamos gobernados por la C.G.T. Esta es una conjetura.

Neustadt: ¿La Argentina es un país para ser dirigido o gobernado?

Massuh: Fundamentalmente para ser gobernado... Creo que el hablar de conducción en lugar de gobernar ha sido una experiencia muy desdichada, porque conducción es un vocablo que puede regir legítimamente en el ámbito de la actividad militar o bien en el ámbito de la vida pastoril. Se conduce una tropa o se conduce un rebaño, pero a los seres libres se los gobierna y en este sentido es conveniente enfatizar la preeminencia del gobierno frente a la conducción. ¿Por qué? Porque un rebaño no puede criticar ni corregir a un pastor, pero en cambio un ciudadano libre sí puede criticar y corregir a un gobernante. Lo ideal es que en nuestro país el gobernante adquiera las cualidades adecuadas, que en política, desde Aristóteles hasta nuestros días, se viene señalando como la cartilla del buen gobernante. El buen gobernante lo es en la medida en que asuma tres cualidades que son básicas. En primer lugar: reconocer que él actúa como un modelo para el resto del país. Un gobernante es un paradigma, es una especie de educador implícito de la comunidad. Un gobernante es una imagen con respecto a la cual la comunidad actúa en virtud de un mecanismo de “imagen y semejanza”. Por lo tanto, no puede haber un buen gobernante si no se pregunta: “¿soy un modelo para mi comunidad?” La otra característica, que también está señalada por toda la ciencia política y la filosofía práctica, es que un gobernante debe ser incorruptible. No debe estar tocado por la sospecha de un manejo equívoco del dinero público. Esto significa que es elemental que yo no pueda pedir a los demás lo que no soy capaz de exigirme a mí mismo. Efectivamente, si no se parte del supuesto de la incorruptibilidad del funcionario nosotros estamos poniendo a un reo potencial en el papel de administrar Justicia, y esto es una contradicción. El tercer rasgo substancial para el ejercicio del gobierno es que el arte de gobernar adquiera cierto estilo. No se puede gobernar sin un estilo. Esto que los antiguos romanos llamaban la “majestas”. Los romanos no nombraban un funcionario singular, un cónsul, si no tenía cierta “majestas”, es decir, cierta grandeza. El oficio de gobernar no puede convertirse en un arte de entrecasa ni en un oficio diminuto. Tiene que ser un oficio de cierta grandeza, porque es lo único que le permite dar al poder el carácter de una autoridad moral. Es lo único que nos permite a nosotros sentir respeto por nuestros gobernantes. En otras palabras, es justo que el argentino, al contemplar a sus gobernantes, no sienta agobio ni vergüenza de ser argentino.

Neustadt: ¿Por qué no nos explica qué es el populismo; su drama y su virtud; su ideología?

Massuh: El populismo expresa una versión muchedumbrizada del pueblo. Es el pueblo convertido en muchedumbre; de ahí que para el populismo son muy importantes las grandes concentraciones masivas. Las notas que definen al populismo son tres: en primer lugar la presencia de un líder carismático, o sea un líder máximo, una figura que represente una gran personalidad. En segundo lugar, la elaboración de una doctrina. La doctrina es aquello que se elabora sobre la base de los testimonios, de los fundamentos, de los dichos, de los discursos del conductor. Y un tercer elemento que no falta nunca en el populismo: el rito de concentración multitudinaria.

Neustadt: ¿Usted se siente neutral, altamente neutral?

Massuh: No. Hasta donde mi condición de ser humano y de hombre con estructura ética me lo permite. Una neutralidad total no es posible. Se trata, sí, de una cierta objetividad en el plano del pensamiento, que acaso es una forma de estar comprometido éticamente.

Neustadt: ¿Por qué no me aclara un poco lo del rito multitudinario?

Massuh: En la construcción del populismo advierto la presencia de un líder y de una doctrina que emana de los testimonios del líder. Y de un rito multitudinario porque propicia una concentración colectiva que se produce periódicamente, que el líder necesita para originar un estado de mística colectiva. La nota emocional del populismo está dada por ese rito multitudinario. Cuando el líder máximo desaparece, nos quedamos con la doctrina, por un lado, y con el rito. Hay quienes consideran que lo fuerte del movimiento populista está dado por el elemento emocional y, por lo tanto, enfatizan la importancia del rito por encima de la doctrina. En este caso, nos encontramos con una actitud peligrosa porque valorizar un movimiento populista como un movimiento fundamentalmente emocional y apelar al rito multitudinario para poder de algún modo reactualizar esa emoción –ya que el líder había desaparecido- nos permite destacar que el populismo, como un fenómeno espontáneo, ha terminado y se convierte en un sistema de manipulación. En este caso, el manejo de las emociones colectivas puede estar hecho por una minoría reducidísima que actúa y gobierna en nombre del pueblo. Ya ve usted la distorsión que muestra que el populismo, por la vía del populismo ritual, puede terminar en el manejo abstracto de todo un vasto movimiento por parte de una escasa oligarquía. En este sentido, pienso que resta al populismo otra etapa, que es la de convertirse en un movimiento doctrinario. Esta sería su única etapa legítima y su única salida compatible con la dignidad. Porque trabajar la doctrina que ha dejado un líder, elaborarla, repensarla, significa poner en marcha el mecanismo de la inteligencia, que es lo que hace posible que este movimiento abandone la estructura de la emoción para entrar en la edad de la razón.

Neustadt: ¿Entonces usted no es propenso para nada a sustituir a un caudillo por otro?

Massuh: Por supuesto que no. Perón mismo se ha resistido a la posibilidad de que su imagen sea sustituida por otra. Es él quien ha señalado la importancia de sustituir la etapa gregaria del peronismo con una etapa que corresponda a la organización, lo cual significa enfatizar un poco el componente doctrinario; es pensar que el peronismo debe convertirse en doctrina. Un movimiento populista, si está pensando en su mejoramiento, debe destacar su componente doctrinario, porque el ejercicio de la razón es un ejercicio evidentemente liberador.

Neustadt: ¿Cuando un peronista recurre a expresiones de Perón cada vez que tiene su planteo, está, de algún modo, elaborando la doctrina?

Massuh: No. La doctrina no se elabora en la medida en que se la repite. Se elabora en la medida en que se la recrea.

Neustadt: ¿Qué rasgos definen a una cultura auténtica?

Massuh: Una cultura auténtica se define por su nota de universalidad, o sea, que un producto cultural vale en la medida en que tiene valor universal. Otra nota, también ineludible, es la nota de arraigo, o sea, un producto cultural es bueno en la medida en que arraiga en un suelo comunitario, en la medida en que ese producto pone su sello a la vida colectiva. Ahora, que ese producto se genere en una llamada cultura popular o una cultura de élite no tiene importancia. Más aún, ese producto puede ser útil a nuestro país aun cuando no se haya elaborado en nuestro país.

Neustadt: Es decir, que los que, de algún modo, pregonan un nacionalismo folklórico y se quedan en nacionalismo de medios y no de fines, no están armando una cultura sino un pasatiempo...

Massuh: Exactamente. El crecimiento cultural de quien asume un elemento vernáculo solamente se puede realizar adecuadamente en relación con formas culturales de afuera. Del mismo modo, me parece malsano para una creación cultural auténtica el estar paralizados en una admiración bobalicona frente a las formas culturales de importación. Esto tampoco es creación.

Neustadt: Ahora quisiera que me hablara de dos temas que hace tiempo nos vienen preocupando: el nihilismo y el individualismo de los argentinos.

Massuh: Considero que el nihilismo es una actitud intelectual que es la enfermedad por excelencia de nuestro tiempo. Nihilismo viene de nada, significa anular, aniquilar, destruir. El nihilismo aparece como una degradación del ateísmo que también niega y destruye al hombre y a la historia. La actitud destructiva está en el seno del nihilismo y podemos decir, para utilizar una imagen gráfica, que es la bomba terrorista que está puesta en el seno de la cultura contemporánea para hacerla estallar en mil pedazos.

Neustadt: ¿Y en cuanto al individualismo? Pero primero, permítame: ¿usted es individualista?

Massuh: Sí, soy completamente individualista. Y se lo puedo decir por dos razones que yo vivo entrañablemente. La primera es cultural: considero que hay una concepción que define al individuo como el hombre solo poseyendo una dignidad absoluta. Un hombre solo que posee una dignidad absoluta es aquel que no debe ser subordinado ni sometido a la Nación, al Estado, a la Historia ni a ninguna instancia colectiva. Esta concepción, esta idea del individualismo, está en el corazón del cristianismo, de las formaciones más refinadas del pensamiento árabe y judío medieval; está en el corazón de los místicos y de los caballeros españoles y la ha desarrollado Miguel de Unamuno bajo la forma del “hombre de carne y hueso”. En nuestro país, entra a través del personaje de Cruz, del “Martín Fierro”; ha sido elaborada por Macedonio Fernández, Scalabrini Ortíz, Ernesto Sábato y Vicente Fatone, o sea que está en el corazón de la cultura argentina. Al mismo tiempo, esta valorización del individuo que es la exaltación del hombre solo poseyendo la dignidad absoluta, es la que está también en la base de la acción de los grandes pioneros argentinos, los que decidieron crear la industria, realizar empresas, colonizar el interior sin pedirle permiso al Estado y sin contar con su protección. Por otro lado, me siento absolutamente individualista porque considero que no hay un mejoramiento de los demás que no se haga a partir del mejoramiento de uno mismo. Me siento harto de estos redentores que quieren salvar a los demás, de estos dirigentes que se “sacrifican” por el pueblo, de personas que quieren luchar por la felicidad de todos, pero que cuando uno los conoce y los ve de cerca, cara a cara, observa que son seres mediocres, que son seres maltrechos del alma, viciosos, llenos de limitaciones, neuróticos, que no son capaces de hacer el menor esfuerzo incluso a favor de sí mismos. En ese sentido, recuerdo una anécdota que Victoria Ocampo, una gran amiga a quien quiero y admiro mucho, cuenta en una libro. Mahatma Gandhi estaba en una reunión de prensa y un periodista enconado lo reprochó: “¿usted no se siente un ser que está monopolizando el mejoramiento del universo?” Y Gandhi, con toda modestia, le contestó: “De ninguna manera. Yo solamente asumo el monopolio del mejoramiento de mí mismo. Y ya eso es una tarea demasiado difícil”.
Bernardo Neustadt

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sábado, 1 de marzo de 1975

ENTREVISTA A RICARDO BALBIN - 1975

TIEMPO NUEVO - CANAL 11 - MARZO 1975
ENTREVISTA A RICARDO BALBIN

La presencia del máximo dirigente del partido radical en Tiempo Nuevo, generaba una gran expectativa en el público: el rating del programa, de por sí alto, enfatizaba su curva ascendente. Es que Ricardo Balbín desempeñó un papel original: fue opositor y "apoyador" simultáneamente. La visita de Balbín al canal 11 para dialogar con el país a través de Tiempo Nuevo se repitió en varias oportunidades. En cada una de ellas habló de todo: de Isabel Perón, del golpismo, de la violencia, del diálogo, de las instituciones, y de su obsesión: la democracia. Aquí se reproduce una de las noches, la del 31 de marzo de 1975.

Bernardo Neustadt: Después de anunciar su presencia en Tiempo Nuevo me encontré con varias opiniones. Desde el hombre que en la calle me dice "trátelo con respeto" hasta el otro que me dice "a ver si le da con todo" o "a ver si llega a que le dé con todo al gobierno". Yo pretendo que sea una noche que concierte atención, que concierte fervor. Hace mucho tiempo que usted no ve a la Jefe del Estado, que el tema de la incomunicación anda por el ambiente... ¿ya tiene fecha fijada la entrevista?

Ricardo Balbín: No conozco nada más que la información periodística. Se dice que puede ser para el quince, pero nosotros no tenemos ninguna comunicación.

Neustadt: A veces me he preguntado, ¿Balbín, en lugar de esperar ser llamado, irá a decir que quiere hablar?

Balbín: Si fuera necesario, sí. No habría inconveniente.

Neustadt: ¿No habría necesidad hasta aquí?

Balbín: Podría haber habido necesidad, pero yo también sé respetar los silencios de los otros. Y todo tiene su límite, naturalmente. Alguna vez puede llegar una necesidad, y yo no tendré ningún inconveniente en solicitar la audiencia. Y si soy llamado he de cumplir. Además, creo que las cosas tienen importancia en la escena y he sostenido que las conversaciones con Perón tenían una gran utilidad. Y yo le aseguro que si saliéramos juntos en las giras que yo realizo en todo el país se comprobaría que se ha hecho verdad aquello de que el pueblo ha entendido mejor la convivencia y el diálogo. Está más satisfecho, más alegre, un poco más feliz. No tienen enemigos en la vereda de enfrente, como en la vieja manera; no está distorsionada la familia por enemistad política. Es decir, esto creo que es una buena cosa para la Argentina. De ahí que si bien es cierto que no tenemos que dramatizar ni ser optimistas exagerados, yo sostengo que en el recinto del pueblo hay un capital positivo para una gran tarea nacional.

Neustadt: Sin embargo, en los últimos veinte días la vida argentina se ha sentido estremecida. Puedo darle algunos elementos. La resurrección de la palabra "golpe". Cincuenta muertos, cincuenta asesinados en 23 días, versiones, autocriticas, censuras, la voz es más alta que antes... La pregunta es así: ¿Cómo estamos? ¿Bien? ¿Mal? ¿Regular?

Balbín: Yo creo que estamos mal. Pero soy de los que cree que podemos recuperamos. No soy fatalista. No creo que andemos bien porque no se hacen bien las cosas. O porque seguramente no se ha entendido bien el planteo previo de la campaña electoral. Las tareas previas de la campaña electoral. Sin que esto parezca un agravio, parece que se ha malogrado aquella es-cena que parecía que se venía como una realidad nacional. Lo digo en todos los lugares que el pano-rama argentino en las postrimerías del gobierno militar cuando se dio al país la sensación cierta de que en forma definitiva podríamos comprendernos en as-pectos fundamentales. Es decir, primero que com-prendamos que la democracia es el mejor sistema que podemos tener; darle el concepto de la democracia social perfecta, perfectible, evolucionada, asegurar el concepto de una convivencia razonada. Hubo caminos ciertos, senderos abiertos y se puede decir que se evitaron algunas cosas, naturalmente, que el interlocutor ha muerto, pero, yo puedo asegurar que en las conversaciones nuestras evitamos algunas cosas que no es el caso enumerarlas ahora porque no es válido mi testimonio. Pero, las que se objetivaban después a través de las expresiones del presidente, demostraban que se abría un camino, si no perfecto, perfectible, y hubo episodios importantes y discursos importantes. Creo que el discurso del presidente Perón del 12 de junio dejó un mensaje que coincide con una conversación anterior. El pueblo vivía un poco más feliz y más tranquilo. Creo que había inconvenientes, y nosotros los apuntamos y se los apuntamos a él. No estábamos de acuerdo, naturalmente, con la conducción económica en algunos aspectos, se señaló en el Congreso. Pero había un clima propicio de ir recuperando una escena que durante mucho tiempo en el país estaba perdida. Yo creo que desde 1930. Posteriormente las cosas han cambiado. Algunas se han desbordado. Nuestras palabras no van dirigidas con reproches ni agravios, pero el movimiento triunfante no ha entendido. Y gran parte de él no ha entendido esta consigna superior. Puede ser por falta de imaginación, no lo digo por intención. Vuelven a lo que ya estaba perimido.

Neustadt: Doctor, cuando uno pierde se transforma en oposición-. La oposición sistemática puede ser una invitación a cualquier cosa; la oposición de este modo puede ser una petición para que el gobierno, de algún modo, se rescate a sí mismo. ¿Pero la oposición puede decir también qué anda mal y qué anda bien, en qué áreas?

Balbín: Bueno, este balance no seria conveniente hacerlo ahora porque francamente seria más corto el camino si buscáramos los desaciertos, porque los errores son muy graves. Cuando se tiene sentido de la responsabilidad y no se está en una aventura electoral, sino en una pasión política y representando una fuerza histórica, usted siente adentro un cúmulo de responsabilidades. Entonces expresa su pensamiento. Y yo al expresar el mío como candidato glosaba naturalmente la plataforma de mi partido, que era buena, admite la confrontación con todas, pero sostenía que en caso de ser triunfador buscaría los climas de seguridad. Condenaba en ese momento la violencia y el terrorismo porque no son aliados de la democracia. Había llegado el turno definitivo en el país de que el derrotado y el triunfador no sean adversarios definitivos sino consecuencia del pronun-ciamiento del pueblo, y como consecuencia el que triunfaba iba, el que perdía ayudaba. Entonces el candidato no puede tener dos fisonomías: gana o pierde. Y como yo perdí, sigo haciendo lo que ofrecí como candidato. Esta, es una enseñanza para la democracia, aun cuando estén pagando precio político o incomprensiones.

Neustadt: ¿Hay gente golpista?

Balbín: Pienso que siempre hay. En la actualidad, sin éxito. Esta es la coraza del gobierno, que no lo merece. Entonces acá se da una circunstancia muy especial: la responsabilidad de los que no estamos está conteniendo la irresponsabilidad de otros que están. Y cuando hablo de irresponsabilidad lo hago en el mejor sentido de la palabra. La no comprensión del problema. El no entender el panorama general del país. El sectorizarse. ¿Se da cuenta? Entonces éste es el problema.

Neustadt: Me sonó fuerte. "Este gobierno que no se merece esta coraza impermeable al golpe". Es fuerte.

Balbín: Es fuerte, claro. Es la verdad. Pero, ¿por qué ocu-rrió todo esto? Yo no soy un hombre que todo lo sabe. Se debe a un estado de responsabilidad del país, en el cual incluyo fuerzas armadas, en el cual incluyo fuerzas obreras, en el cual incluyo fuerzas políticas. Es decir, todos los sectores del país que viven ilusionados en una estabilidad institucional. La prueba está en que usted puede llamar a todas las expresiones nacionales, y todas le van a decir: ''no hay fracaso de las instituciones". Es decir, que hay una enorme coraza de responsabilidad en el país que está sosteniendo esta estabilidad.

Neustadt: Doctor Balbín: los coroneles que en Portugal han tomado el poder y que son situados a la izquierda, le acaban de pedir, de exigir a su pueblo, austeridad, sacrificio, trabajo. En Estados Unidos las fábricas han resuelto comprar micros para que la gente no use sus automóviles, para evitar el consumo de nafta. No es solución de un dirigente gremial exigir sacrificios sino conseguir cosas para sus afiliados. Tampoco, aparentemente, tendría que ser la misión de un politico exigir sacrificios, austeridad, trabajo. Yo pregunto: ¿si parte del proceso argentino tiene que ver con la indisciplina, con el desabastecimiento, con el ausentismo, etc., su partido, o usted, o quién le puede pedir, o exigir como en el caso de los coroneles de Portugal, como en el caso de Estados Unidos, sacrificio, austeridad?

Balbín: El ejemplo es de arriba para abajo. Tiene que ser austero el gobierno en sí mismo para tener el derecho de exigir austeridad. Pero cuando éste no lo es, entonces se relaja el organismo. ¿Por qué va a ser austero el de abajo si el de arriba no lo es? ¿O es, acaso, que usted puede llamar a la austeridad a los otros si usted no puede hacer su propia austeridad? Se van perdiendo las autoridades morales, que son fundamentales en la autoridad de los gobernantes. Lo primero que tiene que hacer el gobierno es exhibir su austeridad, su sacrificio, su vocación. Entonces esto cunde como un ejemplo de arriba para abajo. ¿Uno le puede exigir austeridad a un hombre de Misiones, al que han estado, no digo maltratando pero no considerando su trabajo y su producción? Entonces esta austeridad de gobierno llega al proceso eleccionario y le hace regalos. ¿Usted cree que éste es un ejemplo para ese hombre? ¿No se da cuenta de que esto que parece simple tiene una trascendencia inusitada en la vida del hombre? Es decir, enseñarle a recibir sin haberle exigido previamente su comportamiento para obtenerlo por su propio medio en una sociedad organizada. Es decir, que esto viene de arriba para abajo. Esto es igual que la violencia. La violencia se multiplica no ya en razón política o en razón gremial, que también la hay. Es decir que cuando hay impunidad en los grandes delitos, éste es un ejemplo para los otros que quieran delinquir en potencia. De modo que el muchacho que quiere ir al hipódromo o jugar a la ruleta o salir con sus amigos, asalta. Si una sociedad organizada hubiera sancionado todos los crímenes y todos los delitos y hubiéramos encontrado responsables, esto no se mueve. De modo que tanto en la austeridad personal como en la conducta, los ejemplos son de arriba para abajo. No hay pueblo que se descomponga por sí mismo.

Neustadt: Doctor: una denuncia suya sobre soborno electoral en Misiones, ¿cómo se puede conciliar con un movimiento como el peronista que, si hay algo que le sobra son votos? ¿Para qué necesita ahora hacer eso?

Balbín: Es porque tienen un concepto equivocado. Creen que perdiendo se desprestigian, sin darse cuenta que perdiendo se prestigian. Parece una contradicción. Es decir que en Misiones se debió dejar al pueblo naturalmente pronunciarse. Se va a pronunciar, seguramente, pero en vísperas electorales se vuelcan... Usted no tiene ni idea de lo que se vuelcan. Ni yo tampoco a la distancia. Lo sé a través de los informes que recibo. Hoy se regala de todo. Incluso dinero en efectivo que alguna vez habrá de saberse de qué bolsillo sale, y si son del Estado habrá que conversar si esto es una malversación o lo que sea. Entonces esto es una desvirtuación total, mientras que yo creo que se prestigiaría este gobierno si ganaran los radicales. Y no sería un mérito exagerado para el radicalismo. Sería una hermosa contribución para la estabilidad constitucional, porque se demostraría que es imparcial el gobierno, que deja expresarse con libertad.

Neustadt: Doctor Balbín: menos mal que dicen que usted no está poniendo el dedo en la llaga en la oposición.

Balbín: Estoy razonando. Esto no sirve como ninguna prédica de cosa negativa sino que puede servir para rectificaciones necesarias si es posible. A mí me gustaría que nos ganaran, pero bien. Y no me gustaría perder, pero mal. Estas son las grandes diferencias.

Mariano Grondona: Me parece, si no me equivoco, que el doctor Balbín está tratando de salvar la misión verdaderamente opositora del radicalismo, que es ofrecer una alternativa dentro de las instituciones.

Balbín: Así es, y le prevengo que a pesar de Misiones vamos a seguir. Porque esto es una cosa superior. No es para este tiempo, es para todos los tiempos. Nosotros no tenemos una política para un momento. Tenemos una política para distancias, que las dividimos. Lo que lamentamos son estos desórdenes circunstanciales.

Neustadt: ¿Qué quiere decir "a pesar de Misiones"? Porque Misiones no es un plebiscito, ¿no?

Balbín: No, no. No quiero que tomen las palabras así. No dije eso. Es cierto, no creo que Misiones sea, un hito definitivo de nada. Es un hecho trascendente. Se va a elegir un gobernador. Se va a elegir una legislatura. Se va a elegir una institución. Los titulares de una institución. Lo que yo quiero decir con respecto a la mentalidad del pueblo, es que las derrotas. Son derrotas y las victorias son victorias, pero cuando son limpias. De modo tal que para estas emergencias cuando se utilizan estos medios no legales el triunfador se desluce y el derrotado no respeta. Porque estos regaladores de bicicletas, regaladores de heladeras, regaladores de dinero, no se dan cuenta de que ésta es una circunstancia de un minuto, y de lo que hablamos en este país es de la seriedad institucional permanente.
Bernardo Neustadt

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viernes, 1 de noviembre de 1974

ENTREVISTA A RENE FAVALORO - 1974

TIEMPO NUEVO - CANAL 11 - NOVIEMBRE 1974
ENTREVISTA A RENE FAVALORO

René Favaloro es médico. Tiene un poco más de cincuenta años, es nacionalista, católico y su mejor amigo es un judío. Estudió y trabajó diez años en Estados Unidos. No viene aquí a hacerse notar. Es decir, vive de la medicina y acaso no necesite ninguna promoción. Acaso René Favaloro nos sirva esta noche para ver cuál es la zona de disconformismo social, para establecer por qué los argentinos que somos "una maravilla" nunca terminamos de serlo definitivamente. Cree que hay crisis moral; quiere tocar el tema de la juventud, de la Universidad, del autoanálisis que necesitan los argentinos.

Bernardo Neustadt: ¿Tiene usted ubicación ideológica o política en la Argentina de hoy?

René Favaloro: No; estoy acá como un simple ciudadano. Mi actividad es ser médico dentro de una especialidad, y no podría ser otra cosa. Yo trabajo, diez, doce o catorce horas diarias. Insisto: soy médico y nada más que médico. No he pertenecido a ningún partido político. No sé si esto es ventaja o desventaja. Lo señalo porque no estoy en la cosa política y la gente puede preguntarse cuál es la razón de mi presencia en este programa. Creo que éste va a ser el primero y quizá el último programa al que concurra para desnudarme como ciudadano en este momento tan especial del país. Creo que todos están tratando la superficialidad y no la profundidad de las cosas. Pero insisto: yo en estos momentos me transformo en un simple ciudadano que nunca tuvo y creo que nunca tendrá filiación política, pero que vive hasta el tuétano el momento trágico de nuestro país, que cree que es la etapa más difícil de nuestra historia.

Neustadt: Parece no estar muy seguro de que su actitud de neutralidad política sea la más adecuada.

Favaloro: No es que tenga neutralidad política. Porque no he tenido tiempo, o lo que sea, conceptúo que estar en política es estar afiliado a un partido, tratar de llegar a una posición dentro del mismo... Lo que critico es que en este momento los argentinos hagan como el avestruz: esconden la cabeza y no quieren mirar lo que pasa. Yo creo que hay una alta política, que consiste en analizar las cosas de nuestro tiempo. A mí siempre me ha interesado ésta, desde los tiempos en que actuaba como médico en un pequeño pueblo de La Pampa. Mis vacaciones eran tomar una ruta y salir a conocer mi país. Donde paraba, iba a la escuela para hablar con el maestro, con el chacarero que estaba sembrando, con la policía, con quien fuera, para saber lo que ocurría. Creo que entre 1950 y 1962 recorrí todo el país, hasta un poco más allá de Bariloche. Ahora, a la vuelta, después de estar diez años en Estados Unidos, lo vuelvo a recorrer por razones profesionales. Es raro el fin de semana que no esté en algún lugar del interior. A mi modo de ver, el argentino que en estos momentos no sufre y se preocupa por el país está totalmente desubicado. Ese es el problema.

Neustadt: Después voy a insistir sobre el tema de por qué siendo usted nacionalista, por ejemplo, estuvo diez años en los Estados Unidos. No es una pregunta reaccionaria, ni provocadora. Curiosamente, en mi primera conversación con el doctor Favaloro me dijo que el problema nuestro es de crisis moral. Como esto puede ser una frase, quisiera que me la explique.

Favaloro: No; esto no es una frase. Desde que tengo uso de razón vengo escuchando que éste es un extraordinario país; que tenemos todas las condiciones naturales para que sea extraordinario. Es decir: tenemos todos los climas, producimos de todo, tenemos trigo, maíz, minería, petróleo, el mar... lo que sea. Dios nos ha dado, o el destino, un país extenso, con toda clase de posibilidades; no tenemos problemas raciales y convive cualquier clase de religión. En el lugar donde yo ejercía, en La Pampa, había tres comunidades: la mayoritaria era protestante, la segunda era judía y la tercera, católica. Sin embargo, todas convivían en paz, como amigos, trabajando esa tierra dura y agreste. Acá no tenemos el problema del negro -que en Estados Unidos es importante-; no tenemos indios, es decir, no tenemos los problemas que se pueden ver en Ecuador, en Bolivia. Y nos venimos repitiendo desde siempre que éste es un gran país. Pero ¿por qué en la realidad no es un gran país? Entonces, y de una vez por todas, tenemos que abrir las hojas y empezar luego a analizar por qué no es un gran país. Hablamos de la gran crisis económica y le buscamos la vuelta a la cosa, pero el argentino tiene que entender que entre los últimos treinta o cuarenta años, especialmente, ha vivido en la amoralidad. Yo me incluyo. Hablo de los últimos treinta o cuarenta años y no hago distinciones. Quizá los capítulos más trascendentes empiezan en aquella trágica revolución del año 30, que cambia todo. Pero el argentino se ha acostumbrado a vivir en la amoralidad. Aquello del famoso tango "el que no llora no mama y el que no afana es un gil" es la filosofía del argentino, nos guste o no. Siempre digo que de una vez por todas tenemos que sacarnos la careta y entender por qué estamos así. Si lo entendemos, lo vamos a resolver; si no queremos, no lo resolveremos. Insisto en que la amoralidad existe en todos los niveles: desde los ministerios hasta el pueblo en general. Porque todos buscamos el acomodo, el camino fácil. Cuando aparece un problema, el argentino lo soluciona así. Ahora tenemos el de los autos. Hay que anotarse. Entonces, ya está hecha la cosa. Usted quiere un auto, pero además del precio tiene que poner dos o tres millones de pesos. Entonces está el vivo que se anota en cuatro, cinco, seis o diez agencias. Tiene su orden y después la negocia. Luego de tres o cuatro meses, de los dos millones hace cuatro. Ahí está el problema del país. Mientras no lo entendamos así y en todos los niveles, no entenderemos nada. Hay que analizar los factores de poder. Aquí hay factores de poder que no son solamente los del pueblo. Yo creo que tenemos un gran pueblo, especialmente en el interior. Acá, en la Capital, es donde está más deteriorada la cosa. Nosotros tenemos que analizar todos los factores de poder. ¿Qué han hecho en este país los partidos políticos, los que han gobernado, nuestra Iglesia, nuestro Ejército, que ha estado manejando la política durante treinta o cuarenta años? Vayamos a la profundidad de las cosas y vamos a saber en qué nivel estamos, dónde están los problemas, y los vamos a resolver. Si no analizamos esto en profundidad estaremos soñando siempre con el gran país que nunca vamos a ver realizado.

Neustadt: Usted estuvo diez años en los Estados Unidos, ¿cuál es la comparación desfavorable para nosotros? En un país donde acaban de expulsar al presidente, donde usted no puede salir de noche... ¿cuál es la relación de fuerzas morales entre ellos y nosotros? Ellos, grandes, realizados, y nosotros, "postergados"...

Favaloro: Esa sociedad de consumo ha llegado a tener grandes problemas y es bien cierto que en algunos distritos de Nueva York o en otras ciudades es difícil salir de noche. Al caso Nixon le puede buscar lo positivo, y lo negativo. En una nación como esa, un simple juez -hasta con apellido italiano-es suficiente que descubra que ha habido una amoralidad para que el presidente caiga. Yo le pregunto a usted: acá, en nuestro país, con esas tres o cuatro cintas que se grabaron -porque Nixon era tan pulcro en ciertas cosas que grababa todo lo que decía... pero piense que un presidente dice cosas que no se pueden grabar-, ¿qué hubiera pasado? Por el simple hecho de que se pusieran uno o dos micrófonos en la Convención Demócrata, el presidente del gran país cae. ¿Quién lo hace caer? La justicia común. Yo le pregunto: si eso hubiera ocurrido en la Argentina, ¿usted cree que habría pasado lo mismo?

Neustadt: Lo dejamos ahí. Para quien pueda creer que usted es un hombre resentido, ¿le va bien o mal en la Argentina?

Favaloro: Muy bien, y estoy conforme. Me fue muy bien en los doce años de médico rural de un pueblecito del Oeste pampeano, donde tengo tantos amigos... Me fue muy bien en los Estados Unidos... y acá estamos muy contentos, no solamente por lo que hacemos en la cosa asistencial, sino porque dedicamos mucho tiempo a la enseñanza. Tenemos gran cantidad de gente joven. Algunos de ellos son ya nuestro orgullo. Hay muchachos que vienen trabajando muy bien en la cardiología clínica y en la cirugía y dedicamos mucho tiempo a la investigación. Me siento muy realizado en el país.

Neustadt: ¿Por qué habla en plural, si yo lo veo solo?

Favaloro: Siempre hablo en plural: creo que el mundo individualista se terminó. El que crea que tiene dotes sobrenaturales y poderes de superdotado está totalmente equivocado. Se le han ido muchos humos a la cabeza. El hombre vive hoy en un mundo colectivo, nos guste o no nos guste. Un mundo social. En medicina es igual: el hombre superdotado no puede hacer nada sin un grupo de gente trabajando. Somos ya más de cuarenta o cincuenta médicos, la mayoría de un promedio de edad entre los 28 y los 30 años, que llevamos trabajando juntos de dos a tres años. Por eso siempre hablo en plural.

Neustadt: Pero usted es un poco caudillo ahí...

Favaloro: El caudillo es, tal vez, algo que debe existir en cada profesión. Le voy a contar lo que me pasó en Rusia hace más o menos veinte días: yo estaba dando una de mis últimas conferencias y, sobre un problema médico, decía que no me gustaba utilizar frío durante la cirugía, que me gustaba operar en condiciones de temperatura normal. Pero -les dije- como hay dos o tres colaboradores a quienes les gusta usar la hipotermia (así se llama al frío en cirugía), yo los dejo hacer porque entiendo que hay que dejar hacer y demostrar las cosas. Al escuchar mi respuesta, uno de los moderadores me dijo: "Yo no entiendo esto, doctor. Usted no cree en el frío en cirugía y los deja hacer". Yo le contesté: "Mire, en la Argentina, durante muchos años, prevaleció la idea germánica: el gran patrón rodeado de esclavos. Así, como se ve todavía en Europa y se veía en nuestro país, lo que decía el gran patrón era ley y los esclavos obedecían. Yo he planteado que en nuestro departamento debe haber absoluta libertad: a mí, cualquiera de los colaboradores me puede criticar y decirme "esto está mal, yo creo que debe hacerse de otra manera". Bien, si me lo demuestra yo lo acepto, porque es la forma de progresar. El jefe debe ser jefe por condición natural. En el caso mío debe saber operar, debe solucionar todos los problemas del acto quirúrgico. Cuando ese hombre joven se encuentra medio desarmado porque no tiene experiencia, lo ayudo y le demuestro quién es el jefe: porque estudia, se capacita, es el primero en llegar a trabajar, el último en irse a la casa. Así se es jefe. Esto causó una especie de "shock" en la audiencia al decir yo que sin libertad no hay progreso. Entonces una médica joven se levantó y me dijo: "Doctor, ¿no hay un lugar para trabajar en su departamento?"

Neustadt: Usted ve que los argentinos valemos. ¿Cómo se compatibiliza entonces esto de que los hombres valen y se sacrifican con esa expresión que usted da como cierta de que "el que no llora no mama y el que no afana es un gil"?

Favaloro: Porque hay un porcentaje de personas que trabajan; pero la cantidad de gente que realmente trabaja en el país va disminuyendo y la cantidad de vivos que viven alrededor aumenta. Así hay un montón de gente que vive muy bien sin trabajar mucho. Al argentino le falta el sentido de responsabilidad. Cuando me ponen a hacer una tarea, yo debo hacerla lo mejor que pueda, en el menor tiempo y con la mayor eficiencia. Hay un grupo muy pequeño que hace esto en el país; el resto mira cómo puede vivir sin trabajar, acomodándose, gambeteando: son todos calesiteros. Están siempre dando vueltas para ver cómo se pueden prender de la cosa, convencidos de que con la vida amoral se llega más fácil.

Neustadt: ¿Cómo se resuelve esto? Nosotros tenemos una máxima en nuestro programa: "Prohibido criticar sin proponer". ¿Qué hacemos? ¿Autoanálisis?

Favaloro: Tenemos que ir al meollo de la cosa, porque la gente podría decir: "¡Qué valiente! ¡Mire las cosas que dijo!" Yo no soy ningún valiente. Esto lo puede decir el taximetrero y también el ejecutivo. El otro día tuve un paciente, director de una empresa, que me decía: "Fui al banco a buscar dinero para pagar unas cuentas de mi firma, y un señor, a cargo del banco, me dijo que en vez de doscientos millones me iban a dar mil millones, pero con un interés especial, y que ese porcentaje se lo tenía que dar a él". Esto ocurre todos los días. Los funcionarios que están ahí -y no hablo de un partido político, porque esto ocurre desde hace cuarenta años-, que llegan a una posición (no todos, pero sí una gran mayoría), saben que van a estar allí en una función temporal. Entienden que lo que tienen que hacer es ver cómo enriquecerse a costa del pueblo a todo nivel.

Neustadt: Si le dijeran mañana que va a ser secretario de Salud Pública para cambiar ese esquema moral, ¿va o se queda en su sanatorio Güemes?

Favaloro: No he nacido para funcionario. No es que no me guste la cosa de la salud pública. Podríamos hablar de muchas cosas, porque el país está en este momento en una crisis de salud impresionante; los hospitales están desmantelados. Ahora me parece bien eso de que la Municipalidad dice que compró 70.000 sábanas y algunas cositas. Me parece bien eso, pero ustedes, los periodistas, tendrían que ir a los hospitales y fijarse cómo están, cómo se atiende a la salud pública en los hospitales del pueblo. Creo que no he nacido para funcionario porque pienso que duraría una semana. Pocas veces he ido al Ministerio, pero cuando entro y me hacen sentar y veo toda esa burocracia impresionante, los miles de empleados que tendrían que... no sé... estar juntando manzanas o labrando la tierra, no podría aguantarlo. Porque tendría que empezar por echar a la mitad y después reorganizar la cosa de tal manera para que, con leyes o sin leyes, anduviera. Fíjese en el problema de la salud: los hospitales estaban deteriorados desde antes de que viniera este gobierno. ¿Cuánto lleva este gobierno? Un año y siete meses. Y siguen estando tan mal como antes o peor. Hemos estado un año y siete meses discutiendo la Ley de la Salud. Mire qué fácil era lo que había que hacer. Había que ir a cada hospital y decirle al director: "Tiene usted dos semanas para decirme qué es lo que ocurre en este hospital para que no ande". Entonces el director tenía que llamar a cada uno de los jefes de sala y darles dos semanas de tiempo para decir por qué ese servicio no anda, por qué el aparato de rayos está roto o falta tal cosa. Fíjese que los enfermos tienen que llevar gasa, algodón, medicación para que se los opere, porque no hay.

Neustadt: Hago una acotación con un pequeño diálogo que escuché en una película que se llama "Bisturíes la mafia de blanco", donde un profesor le pregunta a su hijo, también médico, qué diferencia hay entre un arquitecto, un cocinero y un médico. Y responde que el arquitecto tapa sus errores con revoque, el cocinero los tapa con una mayonesa y el médico con la tierra. Favaloro va demostrando una serie de elementos críticos de la sociedad argentina. No está mal mostrar las partes negativas de nuestra vida, pero no hay que exagerar con esto. Si todo fuera negativo tendríamos que cerrar acá mismo la audición, ponernos el sombrero e irnos del país. Y tendríamos que decir, como dijeron unos uruguayos, hace poco: "El último que se vaya que apague la luz". Pero ninguno de nosotros está en esa actitud. Ni usted, por su testimonio personal. Entonces, yo ahora daría una vuelta a la temática en la búsqueda de dónde agarrarnos, es decir, dónde está el punto de apoyo, el punto positivo, e intentar una reforma de la sociedad que, evidentemente, tiene muchos rasgos negativos. Es una sociedad muy adolescente, tal vez, muy desordenada, todavía muy poco estructurada, y entre todos tenemos que ayudarla. ¿De dónde se agarraría usted para empezar una reforma?

Favaloro: Este es un simple problema de educación. Al pueblo argentino hay que educarlo, especialmente al de la Capital Federal. El del interior es otra cosa.

Neustadt: ¿El pueblo está mal educado?

Favaloro: Yo recuerdo otra época, cuando se repartían órdenes de coches. Yo estaba en un pueblecito rural y se repartían las órdenes los diputados. A una diputada nacional le regalaron la orden para un Mercedes Benz, y la gente del pueblo me decía: "¡Qué bien! ¡Qué maravilla!" Yo pensaba que la diputada tenía una función que cumplir y que era su obligación cumplirla. ¿Cómo va a dejar que le regalen una orden para que la negocie y cómo es posible que el pueblo lo pueda ver bien? Al pueblo hay que educarlo. Ahí está el problema. Pongamos un ejemplo: todo el mundo vive desesperado para ver si gana el PRODE. Todos llenan una boletita para ver si se hacen millonarios. ¿Pero es que la gente no entendió que este mundo liberal, en que lo único que se busca es la riqueza individual, ha terminado? Lo que interesa es un salario justo, una casa donde vivir, un lugar para educar a los hijos. Saber que cuando uno se enferme tendrá un hospital donde lo atenderán, y que cuando se tenga una edad en que no pueda trabajar más, una jubilación justa servirá para que no viva como un desgraciado. Esto hay que enseñarle a la gente y decirle que no hay que ir a jugar. Yo al PRODE lo suprimiría mañana. Me dicen que el PRODE sirve para asegurar la salud. No; el Gobierno tiene la obligación de arreglar el problema de la salud, y no a través del juego. Es la idea más descabellada que he visto. El Gobierno tiene la obligación de educar al pueblo para que entienda que no todos van a ser ricos; pero que sí todos pueden tener una casa, ubicación para sus hijos, un poquito de dinero para gastar y para divertirse; que cuando se enferme lo atenderán y que al llegar a viejos podrán vivir cómodos y felices. Nadie va a pretender ser rico, porque con eso tendrá solucionado el problema.

Mariano Grondona: ¿Educar significa cambiar totalmente la idiosincrasia del pueblo?

Favaloro: No totalmente. Pero a este pueblo hay que educarlo en un montón de cosas. Hay que hacerle entender, primero, que estamos viviendo una etapa social. Estamos ahora, por ejemplo, en la persecución de la idea socialista. En Inglaterra acaba de ganar un gobierno socialista. En China comunista (yo no he ido nunca, pero conversé con los catorce médicos norteamericanos -que no son muy liberales y bastante capitalistas-, que han venido muy bien impresionados por las cosas que han visto en China) no hay hambre con 800 millones de habitantes. Le aviso que soy más anticomunista que ninguno, porque ya dije de entrada que soy nacionalista, sin zeta, hasta el tuétano. Sin embargo, China, solucionó el problema del hambre del pueblo, y las enfermedades, etc., con un régimen socialista. Entonces: ¿vamos a decir que la idea socialista no es buena? Tiene muchas cosas positivas: se enseña en la escuela militar, se discute. Entonces, el mundo éste, liberal-individualista, está "kaput", ha terminado ya. Viene el mundo social. Por ello, hay que hacerle entender al pueblo que si combinamos un mundo social con libertad, las cosas las vamos a resolver. Pero también hay que enseñarle que tiene derechos y obligaciones. No sólo derechos, sino también obligaciones que cumplir. Debe trabajar, producir, dedicarse intensamente a la cosa. Hemos enseñado, especialmente entre estos 25 y 30 años, que el Gobierno va a solucionar todo con la dádiva. Es decir, hay que escribir una cartita (antes se la escribían a Eva Perón, ahora se la escriben no sé a quién) para pedir. Regalaban la sidra y los juguetes. Yo me acuerdo que en Jacinto Aráuz una mujer escribía pidiendo una máquina de coser y se la mandaban. Ahí está un error de educación. A la gente hay que decirle "usted tiene que ganar un salario justo y con ese salario usted podrá comprar la máquina de coser. No espere a que se la manden de regalo".

Grondona: Doctor, usted me recuerda al Sócrates de La República.

Favaloro: No, en absoluto; yo no quiero ser tan puritano.

Grondona: A Sócrates, que quería una república perfecta en una Atenas que estaba también con muchos problemas, le dijeron: "¿Cómo hacemos?" Y él respondió: "Muy fácil. Hay que desterrar a todos los mayores de diez años."

Favaloro: No, no es eso. Tenemos que empezar a utilizar los medios masivos, como es éste de la TV, que sigue tan deteriorado como siempre. En donde, sacando eso de Petete, que aparece para tratar la educación de los chicos, yo no he visto programas de educación popular. Hay que usar todos los medios para que este pueblo argentino entienda que el que no trabaja no mama. Es decir, que tiene que empezar a trabajar, a atender sus responsabilidades y a entender este mundo social. Y los que están arriba tienen que entender que el mundo social ya ha venido. Así como la Revolución Francesa terminó con una época, el mundo liberal empieza a desaparecer y el individuo es parte del mundo social. Y si con estos conceptos educamos a este pueblo, el pueblo lo va a entender. Pero necesita que alguien se lo diga.

Neustadt: ¿Por qué no hacemos una experiencia en materia de reeducación? Un caso concreto. Usted termina de venir de Santa Fe. A mí el tema me lastimó mucho. Insisto en que no me meto en la vida privada de nadie. El caso de Carlos Monzón: un campeón del mundo que le pega a su mujer. Cinco horas en una comisaría y el juez le permite salir del país, cuando cualquier individuo, notorio o no, por un accidente, sin lesiones, no puede salir de la Capital Federal o de Santa Fe. Y además un nativo de Santa Fe denuncia que sus dólares, que ha ganado dentro y fuera del país, están en un banco extranjero. Yo creo que el problema está en el juez, en el comisario y en Monzón.

Favaloro: Hago la misma crítica que usted. No entro en la vida íntima de nadie. No critico el hecho privado. En los EE.UU. el divorcio es cosa de todos los días. La separación, en nuestro país, también. Aceptemos eso: es privativo. Pero el hecho de que alguien lesione a una persona (sea su mujer o el vecino) está penado por la ley. Entonces, no puede ser que, porque el señor Monzón sea el campeón y nos haya hecho vivir momentos muy agradables, la ley se desvirtúe. Tenemos que cambiar eso a todos los niveles. Tenemos que entender que este pueblo ha venido de la cosa sucia -no digo todos-; pero eso está en cualquier cosa que analicemos. Tenemos que entender que hay que empezar a hacer un organigrama. Se discute todo, se organiza, se prepara para hacer que este pueblo tenga otra educación.

Grondona: ¿Cómo se hace compatible con la democracia? ¿Una minoría iluminada le va a empezar a enseñar a la gente lo que tiene que hacer?

Favaloro: No creo en las minorías iluminadas. Soy un convencido de que el pueblo debe tener representatividad, acceso al voto, tiene que elegir, ser realmente el partícipe de la cosa. Esto se hace a través de un intercambio de ideas y mostrándole al pueblo algo que nadie le quiere mostrar. Esto es lo que hablamos con nuestra mujer o con el taximetrero; lo que todo el mundo conoce pero que nadie quiere mostrar. El político está pensando en la elección o en que tal vez venga la intervención y se termina su diputación Y no se atreve a decirlo. Por eso este país debe empezar a tener otra filosofía de vivir. Me ha tocado recorrer el mundo por razones profesionales. He viajado desde Australia hasta Rusia. Prácticamente quedan pocos países que no he recorrido. He visto lugares donde la gente tiene otra mentalidad. Si va a Australia verá que el australiano, a través de una educación, a través de algo que fue haciendo en forma sistemática -como los ingleses cometían el error de mandar a la gente más inteligente a Australia en aquellos años de persecución Australia recibió gente pensante- es diferente. Usted habla con la gente y ésta se conforma con tener su autito, su casita. Habla con los médicos y les pregunta por el honorario más grande que hayan cobrado en su vida y el cirujano cardiovascular le va a decir 500 dólares (en los EE.UU. quizá le alcance para una apendicectomía), pero viven muy felices porque consideran que ganando de 10.000 a 20.000 dólares les alcanza. Eso se ha hecho a través del tiempo. Pero acá alguien tiene que pensar; yo puse el ejemplo del PRODE porque es el más clásico.

Neustadt: ¿Usted lo conoció o leyó mucho a Ezequiel Martínez Estrada?

Favaloro: Sí.

Neustadt: ¿Usted no cree que Martínez Estrada, uno de nuestros mejores escritores, es nihilista? Usted, un hombre que salva vidas -porque usted realmente rescata de la muerte-, ¿no se siente hoy, cuando hace ese planteo, así, definitivo, también un poco nihilista?

Favaloro: No soy nihilista: soy realista. Cuando hablo de estas cosas con mis amigos, me dicen que soy demasiado idealista. Yo les digo que soy realista. Podríamos hablar horas y horas para explicar cómo las cosas se han hecho al revés por decenas y decenas de años. Yo soy de los que creen que a este pueblo todavía se lo puede educar en otro sentido. Tenemos cosas tremendamente positivas. No podemos negar que el latino, "per se", tiene una serie de condiciones naturales que lo han hecho destacable. ¿Cómo es posible que los argentinos que van a los EE.UU. y Europa se destaquen? Es porque realmente tienen condiciones sobresalientes, y ello es así porque la naturaleza los ha dotado de una suficiente cantidad de neuronas. Pero lo que pasa es que por intereses creados, por gente que tiene mucho interés en que la cosa siga así, se han escapado de la realidad. Por eso las cosas se han manejado muy mal, es decir, los valores se han manejado al revés. Podemos citar muchos ejemplos. Tomemos el del capital extranjero, de la izquierda o de la derecha. Los muchachos dicen: "¡Oh, el capital extranjero! Viene, nos roba...”, etc. Y toman eso como bandera. Mientras en Rusia se instala una fábrica de Coca-Cola y Fiat levanta una planta. Se habla de que EE.UU. va a utilizar todo el gas de Siberia con gasoductos, etc. Entonces yo digo al revés: No, esto no es así; yo no le tengo miedo al capital extranjero ni a la importación de tecnologías importantes. En el Perú hay compañías petroleras trabajando el petróleo de ese país, pero con leyes y cosas bien dadas. Yo sí le tengo miedo a la "manga" de vagos argentinos que se venden al capital extranjero. Eso es muy diferente: es decir, si nos roban a nosotros no es culpa del capital extranjero que viene a robar sino que es culpa de los argentinos que "entran en la cosa", reciben su porcentaje y así roban al país. Ahí está el problema. Las cosas se pueden presentar de muchas maneras, pero tenemos que analizarlas en profundidad. ¿Por qué no puede venir capital extranjero si va a China, a Rusia? Y acá nos asusta. Hay algunas cosas que nosotros todavía no las podemos desarrollar, desgraciadamente, pero es porque han sido preparadas así, porque se manejan así.

Grondona: Por un lado: ¿no es usted demasiado utópico en el sentido de la sociedad que usted quiere, en la que todos cumplan sus deberes, que todos sean perfectos? ¿Es de esta tierra o de otro planeta? Y segundo: ¿es tan mala la sociedad argentina comparada con otra? Porque evidentemente usted ha señalado ejemplos de corrupción, de cosas que pasan acá, ¿pero no pasan también en Italia, en España, en Alemania y en otras partes del mundo?

Favaloro: Claro, pasan también en otras partes. Pero a mí no me preocupa lo que pasa en otro lado. Lo que me preocupa es que eso pase en mi país. Pero mientras no destapemos la olla y veamos que eso tiene olor bastante feo, yo insisto en que esto no se va a arreglar. Ya lo digo: aquí tenernos muchas cosas positivas, pero yo estoy en este momento empecinado en demostrar que la crisis que vivimos está en todos los niveles: el problema económico, el problema de la guerrilla, el problema de la Universidad... todas esas cosas, en el fondo no son de ahora. No es que llovió y los hongos salieron al otro día. No, esto es una cosa que se viene manejando desde hace mucho tiempo, y que como hemos transitado caminos totalmente erróneos, entonces siempre caemos en el mismo problema. Si nosotros no vamos al fondo de la cosa y no analizamos nuestra realidad, por más cruda que sea, y no nos sacamos la careta y decimos bien cómo somos, entonces la cosa no va a andar. Podría dar diez mil ejemplos, no del nihilista sino del realista. Hay una sociedad real, en especial en la Capital, que históricamente es la que ha dominado a todo el país. Aquí está problema. Nosotros nos enorgullecemos con nuestra capital. A mí me agrada. Ahora están floreciendo los jacarandáes en algunas calles, y cuando paso por ahí me deleito y me pregunto quién plantó esos árboles, porque, sin duda, Buenos Aires es una ciudad muy bella que se puede comparar a cualquiera de las capitales del mundo; pero yo no dejo de reconocer que lo que se ha escrito históricamente es el gran cáncer del país. Todo el interior vive para mantener a esta cosa privilegiada que es la Capital. Es decir, el interior vive produciendo y haciendo cosas, y entonces, a través de los impuestos, el dinero viene acá para mantener la gran burocracia y la gran elegancia de Buenos Aires.

Neustadt: Si usted mañana se quisiera ir a los EE.UU. después de hacer este programa, que le puede traer algún trastorno, ¿usted cree que se puede ir? ¿Tiene ganas de irse?

Favaloro: No, en absoluto. Mire, yo las cosas siempre las razono. Yo estuve 12 años en el campo. Nunca compré una casa. Nunca compré un pedazo de tierra. Tenía todas las cosas a mi favor. El gerente de Banco me decía: "¿Cuándo va a hacer alguna inversión? Le damos crédito..." Yo nunca compré nada por que siempre pensé que ése no era mi lugar, aunque estoy sumamente agradecido y volvería a ese lugar a ejercer esos doce años. Después lo planifiqué muy bien, profundicé mi inglés y me fui a los Estados Unidos. Ahí estuve diez años, y a pesar de que a los cuatro años casi es una exigencia hacerse ciudadano de ese país, yo nunca me hice, me toleraron. Quizás porque me necesitaban. No porque creo mucho en eso de la nacionalidad en ese sentido, pero nunca me hice y puedo volver a los Estados Unido en cualquier momento. Yo pecaría de muy centrista o no sé cómo llamarlo si contara todas las ofertas que tengo a diario para volver a los Estados Unidos. A lo mejor se me critica por eso, pero lo tengo que decir: en febrero, en la última reunión del Colegio Americano de Cardiología se me ofreció la jefatura de uno de los servicios más importantes de cardiología de los Estados Unidos. Mi respuesta fue: "Los huesos míos se van a enterrar en la Argentina", porque cuando yo decidí venir, volví en forma definitiva. Me dijeron que me iban a esperar dos años y les contesté que había decidido jugarme acá, en mi país. Y entonces, además de contribuir con lo mucho o poco que sé con todo este equipo de hombres maravillosos que me secundan y esta juventud que realmente estudia y se sacrifica, quiero también hacer algo para obrar así, públicamente, insisto, no como político, porque jamás lo voy a ser, no tengo aspiración en ese sentido, soy médico y nada más que médico, pero quiero decir que el país entienda que esta tragedia tremenda que vivimos no es una cosa de casualidad, tiene una explicación y si no se la queremos encontrar es porque queremos ponernos la careta, sin ninguna duda.

Neustadt: Doctor, usted le tiene un terror pánico a la burocracia. ¿Me la puede ejemplificar? Es decir: ¿la burocracia es exceso de gente o exceso de trámites?

Favaloro: Mire, es exceso de gente. Usted vaya a cualquier repartición pública -nosotros los argentinos nos damos el lujo de que en una sociedad que tiene que producir, una inmensa parte de la población vive del presupuesto nacional- y entonces verá que las oficinas están atestadas de gente que están mamando del presupuesto nacional, que están cobrando sus sueldos y que contribuyen al desastre económico porque no hay manera de arreglar el presupuesto nacional. Entonces, eso es cosa que se ve todos los días, a cualquier nivel y en cualquier cosa. La burocracia nuestra es por exceso de personal y porque no se han modificado las cosas. Supongamos que en los Estados Unidos usted va a hacer un trámite bancario. Usted va con su libreta y dice "yo vengo a depositar". Lo único que hace es mostrar la libreta y el cheque o lo que sea y entonces el empleado que está ahí agarra la libreta y anota: deposito tanto, pone todas las cuentas al día, la firma y se la devuelve. Eso es todo. Y si usted va a sacar dinero o quiere saber cuánto tiene, se da vuelta, busca la ficha suya o se la alcanzan en dos segundos o le dicen: "Sí, señor, tiene dinero". Hacen un rápido balance y se lo entregan. Aquí necesitamos ocho o diez empleados bancarios. Yo podría contarle que si usted va a la Aduana por algo tiene que pasar por 450 oficinas, sellos que no caben más en el papel y de un empleado a otro, cuando el procedimiento es tan simple para ver lo que usted trajo, si es doloso o no, entrégueselo y ya está, con dos empleados como máximo, y así en todas las esferas. Yo, los otros días, tenía que viajar a un país sudafricano y en el Aeropuerto me puse en la fila, como siempre, sabiendo que tenía el asiento reservado. En ese tiempo me puse a observar a los funcionarios del Aeropuerto. Unos caminaban, otros fumaban o conversaban entre ellos; tenían galones de diversas categorías. Mientras la gente estaba ahí comentando si el avión salía o no. De pronto me llaman por los altavoces: "Doctor Favaloro, preséntese en la ventanilla tal". Entonces yo me presenté en la tal ventanilla y me dijeron: "¿Por qué no se presentó, doctor?". Yo contesté que estaba ahí en la fila, aguardando. Entonces el empleado me pidió disculpas y me dijo que no había podido llamarme antes porque estaba muy ocupado. Y yo lo había visto que era uno de los que más estaban haraganeando; no había hecho nada en toda la mañana.

Neustadt: Favaloro es un hombre descarnado que salva vidas. Realmente este es un programa también descarnado. Parece una lucha entre el doctor Favaloro para hacernos ver cómo es la Argentina, o cómo debiera ser, para ser más claros, y nosotros para mostrarle como es la Argentina y que no creemos que sea inmodificable pero de algún modo tampoco queremos entrar solamente en la zona de lamentos. Estamos tratando de hacer de lo negativo positivo. No es que discrepemos con Favaloro en algunos de los juicios, en otros, posiblemente, sí, pero de algún modo queremos probarnos, y comprobarnos de que no somos tan malos, porque a los argentinos les va bien; le va mal al país, que es distinto. Entonces planteamos el tema -realmente con todo respeto y toda libertad-, si en el fondo, un día se ofrece al Dr. Favaloro: "Señor, ¿quiere ingresar en la función pública de la Secretaría de Salud Pública o de un ministerio?", y él no tiene vocación de funcionario. Se queda en su casa o se queda en su trabajo porque es médico y punto. Y de pronto le decimos: "Señor, ¿por qué no ingresa en un partido político y lo reemplaza a Manrique, a Balbín, a quien quiera?" Y él dice no, no, yo no tengo vocación política. Entonces, claro, es muy difícil el proceso. Yo le he escuchado alguna vez decir que ve a la juventud desubicada…

Favaloro: Aquí entramos quizás en uno de los problemas más serios de nuestro tiempo y de nuestra sociedad, porque tenemos que analizar el problema actual de la juventud que está volcada en su mayoría hacia una izquierda, algunos hacia una ultraizquierda, y tenemos que entrar a hablar de este problema tremendo de la guerrilla y de toda su consecuencia. La juventud siempre es idealista, y entonces quizás ve los errores y los defectos más que las cosas positivas. La juventud nuestra se ha ido yendo por esta ola de socialismo y de izquierdismo que hay en el mundo, se ha ido volcando así paulatinamente hacia la izquierda. No lo ha hecho así por una cosa espontánea, sino que ha habido una cosa muy bien preparada, muy bien orquestada, como los profesores de filosofía, de sociología, y todo eso que manejó la cosa muy bien y la llevó entonces a esa posición. Yo no critico a la izquierda, es decir, yo soy un convencido de que el mundo del futuro va a ser un 80% social. No le quiero llamar un mundo socialista porque en este momento eso no se entiende bien, pero el hombre entra en el mundo social, donde él es parte de la sociedad y no puede escaparse de eso. No puede decir: "Yo voy a hacer esto que repercute contra la sociedad y va en contra de la sociedad", eso es lo que se entiende por mundo social. Es parte de este mundo social, pero va a precisar tener un 20% de este mundo liberal, donde al individuo se le den las condiciones para desarrollarse.

Neustadt: Lo que usted quiere decir es lo siguiente: que no es patrimonio exclusivo ser de izquierda para ser social.

Favaloro: No, por supuesto. Yo creo que en los Estados Unidos la gente se va yendo hacia la izquierda. En ese país ya hay muchas ideas socialistas. Y en Rusia de a poco se van hacia la idea de la sociedad de consumo. Ya hay créditos para el televisor, para la heladera. Es decir, en Rusia se están inclinando hacia la sociedad de consumo y en los Estados Unidos hacia la izquierda. Y nosotros, nos guste o no, vamos hacia el mundo social y, por lo tanto, no podemos hacer tantas cosas que vayan contra la sociedad. Lógicamente, el basamento de todo esto está en todas estas cosas que comentamos. Cuando se dice que el militar se ha alejado del pueblo, no hay ninguna duda. Es cierto que el militar, en estos últimos años, ha hecho muchas cosas positivas -yo no creo que esos 18 famosos años de gobierno militar sean en todo negativos-; si analizamos la obra de infraestructura que han dejado en el país parece increíble. Hay que ir a ver no sólo El Chocón, sino las cosas que se han hecho: caminos, riego, conectar la Mesopotamia, etc. Yo no creo que todo sea negativo, pero ese gobierno militar se olvidó que el mundo iba para lo social y que había que solucionar los problemas del pueblo. Yo no creo que cuando se dice "reforma agraria" sea una mala palabra, si en nuestro país es una necesidad. Yo no digo que se vaya a hacer con aquel que produzca en el campo. Al que no cree en la reforma agraria yo lo voy a llevar al Oeste pampeano y le voy a mostrar lo poco que de reforma agraria se hizo durante el gobierno de Mercante, en las colonias de Casteller y Felipe Solá, y le voy a mostrar lo que se puede hacer con la reforma agraria en los campos que antes eran páramos extensos, con un toro y 20 vacas, que trabajaban para alguien que estaba en París.

Neustadt: Es decir, que algo en la Argentina cambió...

Favaloro: Sí, por naturaleza. Yo vengo de visitar una zona de Rosario hasta Santa Fe. Está toda dividida. Ahí se ha hecho la reforma agraria con la división de la tierra. Pero no hay más que ir a Mar del Plata. Cuando vaya mire a ambos lados del camino y verá que así como hay tierras muy bien aradas y sembradas, hay extensiones de campo que no se mueven hace una porción de años. Es decir, la tecnología agraria no llegó aún ahí.

Neustadt: A lo mejor es tierra fiscal. El Estado cruzado de brazos.

Favaloro: Sí. Hay mucha tierra fiscal. Yo podría contar muchas cosas del pasado, pero quiero volver a lo concreto. Ojo, que cuando digo reforma agraria no estoy diciendo una mala palabra. Es una necesidad, sin ninguna duda, como es una necesidad la reforma industrial; así como cuando hablo del medio social o de la comunidad estoy nombrando una serie de cosas que en el mundo ya son una realidad.

Neustadt: Mientras el tema de las reivindicaciones sea diálogo está bien. Pero cuando este Ejército, que nos guste o no, devuelve al pueblo su facultad de elegir y ser elegido, ¿cómo juzga usted que estas propuestas ideológicas vayan acompañadas de asesinar a un teniente, a un mayor, a un coronel...?

Favaloro: Por supuesto, todo eso es una locura. Ahí está el problema... Esa juventud se ha volcado a una guerrilla que no tiene sentido. No existe una sola demostración histórica de que la guerrilla urbana haya sido positiva y haya llevado al desarrollo de ese mundo marxista. Repito, no hay una sola demostración histórica. La guerrilla rural, puede ser. Entonces, es una juventud que está totalmente desubicada porque cree que secuestrando, matando, robando, etc., etc., nos van a cambiar el medio social. Yo, a esa izquierda, mañana le daría Buenos Aires. Les diría aquí está, Buenos Aires es de ustedes, ocúpenla y gobiérnenla. Tendrían a las 24 horas también una guerrilla en contra de ellos y no la podrían tomar. Fíjese que en Vietnam se llegó hasta las puertas de Saigón. Se esperaba que la ocuparan de un momento a otro, pero pasaban los días y no sucedía nada. Quiere decir que eso de la guerrilla no va a solucionar los problemas del país. Yo insisto, hay que diferenciar entre las cosas que manejan, que son realidades de mi país y que tenemos que aceptar, y los que queremos la democracia para la Argentina. Si no entendemos que nosotros somos los que tenemos que hacer las reformas sociales que el tiempo justifica, entonces esta guerrilla va a estar siempre, armada como lo está, aunque los métodos que utiliza sean la locura del siglo. Yo le comenté de ese viaje que hice a Rusia. Me preguntó sobre la Argentina gente muy importante, de Salud Pública y algunos funcionarios del partido, que estaban ahí, y yo les expliqué claramente, como siempre hablo, que yo no entendía esta guerrilla urbana, y algunos me dijeron: "Nosotros tampoco la entendemos, por qué mucha gente cree en la Argentina que Rusia está a favor de la guerrilla. En esta emergencia no tenemos ningún interés... Creemos que esa guerrilla tiene una ultraizquierda maoísta'", etc.

Neustadt: ¿Eso dijeron los rusos?

Favaloro: Los rusos, en Rusia, sí señor. Inclusive había una delegación de médicos cubanos, especialistas en cardiología, que me dijeron que ellos tampoco lo entendían y que Cuba no tiene tampoco ningún interés en ese tipo de cosas. "¿Y por qué esto? Porque es una cosa muy simple: ¿a qué lleva esa guerrilla de ultraizquierda? Al desarrollo de la guerrilla de ultraderecha. Lo tenemos aquí al otro lado del río, en el Uruguay. Toda esa cosa lírica de los tupamaros ¿adónde ha llevado al Uruguay? A que el Uruguay esté en manos de un gobierno militar de derecha, empobrecido, viviendo miserablemente, en un ámbito totalmente destruido. Entonces, en vez de salir a decir esa juventud "ésta es la idea que nosotros creemos", los argentinos tendríamos que respetar eso. Si alguien dice creer en la cosa de Mussolini, o de Mao, o de quien sea, yo me mostraría encantado y lo respetaría. Le diría, "publique en los diarios, haga usted todo lo que quiera... Pero ahí está el problema, pues después viene la represión..." Todo el mundo puede exponer. Después cuando llegue el momento de la elección veremos cuántos somos. Cuántos somos los que estamos en la ultraizquierda, cuántos en la ultraderecha... No hay que impedirle que tengan sus diarios, sus periódicos, que informen a la gente, porque las ideas se combaten con las ideas. Para mí estos muchachos están totalmente desvirtuados. Desde el punto de vista médico yo diría que tienen alteraciones psiquiátricas. A algunos habría que estudiarlos. Yo diría que tienen problemas sexuales. A lo mejor tienen problemas de familia, o alguna cosa que hace que reaccionen de esa manera. Pero la tragedia que no entienden es que esta gran guerrilla de izquierda a lo que ha llevado es a la guerrilla de derecha. Evidentemente, en estos momentos se debería formar una comisión bicameral para que analice en profundidad dónde estamos; porque se habla, pero nadie comprueba sí o no, si existe la triple A o el grupo parapolicial. ¿Y todo esto adónde lleva? Lleva al desarrollo de la ultraderecha, y cualquiera que tenga dos dedos de frente se da cuenta de que si en este país se va a producir un cambio va a ser por un gobierno de derecha. Aclaro: yo soy de los que creen que la presidente merece absoluto respeto, porque por algo está ahí, y por algo se la ha elegido, y es terminante. Se la eligió y hay que aceptarla, y es por dos años, nada más; dentro de dos años habrá elecciones y veremos lo que habrá que hacer.

Neustadt: Ahora Mariano Grondona va a hacernos el análisis de esta descarnada conversación con el doctor Favaloro.

Grondona: La experiencia que hemos hecho esta noche, que me parece muy valiosa para la televisión, es traer de afuera de la política un hombre que nos hable de la comunidad, del país, de la sociedad. Esta es una primera experiencia para nosotros muy interesante. El doctor Favaloro es, diría yo, un hombre virgen políticamente. Es un inocente político, que nos habla absolutamente sin ninguna clase de elaboración político-profesional del problema político argentino. Además, es un hombre a quien hemos traído de afuera, pero no solamente de afuera de la política, lo hemos traído, de algún modo, de afuera del país, en cuanto sus diez años en los Estados Unidos le dan una experiencia, una óptica distinta de los que hemos estado más metidos dentro del país y que quizás hemos perdido la perspectiva de lo que nos pasa. Finalmente, es un hombre de afuera, no sólo de la política, no sólo de la Argentina, por haber estado en los Estados Unidas, sino de la Capital. Es un hombre de La Pampa, de algún modo... de esa pampa solitaria, enorme, donde está realmente en cierta manera el alma argentina, que no se encuentra a veces en esta gran selva de cemento. Así que es una gran experiencia para mí haber traído, después de nuestras ordenadas naturales en que estamos metidos los argentinos... la política y la ciudad en que estamos metidos... alguien que nos mire inocentemente desde afuera, cándidamente, desde afuera. El método del doctor Favaloro, evidentemente, fue mirar desde atrás, es decir, tratar de irse a la parte de atrás del escenario, a las bambalinas, para ver qué está pasando más allá de lo que dicen los actores, más allá de la parte formal, protocolar de esta Argentina. Me parece muy valioso a condición de que lo consideremos un momento del análisis. El análisis no se agota en mirar las cosas solamente en su faz criticable -ni el doctor Favaloro lo quiso hacer-. Yo diría simplemente esto: en la Argentina hay valores positivos, y nadie lo negó esta noche. El programa estuvo dedicado, quizás, a recalcar lo que nos olvidamos a veces: que somos negativos, pero hay factores positivos y hay, además -yo creo que aquí hay que poner un acento importante-valores propios. La Argentina, como dijimos en algún momento del programa, no puede ser imitación; la Argentina es un país profundamente original que no se ha encontrado todavía a sí mismo en grandes aspectos de su vida; porque es joven, Argentina es adolescente, tiene ese desconcierto de los adolescentes, pero es original; por lo tanto la copia siempre hay que medirla con gran cuidado. De todas maneras, en lo que coincido plenamente con el doctor Favaloro es en que el gran tema es el hombre. Es lo que rodeó, lo que dio vueltas, lo que en definitiva constituye casi su obsesión es el hombre, no es el ser fuerte, que es el que él cura todas las mañanas, todos los mediodías y todos los días... El habló de crisis moral, de educación... de cómo se comporta la burocracia, de cómo se comportan los argentinos. El hombre, en su aspecto psicológico y moral, es el gran tema que tenemos que discutir. Nosotros mismos. Y el método que nos puso de relieve el doctor Favaloro, acá fue la autenticidad. El se dejó ir, diría yo, se dejó expresar, no hubo ninguna clase de censura o autocensura; nosotros tampoco lo censuramos... Me parece que éste es un primer paso importante; decir las cosas, aunque duelan, ser auténtico, por supuesto con la condición de volver. Dejarse ir para volver, para recoger lo que se ha dicho, para armar con eso una solución concreta. Este programa no estuvo dedicado a eso. Esta audición no estuvo dedicada a dar un programa de acción. No fue un programa dedicado a armar la plataforma prolija de qué es lo que hay que hacer. Fue más bien un programa dedicado a la otra parte, a dejarse ir, a dejarse llevar por la crítica y por el dolor que se siente ante la Argentina por un hombre que como nosotros iba perdido demasiado, si es que se puede perder demasiado, la virginidad, y nos sentimos, por lo menos yo, muy inhabilitados para tirar la primera piedra. ¿Quién tira la primera piedra en esta Argentina que la hacemos todos? Por eso diría yo, para concluir, que el aporte del doctor Favaloro es un aporte parcial. ¿Qué quiero decir con parcial? Es una piedra, no es el edificio. Si yo me quedara sólo con lo que dijo Favaloro esta noche llegaría o al nihilismo, o a la utopía, o a la crítica total. Pero esa piedra no la podemos ignorar...

Favaloro: Ustedes han usado algunos términos: la ingenuidad, la inocencia... yo quizás en eso tendría que disentir. Yo no soy ni ingenuo ni inocente, yo soy idealista, vuelvo a insistir. Yo, como cosa positiva, diría que si nosotros queremos arreglar esto y queremos hacer, verdaderamente, la liberación, eso tiene que estar en cada uno de nosotros, es decir: nuestro país tiene que liberarse por la acción del individuo. Hemos estado mucho tiempo viviendo y mirando hacia el extranjero. Tenemos que entender que nosotros tenemos que resolver nuestros problemas adentro. La liberación vendrá cuando cada uno de nosotros, a su nivel, trate de resolver el problema, Nosotros, ejemplo en mi especialidad, seguimos introduciendo muchas cosas del extranjero: antibióticos, y cosas que deberíamos estar produciendo nosotros. Esa es una de las fallas de nuestra Universidad. Nuestra Universidad ha perdido el tiempo y no nos ha dado los técnicos que el país necesita; por ejemplo, tenemos que hacer un cateo de petróleo y tenemos que llamar a alguien que venga a enseñarnos. Entonces eso no puede ser. Hemos perdido mucho tiempo. Yo insisto en que la positividad de esto está en que cada uno de los argentinos entienda que en profundidad la tragedia que vive el país, y no lo analice así superficialmente. Y eso de la primera piedra, que dijo usted, es importante porque a esa hay que agregarle muchas otras, para que se entienda que la solución del problema argentino está en cada uno de nosotros: que empecemos a mirar hacia adentro, y empecemos a construir el país pero a construirlo honestamente; este país tiene solución. Mientras tanto yo no le veo solución.
Bernardo Neustadt

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